Pero cuando se afirmó en el poder, se volvió orgulloso, lo cual fue su ruina. 2 Crónicas 26: 16
No todos sabemos manejar el poder; este hace que nos volvamos orgullosos y sintamos que no necesitamos a nadie. Muchas veces, este poder hace que nos apartemos de los caminos del Señor y que nuestro corazón se endurezca, hasta tal punto que nuestra familia deja de importarnos y lo único que nos interesa es el dinero, la posición, el estatus, el reconocimiento.
Como hijos de Dios debemos cuidar nuestro corazón para que se mantenga fiel a la Palabra, porque es necesario que aprendamos a ser humildes y a valorar de dónde nos sacó.
No importa cuál sea tu posición, el lugar que ocupas, el poder que tengas, la influencia, los bienes, las posesiones; debes mantenerte íntegro. No seamos como el rey Uzías, quien, cuando se afirmó en el poder, se envaneció y, en ese mismo momento, llegó su ruina; lo perdió todo.
Seamos humildes, reconociendo que todo lo que somos es porque Él nos lo ha dado.