Ancestro esclavo de apellidos dominicanos (2 de 6). En ninguna de las actas constan fechas de nacimiento, aunque considerando la costumbre sancionada por los sínodos diocesanos del siglo XVII, en el sentido de que los párvulos debían bautizarse entre los veintiún y veintitrés días de nacidos, hay que concluir que en el caso de los niños – que son la mayoría – se trataba de bebés.
Salvo casos excepcionales, los bautizados aparecen como hijos de madres solteras, quien sabe si producto de las relaciones concubinarias de españoles con sus esclavas; en aquellos casos en que se trataba de adultos y de hijos legítimos o de una pareja se hacía constar. La mención de “hijo natural” aparece solo en algunas actas en 1658 y en prácticamente todas se identifica la procedencia étnica o el tipo racial: conga, grifa, mulato, negro, moreno, negra boruca.
En ocasiones, los bautizados tenían por padrinos a otros esclavos o a ex esclavos, designados como “libres” y por norma eran bautizados y ungidos con óleo y crisma en la Catedral; excepcionalmente, se les echaba agua en la casa por estar en peligro de muerte – labor a cargo de las comadronas que asistían en los partos – y, entonces, eran solo bautizados.
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El señalamiento de que ciertos bautizados eran hijos de criollas esclavas o negras criollas, trasluce que habían nacido en la isla y que formaban parte de una generación esclava precedente.
Por otro lado, la inclusión de hijos de morenos y mulatos libres en este libro, refleja una forma de discriminación que les recordaba que su categoría social provenía de la de los esclavos. Los conventos tenían esclavas negras para las labores domésticas y el trabajo en las haciendas y determinadas monjas contaban con ellas para su servicio personal, sin duda, como parte de su dote al ingresar a las órdenes. En la mayoría de los casos, como lo revelan las actas de bautismo, las monjas dieron su apellido a sus esclavas, que los transmitían a su vez a sus hijos.