Alerta, damnificados

Alerta, damnificados

Bonaparte Gautreaux Piñeyro

Me pregunto ¿Cuántos damnificados potenciales y cuántos damnificados reales hay en República Dominicana? Cualquiera se pregunta ¿Y de dónde le sale a éste esa pregunta? Me pregunto si el Censo Nacional de Población y Familia tendrá registrado el dato y dado que los damnificados son una baja de la sociedad, debe haber registros de otros ejercicios censales de décadas atrás.

Se miden los datos de la educación, el número de libros entregados a los alumnos que encontraron cupo para inscribirse en las escuelas, pero se soslaya o se semioculta el número de niños que se queda sin inscribir por falta de aulas, ello, pese a que se construyen edificios para escuelas constantemente. ¿Es que tenemos un crecimiento de población por encima del que podemos asimilar?

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¿Cuántos miles de dominicanos son damnificados de todos los problemas que afectan nuestra sociedad, como fruto de las catástrofes naturales y como fruto de la explotación del hombre por el hombre?

No sé si hay datos ciertos, confiables, actualizados, sobre el número de dominicanos que vive más abajo de la miseria.

Cierto, el turismo anda viento en popa y a toda vela, pero de ese navegar con tan buen viento solo se benefician, realmente, dos o tres extranjeros dueños de hoteles, que se apropiaron de las playas y los criollos no podemos bañarnos en ellas sin su permiso, y dos o tres capitalistas dominicanos quienes, con buen ojo, han invertido en el turismo. Lo cierto es que no estamos preparados para atender los reclamos y las necesidades de los damnificados cuyo número aumenta de manera constante, sin prisa y sin pausas.

La sociedad produce un sin número de personas al parecer condenadas a vivir marginadas no solo de los adelantos científicos puestos al servicio del hombre, sino también de los más elementales beneficios y servicios vitales que consideramos normales como son: trabajo bien remunerado, una casa confortable y segura, construida lejos de donde se producen riadas e inundaciones, agua potable, electricidad, servicio de educación para los niños, salud oportuna y de calidad y una vida que permita soñar y construir un futuro mejor. Es a lo menos que se puede aspirar.

Si no somos capaces de construir una sociedad justa, con igualdad de oportunidades, preparémonos porque el número de damnificados continuará de manera ascendente e indetenible.

Casuchas construidas en el cauces secos de ríos, que indefectiblemente volverán a correr cualquier día, construcciones en los bordes de cañadas, son ejemplos de la fábrica de damnificados que tenemos en marcha como una industria del desastre, la desigualdad y la irresponsabilidad de autoridades que no cumplen con las leyes.

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