El Rito
Los mosquitos trataban de molestar a Rosa.
Los mosquitos se enredaban en el flotante velo que cubría a Sthephani como si un ángel dormitara desposado, entregado a las sorpresas. Rosa diabólica lo hipnotizaba fluyendo y afluyendo hacia su lecho. Reía… rosada y encendida. Totalmente cubierta por su carne nocturna. Bella como lo Negro. Sinuosa como la espuma, cautiva y cautivante por la entrega de lo enigmático. Sthephani arco de oro la esperaba. Bello y anestesiado por el Rito. Rosa palmoteaba los mosquitos como si quisiera que los animalitos siguieran molestando. Sonreía y caminaba rodeando el lecho. Sthephani tenía los ojos fijos en la dulzura. Destilaba gotas de Amor y extendiendo sus manos soplaba en ellas Besos que aleteaban su rumbo hacia la boca entreabierta como amargo follaje. Y en suspenso acariciante Rosa, vuelta toda perfume de mujer, con sensación de espiga se doblegó graciosamente sobre el lecho sin apartar el velo del rostro de Sthephani que lloraba como un niño el castigo de amar las flores adultas que solo son cultivadas por el Doctorado de los soporíferos y las pastillas del sueño, que mueven los ancestros y las culpas que luego quieren lavar sus lodazales en las piras benditas de lo sacrílego…!
Era una Rosa fúnebre. Sencillamente mala.
Y Sthephani la tierra llena de surcos blandos.
Sthephani lloraba por Rosa. Lloraba y meditaba por su culpa.
El destino de una Rosa cualquiera era un brutal final.
Pero como Rosa era la Rosa de la Aldea, y él un pobre diablo sin destino. ¿Qué importaba que muriera la Rosa sin amor?
¿Qué importaba el dolor de una espina…? ¡La sensación siguió fluyendo como las burbujas de azufre que saltan del volcán!
Era una Rosa desnuda dentro de su mentira. Eran pétalos que los dientes de lo insondable y triste de la Muerte iban a triturar…! ¡Una Rosa que aún flota sin saberlo del naufragio! ¡Que se encrespa en las olas de la vorágine como si el misterio de su atractivo personal le dotara del sobrenatural momento de la inmersión rotunda…!
Rosa…!
Cercana y llena de júbilo…! Qué pena…!
Qué pena por las Rosas encendidas —qué hambre de piedad y amor sin límites por tus espinas…! —Dame tu dolor, te lo suplico…! ¡Siémbrame tu tragedia, te lo ordeno…! ¡Encárname tus alfileres y tu fiebre, puéblame con tus cavernas fantasmales…! ¡Ven… Entiérrame en la tierra de tus muertos en vida, sepúltame en tu fosa de encarnados abismos. Vuélveme corona de tus cruces, modélame con tus pasiones insepultas! ¡Ofréceme en tus horrores nocturnos, enciéndeme y gástame como una vela para tus meditaciones corruptas… Ven…
Ven… enviléceme en tus oraciones impuras. . .! iEnvíciame…! ¡Corrómpeme con tus Santos llorantes! ¡Enséñame a ser Hombre por tu Culpa…! Si supieras mi amor y te digo mi amor… sin saber qué es Amor… porque yo me siento ser árbol por momentos, y la Naturaleza me responde con su ritmo, y el cosmos me saluda con sus esferas… y mis oídos denuncian la ruta de la armonía perfecta . Amarte no es amarte . . es realizarte.
Y realizar la Mujer y hacerla Rosa…
es convertir en lágrimas los nidales,
y transformar las estrellas en jardines,
y ver tornar los besos en poemas,
y la transformación del Mundo en pequeñas canciones…!
Amarte por Amarte no tiene melodía.
El Arte es inmortal y nunca muere.
Muere el Amor, Muere el Hombre cada día…
Pero vuelven las Primaveras, los ríos, los huracanes, los crepúsculos, los otoñales silencios de los grandes dolores, la vibración del Nunca, la estructura del Mañana, y hasta el Agua vuelve a las manos de la espuma, y respiramos mar, y aspiramos lagunas, y bebemos estrellas caídas en los pozos aunque el alma resista beberse tanto mundo…!
Rosa.
Ven…
Y verás que de un Hombre, mi árbol… te llevará en la corteza, y aunque todos los Hombres que hasta hoy son los Hombres, se burlen de esa Rosa, como todos comentan, será Rosa del Arbol infinito, sin ser Rosa inmortal serás Rosa magnífica!
Y se marchitarán tus pétalos grotescamente.
Habrá Luz en la Rosa…
Y tus Abismos se llenarán de olor…!
Y tus entrañas tendrán partos dormidos!
Rosa… de cuerpo entero. Déjame en ti el camino.
Destrúyete las rutas de la carne humana. Arráncate como una vestidura tus formas de mujer. Incéndiate las enfermas imágenes. Consúmete de ofrendas y Renunciaciones. Quémate y diluye tus aromas sexuales. No aturdas más. No incites más. Lanza por el barranco tus Ritos voluptuosos. Ven…
Cómete mis purezas.
Pero no me Odies. Te he oído susurrar a mi lado esa palabra.
—Te Odio.
—No me odies … que me enfermas…!
