Anadel Alberti es, además, mamá: está casada con Luis Andrés Pérez-Durán Clementi y tienen dos hijos: Camila, de seis años, y Thiago, de apenas un mes.
Tras sufrir bullying corporativo Anadel cayó en depresión pero, al salir del pozo, se reinventó. Hoy tiene una empresa y fue reconocida por su labor comunitaria en EEUU
Hace 23 años la dominicana Anadel Alberti se fue a vivir a Estados Unidos para estudiar en la Universidad de Purchase, en Nueva York. Su vida, desde entonces, ha sido como un gran rompecabezas de piezas extremadamente desiguales que han ido encajando para formar a una mujer sensible que se ha destacado por su vocación de servicio.
Convencida de que quiere dejar el mundo mejor que como lo encontró, para Anadel el servicio “ es vivir desde tu ser porque al final del día todos somos uno”.
“El servicio en mi vida ha sido clave porque cuando tú sirves a otros, entonces ya la vida es completamente diferente”.
Gracias a ello, el sábado 20 de abril Anadel recibió el “Presidential Lifetime Archievement Award”, un premio del Gobierno de los Estados Unidos que reconoce a las personas que han contribuido con más de cuatro mil horas de servicio comunitario.
“Yo estoy muy conectada con fundaciones tanto aquí como en República Dominicana, apoyándoles en el tema de capacitación, organización de eventos para donaciones y todo eso”, explica Anadel.
Recibir este premio, que fue instaurado en el 2002 por el expresidente George H. W. Bush, “ha sido el reconocimiento profesional, que va de la mano con lo personal, más grande en términos de mi trayectoria estando aquí en EE.UU”.
El reconocimiento, asegura, le emociona porque es la cosecha de lo que ha sembrado durante los 23 años que lleva viviendo en los Estados Unidos.
De la depresión a la vida
Cuando Anadel terminó la doble carrera de Negocios Internacionales y Marketing y Comunicaciones en Nueva York en el año 2005, recibió una oportunidad laboral en La Florida que le iba a gestionar la residencia y, convencida de que podría conseguir grandes cosas allí, la aceptó.
Inmersa de lleno en el mundo corporativo, llegó un momento en el que Anadel implosionó y cayó en el vacío de la depresión por un enemigo que nunca vio llegar: el bullying, que cuadruplicó los problemas de estrés, alimentación y ansiedad que venía arrastrando desde la universidad.
A pesar de que estaba mal, calló. Ese silencio le hizo llegar a un punto tan oscuro que le diagnosticaron depresión.
“Estaba ya en un punto de desesperación, en relaciones tóxicas también personales, y fue una combinación de cosas; pero estoy bendecida como lo estamos todos”, dice mientras lamenta que en esos momentos muchas veces las personas sienten que están muy solas.
Anadel, por fortuna, decidió buscar ayuda profesional. Además de recibir terapia durante seis o siete meses, se refugió en la espiritualidad: hizo el retiro católico Emaús y otro de yoga, al mismo que tiempo que oraba. “Estoy muy conectada con Dios, yo tengo mucha fe y yo ahí decía: ¿qué es lo que tú me estás tratando de enseñar, Papá Dios?”, recuerda.
Junto a su red de apoyo, compuesta por su familia y amigos, se reencauzó. Y es que, afirma con convicción: se transformaba o tocaría fondo. “Tomé las riendas, empecé a hacer más yoga y me certifiqué”.
Las certificaciones que hizo en ese momento le cambiarían la vida pero ella aún no lo sabía. Primero comenzó con el yoga, una práctica de la que se enamoró porque le permitió conectarse consigo misma y descubrirse.
Tras certificarse en yoga, Anadel manejó un centro holístico en Miami que tenía yoga, pilates y reiki, entre otras muchas cosas.
Posteriormente, Anadel fue certificándose en otras herramientas que la ayudaron en ese momento y luego serían fundamentales para enseñar a otros: coaching, coaching de bienestar, coaching de vida, coaching organizacional, organización y manejo de estrés y programas de gratitud, entre otras.
Su empresa: enseñar a ser
Las herramientas que Anadel usó para salir del hoyo de la depresión la convirtieron en lo que es hoy: una conferencista internacional, facilitadora corporativa, coach profesional certificada por la Federación Internacional de Coaching. Además tiene un MBA en Negocios Internacionales en la Universidad de Miami (2009) y está certificada en la metodología “Re-Wired for Peace”.
Sus estudios y certificaciones se convirtieron en el engranaje para darle forma a su empresa, “Audazmente Auténtica”, una firma boutique de servicios profesionales que ofrece acompañamiento a empresas pequeñas y medianas en las áreas de liderazgo, capacitación técnica, manejo de estrés y ansiedad e, incluso, todo lo que tenga que ver con bienestar.
Con más de 1,000 horas de coaching y 500 talleres, Anadel trabaja con empresas que tienen problemas de comunicación, una rotación muy alta, ausentismo, personal muy estresado o con ansiedad.
Ella bautiza sus servicios como “bienestar 360” porque alinea mente, cuerpo y espíritu a través del liderazgo y comunicación efectiva. Además enseña a los clientes a descubrir sus pasiones y talentos y a vivir en gratitud, dejando un legado e influencia.
Aunque fundó la empresa en el 2015 el branding actual data del 2022. ¿Por qué “Audazmente Auténtica”? Porque Anadel conecta mucho la autenticidad con los resultados de la vida del ser humano.
“Mientras más auténticos somos, más vamos a conectar y a influenciar de manera positiva el mundo”, manifiesta Anadel.
Conectar desde la autenticidad audaz significa, indica Anadel, hacer acopio de toda la asertividad-que es mucha- que se necesita para navegar en el mundo que estamos viviendo. Parte de la audacia es, subraya además, lanzarse a conquistar los sueños sin importar el qué dirán.
Enseñar a otros a encontrar su camino es parte de los servicios que Anadel ofrece a nivel individual: se convierte en GPS para quienes están perdidos, están agotados todo el tiempo y no le ven sentido a su vida. Ella, que salió con éxito de la oscuridad, busca ser una luz de quien lo necesite.
El bullying le dio nuevas alas
Si hablamos de bullying corporativo, ¿cómo es?
“Fue vivir en un lugar en el que nada nunca era suficiente; en desarrollar proyectos que no eran no necesariamente reconocidos; realmente como que nunca nada estaba bien cuando en realidad al final se hacían esos proyectos, se llevaban a cabo y tenían mucho éxito”, explica Anadel.
Y continúa: “Las palabras que se utilizaban, la forma de tratarme de varias de las personas en la empresa pues me llevaron al momento de que yo me preguntaba que qué hago aquí?”.
A pesar de que lo estaba pasando mal, agradece esa oportunidad que le permitió terminar con el proceso de transición migratorio y obtener su residencia.
Al mirar atrás lamenta que, por desconocimiento, no hubiese buscado el acompañamiento de de coaches, mentores o guías que podrían haber evitado que cayera en el hoyo de la depresión.
Aunque fue duro, sin embargo, hoy se siente satisfecha con lo vivido.
“Era lo que yo necesitaba en ese momento para transformarme y poder estar donde estoy”, dice Anadel, quien gracias a esa experiencia encontró nuevas alas para volar.