ALERTA. No caigamos en la hybris: nadie tiene la verdad absoluta

ALERTA. No caigamos en la hybris: nadie tiene la verdad absoluta

A la izquierda, el Gral. Antonio Imbert Barrera. A la derecha, embajador John Bartlow Martin. jpg

Continúo  mi Decálogo para Discutir sin Enemistarse. Por cierto, la palabra decálogo originalmente incluía solo diez mandatos. Pero con el pasar del tiempo todo cambia. Hoy un decálogo puede contener diez, veinte o más partes.

Este que he elaborado no empezó con ese propósito. Fueron unos simples comentarios por whatsapp para mis queridos amigos Marina Valera, Alejandro Arvelo, Ninoska Velázquez, Ana María Céspedes, Carlos Sánchez, Oscar Peña y otros, a fin de hacer más llevaderos y productivos nuestros intercambios.

Al publicarlos, algunos lectores me han sugerido convertirlos en un decálogo que sirva para mejorar el ejercicio de conversar. Por cierto, un valioso elemento inicial de la filosofía occidental son los diálogos platónicos, invento proveniente de las conversaciones con su maestro Sócrates, creador de la mayéutica. Continuamos.

11. Nunca caer en la hybris: No creerse dueño de la verdad absoluta. Porque hasta ahora no hay pruebas científicas de la existencia de lo absoluto. Todo lo que existe en el universo que conocemos es relativo, parcial; empezando por la limitación que sufrimos todos al carecer del don de la ubicuidad. Es decir, no podemos estar simultáneamente en todas partes, por lo cual todas nuestras observaciones de la realidad son parciales y limitadas. No podemos nunca ni mental ni físicamente percibir algo al mismo tiempo desde todo punto de vista.

A propósito, la palabra griega hybris habla claro. Se refiere a la enfermedad mental en que caemos al creernos dioses poseedores de verdades indiscutibles.

Los griegos, para que sus mandatarios no llegara a caer en los peligrosos errores y horrores de creerse perfecto, le asignaron a una persona que le recordaba constantemente:  “Rey: eres un débil mortal, un humano que yerra como todos”.

Esa conciencia de la propia imperfección hace a todo gobernante o líder dirigir mejor, y dejarse ayudar de cualquier simple persona. Así evita causarle graves daños a la sociedad, por no tomar en cuenta los aportes de los demás sino concebirlos como piezas muertas de un ajedrez jugado por él a su antojo, en forma tiránica y cerrada.

El embajador norteamericano John Bartlow Martin en su libro “El destino dominicano” refiere que les decía a militares dominicanos: “General: No quiera tener tanto poder. Los excesos de poder generan abusos de poder”. Yo agrego: quien abusa del mandato se arriesga a luego ser abusado.

ES MEJOR SER BREVE: IR GOTA A GOTA NO AGOTA

12. Ser breves en el uso de la palabra. Agotar largos turnos agota. Y predisponen a las personas a oponerse a lo que sostenemos. Mejor desarrolle cortas intervenciones. Demostrará que no quiere hablar usted solo. Que quiere oír al interlocutor.

Explicará mejor sus ideas si desarrolla cada vez uno o dos argumentos con claridad y síntesis, y deja otros para luego. Así, incluso, tiene la ventaja de que si son bien refutadas las razones que ha expuesto, puede usar los recursos que reservó en defensa de nuestra opinión.

13. Escuchar con la mente en Estado 0. He hablado en otro artículo sobre ese estado mental, que consiste en tratar de centrar la atención de forma limpia en lo que nos dice el otro. Tratar de abrir la mente al pensamiento de quien nos habla, y tratar de ver primero que tiene razón, inclinarse técnicamente a la idea de que la posición del otro puede ser la correcta.

14. Sin falsos halagos, reconocer virtudes en el otro. Contrario a caer en el ataque personal, es bueno que como parte del intercambio de ideas o como elemento adicional al mismo, manifestemos virtudes de nuestro interlocutor. Siempre haciendo esto con sinceridad, objetividad e hidalguía.

Ejemplo: felicitar al contradictor por su conocimiento del tema, si es que lo ha mostrado, o aludir a sus titularidades en el mismo o agradecerle habernos informado algún aspecto del tópico que no conocíamos. Ello crea una atmósfera de camaradería, respeto y amistad que puede facilitar que se abran las puertas de su mente para dejar entrar nuestros razonamientos, datos, tesis e hipótesis.

15. Discutir en privado es mejor que en público. Cuando se tratan delante de otras personas las diferencias de opinión sobre cualquier tópico, resulta difícil para algunas personas reconocer que el otro tiene razón. En público, casi nadie quiere dar su brazo a torcer, rectificar errores o simplemente cambiar la opinión. Por eso, sugiero que una discusión sobre un tema científico, filosófico, técnico o artístico es mejor que se haga en privado que en público.

El domingo continuaremos.