Quién es ese periodista que escribe de manera “tan exacta i majistral”? ¿Acaso se trata de Miguel Ángel Garrido? Muy joven y activo, murió a los 41 años (1867-1908) y de él dijo Rufino Martínez lo siguiente: «Su independencia de espíritu soportó duras pruebas, y bajo el poder inmenso de Heureaux, las tentativas por doblegarle salieron fallidas.» (“Diccionario histórico-biográfico”. SD: De Colores, 2ª ed., 1997, p. 214). Dudo que se trate de José Ramón López. Quizá sea Víctor de Castro, quien también se exilió en Venezuela y publicaba en un periódico capitaleño la columna “Interdiarias”.
Quizá lo más señero de la carta de LF a PHU es el disgusto entre Francisco Henríquez y Carvajal y Hostos. «Sin embargo, esa “Diarias” á que me refiero i que tiene un objeto esencialmente patriótico i mui oportuno en los actuales momentos, ha despertado en unos el entusiasmo por su autor, en otros comentarios diversos (…) Entre estos, con gran asombro nuestro, está el señor Hostos, que se ha mostrado profundamente disgustado, triste y decepcionado al ver que un hombre como Don Pancho haya podido endiosar á Lilís.» (BVega, 90).
Esta confrontación entre positivistas armónicos la explica LF a PHU: «Te explico lo que ha pasado. El señor Hostos se ha dejado sugestionar por algunos de sus discípulos, furibundos horacistas, que en su afán de chismear i dividir, han querido demostrarle que el actual gobierno i sobre todo Don Pancho, han pactado con “los caídos” para triunfar en la próxima situación política (…) No sólo es eso completamente falso i absurdo, sino que nos consta que ocurre todo lo contrario i hai motivo para que el patriotismo se sienta alarmado. A eso responde la “Diaria” demostrando que sería imposible crear de nuevo una situación análoga (…) La mala fe i la peor intención lo desfiguran todo, sin embargo.» (Vega, 90-91).
La expresión popular “los caídos” remite a los lilisistas representados por el ahijado del dictador, Alejandro Woss y Gil, persona que goza del aprecio de los Henríquez, según le pinta PHU en sus Memorias (México: FCE, 2000, p. 66), donde dice: «En Nueva York nos encontramos á varios dominicanos: al ex-presidente D. Alejandro Woz (sic) y Gil, hombre de inteligencia sutil, grande amigo de mi padre y mi primo Enrique…»
Frank Moya Pons acota: «En la Capital, entretanto, Jimenes fue rodeado por muchos de los antiguos lilisistas que buscaban integrarse nuevamente a la Administración Pública. Con el correr de los días Vásquez llegó a creer que su vida estaba en peligro, y llamó a sus partidarios a las armas contra el Gobierno el 26 de abril de 1902, marchando con ellos hacia la Capital y obligando al Presidente Jimenes a salir del país el 2 de mayo.» (Manual de historia dominicana. SD: Búho, 2013, p. 419).
¡Ningún miedo a perder la vida! La creencia de Vásquez, como toda creencia era falsa. El verdadero motivo de la pugna con Jimenes, según se desprende de lo escrito por Moya Pons (2013: 419): era este «… las pugnas políticas en el país se recrudecían debido al interés de los lilisistas en separar a Vásquez de Jimenes, haciéndole creer al Presidente que Vásquez pensaba eliminarlo del poder en las próximas elecciones de 1903, llevando como Vicepresidente a otro candidato, posiblemente de bandería lilisista. Para reforzar la posición política del Presidente Jimenes se creó en esos días un nuevo partido político llamado Partido Republicano (…)Como jefe del llamado Movimiento del 26 de Julio fue rodeado allí por los enemigos de Lilís y por todos los que habían sido afectados por la política financiera de Heureaux.»
En el prólogo a la tercera edición de La Mañosa en 1974, Juan Bosch analiza esas intrigas que desembocaban en las mal llamadas revoluciones que paralizaban “el desarrollo” institucional del país: « … la causa de nuestras guerras intestinas era la lucha de clases, una lucha de clases que carecía de orientación ideológica y que además se llevaba a cabo entre capas diferentes de una numerosa pequeña burguesía que peleaban a muerte porque la guerra civil fue, durante muchísimo tiempo, el canal de ascenso social más seguro que conocía país.» (Guillermo Piña Contreras. “La Mañosa. Estudio. Cronología, notas y variantes”, 2004: 333).
¿Vio todo esto LF? En parte. Paso ahora a la carta de LF a PHU, del 25 de enero de 1902, en la que le plantea que hubo una polémica cuando se representó la obra Consuelo, drama de Ulises Heureaux, hijo. LF le deja el juicio definitivo al autor de “la más atinada” de las crónicas: la escrita por Cyrano de Bergerac. La escenificación fue “un verdadero éxito”, según LF, quien asistió al teatro llevada por don Pancho: «… y nunca he presenciado en nuestro teatro una ovación más ruidosa ni más entusiasta. Se dio dos noches consecutivas con un lleno completo.» (BVega, 92).
No todo es halago para Ulisito. He aquí el juicio de la literata, no de la política, como políticos lilisistas era la mayoría de aquel público que fue a apoyar al cachorro del león caído en Moca el 26 de julio de 1899: «El argumento es vulgar, manoseado; la forma descuidada, incorrecta; pero es un drama. Drama que revela pleno conocimiento de la escena é indiscutible talento dramático en su autor.» Véase la agudeza política de LF: «Ulises emitía juicios tan erróneos ó desautorizados en sus crónicas que decían mui poco en favor suyo (…) se trató de dar viso político á la cuestión haciendo creer que renacía el lilisismo.»
¿Y cómo vio un crítico teatral de finales del siglo XX la obra de marras? Al parecer, solo dos obras de Ulises Heureaux, hijo, fueron a las tablas: Consuelo, vista por LF en 1902 y En la hora suprema, estrenada en agosto de 1925 en el teatro Colón de San Pedro de Macorís.). José Molinaza documenta al menos 11 obras más de Ulises Heureaux, hijo (1984: 88, 90). Al parecer se desconocen los distintos géneros a los que pertenecen tales obras teatrales. Solo se sabe que Consuelo es un drama y La fuga de Clarita, entremés. Faltan pruebas para las demás obras.
¿Cuál es el problema con Ulises Heureaux, hijo, y los dramaturgos que enumera Molinaza desde Llerena en 1588 hasta Juan García, dramaturgo número 159? La respuesta es que, en su mayoría, estas obras no se representaron.
De Ulises Heureaux, hijo, dice Molinaza lo mismo (1984: 71):«De esta época [1901 a 1916-1922] es la mayoría de las obras de Ulises Heureaux, hijo. De las mismas solo tenemos noticias; ha sido imposible localizarlas.