PRIMERAS LECTURAS: UN VECINO ROSACRUZ Y OTRO MARXISTA, VERSUS MIS PADRES CATÓLICOS
En la sección Doñana, donde nací, antes de inscribirme en la escuela, mi madre, la profesora Rafaela Amparo Monegro, me enseñó a leer y escribir. Me hice un fiebroso lector. Leía de todo, desde las etiquetas de la Harina de Negrito y Avena Quaker hasta periódicos y la revista Selecciones que mi padre traía de vez en cuando.
Al mudarnos a la ciudad de Hato Mayor, residimos cerca de dos vecinos que me facilitaban libros. Uno, Rafael Salas, entonces marxista, antitrujillista, -hoy es doctor en medicina- quien me prestaba obras de Marx, Engels, Lenin. De modo que, aunque iba los domingos con mi abuela Tomasa Monegro Santana a la iglesia, leía mucha literatura atea.
El otro, cuyo nombre lamentablemente no recuerdo, era miembro de AMORC, siglas de la Antigua y Mística Orden Rosacruz. Conocí libros de Herbert Spencer Lewis, a la sazón imperator del Consejo Supremo de la Orden, de su hijo Ralph Lewis y otros autores, que predicaban la existencia del aura personal, reencarnaciones de almas en varias vidas que van superándose, interpretación de las fases planetarias, el sol y demás astros, y otras ideas.
Salas me prestó el libro “Orígenes de la religión”, de Joseph McCabe, exsacerdote que cuestionaba todas las religiones: la cristiana en su diversas denominaciones, (católica, evangélica, adventista y otras) mahometanas; otras de la antigüedad egipcia, persa, india, indígena, china, japonesa, etc. Me impactó mucho.
Cuando mi madre y mi padre se enteraron de estas lecturas, ambos, como buenos católicos que eran, me las prohibieron y les advirtieron a Rafael y al otro vecino que destruirían sus libros si los encontraban en mis manos. Pero yo, rebelde, continué hurgando en ellos, escondiéndolos tan bien que nunca los encontraron en mi cuarto.
Estas lecturas, se sumaron a las que realizaba en la Biblioteca Cultural de la Iglesia Católica, donde conocí a Dante, Homero, San Agustín, Santo Tomás de Aquino, Erasmo de Róterdam, Descartes, Aristóteles, Platón y otros. Estos conocimientos me ayudaron a construir un pensamiento ecléctico, crítico, abierto, democrático, que tomaba en cuenta las diversas formas de ver el mundo de estos escritores sin afiliarme fanáticamente a ninguna. Aprendí a verlas solo como objetos conceptuales de trabajo.
MILITANCIAS: JEC Y LAS DOS JRC: CRISTIANA Y LUEGO CAMILISTA
Me integré a la Juventud Estudiantil Católica (JEC), a pesar guardar grandes dudas en mi interior: sobre la existencia de Dios, el Diablo, la eternidad de las almas, paraíso e infierno. Fui militante de esa organización que tenía un lema que yo amaba y todavía amo: “Ver, juzgar y actuar”.
Descubrí la Juventud Revolucionaria Cristiana (JRC), del Partido Revolucionario Social Cristiano, encabezado por dos respetabilísimos ciudadanos: Alfonso Moreno Martínez y Josefina Padilla Vda. Sánchez. Al ver que era más radical, abandoné la JEC y me organicé en esta nueva expresión política juvenil.
Estos contactos con los libros, me motivaron, a escribir poemas y cuentos, así como pequeños ensayos. Eran una especie de informes de lectura de las obras leídas, y empecé a comprar libros, aprendí a escribir a maquinilla.
Luego, dividido el PRSC, surgieron los Comités Revolucionarios Camilo Torres (CORECATO), inspirados en el admirable sacerdote colombiano que subió a los Andes y se unió a las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FARC), diciéndoles, más o menos: “Nos dividen dos concepciones contrapuestas: Ustedes son marxistas ateos que luchan por la liberación y bienestar de los pobres. Yo, un sacerdote creyente en Dios, y lucho por la liberación y bienestar de los pobres. No insistamos en lo que nos divide. Insistamos en lo que nos une: la lucha liberadora de los pobres”.
Me uní a la nueva Juventud Revolucionaria Camilista.
Fui entonces el rebelde entre mis hermanos Idalia, Agustín, Ada, Fabio, pues muchos años después nació mi hermana Glennis.
“ERES EL ÚNICO DE MIS HIJOS QUE ME RESPONDE”
De la escuela me botaron varias veces por discutirles a los profesores, y demostrarles muchas veces que estaba más informado que ellos, ya que leía muchas innovaciones científicas y artísticas en la Revista Selecciones y el periódico El Caribe a los que mi padre estaba suscrito y yo iba a buscárselo al Hotel Asia todas las mañanas.
Cuando le discutía, mi madre me recriminaba furiosa: “Voy a romperte la boca, porque eres el único de mis hijos que me responde”. Nunca lo logró, pues siempre lograba huir de sus chancletazos.
El domingo, continuamos.