No me gastes que me encrespo en las Renunciaciones .. y aún no estoy a tiempo de marcharme…
Porque te irás conmigo… te lo prometo. Ya es un hecho… Te irás…. y quizás no lo sepas… pero te vas conmigo…! Rosa… ¿Te has dado cuenta..? ¡He pensado tantas cosas…!
Sí… bésame…
Pero bésame los pensamientos. No me enturbies la boca.
Soy un árbol y los árboles no besan…
Rosa… tu boca…
Rosa… tus manos…
Rosa… tu cuerpo…
Rosa… el peso de tu cuerpo en mi cuerpo…
Rosa… me humedeces el alma…
Rosa… mis quejidos… No puedo amarte…
Rosa… mi aliento pierde su ritmo, sí… te siento… sobre mí,
Rosa el abismo, lo Negro, tus muslos, tu carne desnuda… al tacto de mi olfato, tu perfume, la Noche, Rosa…
¡Delirio!
Nos espera la muerte…! ¡El paso de lo insondable, lo terrible.
Mujer… has matado tu nombre…!
Mira cómo me tienes, ¡Oh, Rosa mis amados árboles…!
Te maldigo y te amo…! Te estoy odiando…! ¡Mis gusanos se mueren, la locura, llueve aún dentro del Nido, sí…. estás conmigo… son ellos mis amigos. La Noche… siempre la Noche como ahora, todo fondo, todo sin Límites como una lámpara que gime porque su Luz no vuelve…
Hasta las Rosas se apagan…
En los jardines, en el Alma. Emprendes el camino hacia la Sombra…
La Mañana
Sthephani está junto a la Mariposa.
Solos el río y él.
Sobre una piedra muerta, la mariposa agita sus alas con elegancia.
—Tú respiras por los brazos… mueves el color y te alegras!
—Yo,
Sthephani me siento lejos de tu mensaje…
Creo que estoy triste…
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Frente a las Colinas y el Valle
La silueta de Sthephani se doblega.
Parece que el valle creció y hasta las colinas han elevado más sus figuras suaves y macizas. El verde se extendía como una sábana sobre un lecho interminable.
Sthephani ya no besaba a sus caballos que tampoco galopaban juguetones y vigorosos. El lecho de Sthephani, las Hojas… esta frío. Había nevado en los sueños de Sthephani.
(Ahora la bestialidad y la pureza del muchacho es una roca amarga, detenida frente a la choza en donde Rosa vive…) Sthephani vigila día y noche…
Sthephani es el sereno de Rosa.
El guardián. El policía de las espinas. El Comandante de ese jardín de carne. Y espera… sin desear volver a verla. Quizás la ama rotundamente.
Quizás Sthephani se esté volviendo piedra.
Lo Incierto
Porque quizás las piedras lloren.
Tal vez el agua escriba poemas.
Y la sal brote de los ojos.
Es posible que la sangre se detenga en la boca y corran las espinas por las venas, lo más sencillo es que aquella Rosa hoy más hermética y más bella cierre la puerta de su casa porque un Hombre que no es árbol quiera visitarla. Allí no cabe ni una mariposa. Pero la duda de Sthephani está pegada a la puerta.
Lo Real
Y Rosa suelta sus cabellos y su traje.
Mórbida y llena de negras lujurias se embica de sabor las palabras de su hermano y lo besa y lo seduce.
Sthephani es ya de piedra.
Ve mariposas en sus pestañas, en su hígado, y piedras azules mastican sus dientes. Sthephani quiere ponerse dos estrellas en los ojos. Ciego para no ver. Sordo para no escuchar.
Y las mariposas huyen y las piedras y las estrellas caen.
Aquel hombre y Rosa, Rosa y su hermano… van hacia el lecho.
Quizás él la sedujo con los enfermos sueños,
quizás él le habló de fantasmas y quebrantos.
Retoños muertos, Rosas amarillas y enterradas.
Niños diluidos en las cloacas.
Pero ella tenía que saber que ella era ella.
Era la Rosa. La absoluta. La íntegra…
Sthephani era un pequeño monje incierto.
Existía por momentos como árbol.
Y dejaba de existir como piedra.
Había encontrado a Dios y nunca lo dijo.
La Naturaleza se había alegrado con su presencia.
Ni Rosa ni él se buscaron. Se encontraron un momento.
En el momento del Amor.
Ahora Sthephani es de carne. Y siente que la carne le pesa como a las bestias. Y se siente más que bestia. Ruge… Y ruge tenebrosamente como los ojos de los huracanes. Y más que bestia es Mar. Rugiente, arrebatado, enhiesto. Se hincha de Odio. De Rojo se infla, de Negro se inflama! Salvaje toro sin ser bestia.
Dolor sin ser lágrima. Venganza, rayo, exterminación, guerra civil, combate, fuego… y sin llamas su corazón se quema…
Burlado. Escarnecido. Envilecido y amado.
Poseído. Roto. Entregado y ofrecido.
Blasfemia y maldición es todo carne.
Y en carne ve la Rosa desnuda.
Y en carne ve al Hombre seducido.
Sin cadenas siente el corazón lleno de espuma.
Fiero. Pantera. Chacal…
como un mendigo pide ser asesino de aquel jardín humano.
• • • • •
Sthephani era un niño…
con un volcán en las manos… arrasó. Y destruyéndose a sí mismo… se fue por los barrancos de la Muerte con dos Rosas en las manos.
El próximo domingo, entramos en la tercera y última parte de este inmenso poema.