Una alimentación apta para lidiar con las consecuencias del verano se va a caracterizar por procurar comer ligero, una hidratación óptima y evitar alcohol
El verano es una estación que se caracteriza por sus elevadas temperaturas, días más largos y noches más cortas.
Este calor intenso nos afecta en diversos aspectos de la vida, pues el calor excesivo requiere una mayor actividad del hipotálamo, la parte del cerebro que regula nuestra temperatura corporal, a través de la respiración, la circulación y el sudor.
Cuando hace mucho calor, el hipotálamo se esforzará más para equilibrar la temperatura, lo que puede afectar otras funciones como la sensación de hambre, la frecuencia cardíaca y la respuesta a estímulos.
Cuando las temperaturas son extremas las personas optan por ropa hecha de materiales frescos y transpirables, Así como eliges prendas sueltas y colores claros o accesorios como sombreros, lentes de sol y calzado abierto, ¿No sería igual de importante llevar una alimentación acorde con en el verano?, pero…
¿Cómo debe ser esa alimentación y cuál sería su importancia?
El calor también nos afecta negativamente la calidad de nuestro descanso nocturno, dificultando el sueño y provocando irritación, estrés, falta de vitalidad y aumento del apetito.
Además, de que las altas temperaturas pueden causar un golpe de calor, un trastorno grave cuando el cuerpo alcanza 40°C o más, dañando el cerebro, corazón, riñones y músculos.
Una alimentación apta para lidiar con estas consecuencias del verano se va a caracterizar por procurar comer ligero, una hidratación óptima y evitar alcohol, siendo esto algo determinante, ya que aquellos que tienden a utilizar las bebidas alcohólicas como primera opción para refrescarse y contrarrestar el calor, quizás desconocen que en realidad, el alcohol produce dilatación de nuestros vasos sanguíneos, lo que en realidad aumenta la temperatura de la piel y, con ello, la sensación subjetiva de calor.
La importancia de saber nutrirse en tiempo de calor
En verano el cuerpo necesita menos calorías debido a la disminución de la actividad metabólica. Sin embargo, es común adoptar hábitos alimentarios desordenados, consumir más alcohol y picar entre horas, lo que puede llevar a un aumento de peso.
Será fundamental mantener una dieta ordenada.
Las proporciones de macronutrientes deberán ajustarse: reduciendo grasas y evitando comidas copiosas.
Será necesario anteponer la calidad de la alimentación, evitando comidas superfluas, ricas en energía y escasos nutrientes, prefiriendo frutas, vegetales frescos, carnes magras, pescado,
huevos, legumbres, y evitar productos refinados, ricos en sodio, bebidas energéticas y azucaradas.
Optar por productos con alto contenido de agua ayudará a regular la temperatura corporal, sin necesitar de ingerir literalmente solo agua. Por ejemplo, cítricos, kiwi, pepino, tomate, sandía, melón etc.
Aunque parezca contraproducente será preferible tomar los líquidos frescos o a temperatura ambiente, ya que el frío excesivo hace que el cuerpo necesite energía extra para calentarlos antes de digerirlos, generando aún más calor interno.
No debemos descuidar la alimentación en verano por los cambios de rutina de las vacaciones de los mas jóvenes. Entretenerlos con comida de mala calidad todo el verano puede generar efectos negativos en el peso. No se puede confundir hambre con aburrimiento, para evitar los picoteos poco saludables será ideal planificar menús por adelantado, evitando comidas improvisadas que suelen ser menos saludables y asegurando nutrientes esenciales.