La palabra “todavía” en el tiempo permite enunciar permanencia, persistencia, continuidad y duración.
Llevada esta palabra a las artes plásticas, da resultado a una curaduría que ilumina las técnicas y las narrativas sociopolíticas que nacieron y se impulsaron gracias a la oportunidad que significó la Primera Bienal de La Habana de 1984, hasta la quinta Bienal del Caribe de 2003 en Santo Domingo.
La visita de esta colectiva en el Centro León autoriza volver a implicarnos con las obras de los artistas del Caribe Insular, que entre 1984 y 2004 regalaron propuestas de un arte caribeño comprometido con la condición humana sometida a las consecuencias de la migración ilegal por mar, enfrentando los destinos de los vientos hasta perderse la vida antes de llegar a la otra orilla.
Tony Capellán nos despierta esa memoria con su instalación de 1996, elaborada con chancletas y alambres de púa significando todos los peligros y amenazas de la mayor tragedia que conlleva al mar Caribe en un cementerio marino, para los balseros, los yoleros empujados por la fuerza de los sueños hacia mejores vidas.
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Dos años después el cubano José Bedia, con su obra gráfica de 180 por 298 cm, titulada “Viajero multiuso” con sus líneas y trazos orgánicos, azules, evidencia el pasaje de ida sin vuelta de los cubanos víctimas de las consecuencias de la crisis de los 90…
La elocuencia y vehemencia del mar es un elemento esencial en la Historia humana del Caribe, donde todos los artistas posmodernos se apropian de su referente uniendo una gran diversidad de técnicas y soportes que podemos visualizar con Cayuco en su obra “Indocumentados”, una pieza maravillosa, arte objeto de conciencia elaborada con metal soldado, en un ensamblado cuya poética no choca con el peso del material utilizado porque la metáfora es sublime.
El cuerpo de mujer, con toda su dialéctica anatómica y mística marca una presencia de excepción en las obras de Belkys Ramírez, resplandeciendo con la instalación “de Mar en peor”, presencia única y exclusiva de una artista cuyas figuras femeninas llevadas y talladas en maderas policromacas, permiten al público entrar y salir del conjunto corporal en un movimiento de penetración libre que, teniendo en cuenta la memoria de esta artista nos provoca una experiencia sicológica con la obra removiendo y agudizando nuestras emociones.
Raquel Paiawonsky, sujeta también el mensaje corporal femenino con una instalación que se focaliza en el vestido como estructura del dolor interno y externo de la feminidad encubierta y presa en una vitrina de feminidad presa al acecho de la violencia.
Es indiscutible que esta exhibición intenta revisar un período muy próspero y fecundo de los imaginarios del Caribe, que abrió todas las puertas a la producción artística del siglo 21.
La curaduría compuesta por Sara Hermann, Laura Bisonó Smith y Joel Butler Fernández, alcanza muy generosamente su objetivo, entregando al público la memoria artística de las generaciones que, entre 1984 y 2003, dieron nacimiento a una identidad plástica y visual de nuestra región insular con carácter y técnica propias en un recurso de lenguaje visual humanizante, y revelador ante las convocatorias internacionales de las artes.
La colectiva se extiende a elementos fundadores de la memoria literaria exponiendo los grabados de la puertorriqueña Consuelo Gotay inspirada en el poemario “Cuaderno de un retorno al país natal”, de Aimé Cesaire, padre fundador de la négritude.
Entonces, en el enlace abierto con los nuevos lenguajes literarios y las nuevas apuestas de las literaturas francófonas, celebrando una conferencia encuentro con los lectores en la Mediateca del Centro León, para cumplir con las celebraciones de la Francofonía con la dominicanidad y la caribeidad en 2024 hemos llevado de la mano la asistencia hacia las nuevas literaturas que, en el mismo período, enfocan sus discursos y lenguajes nutriéndose de la herencia de los mayores, para alcanzar un despliegue de nuevas opciones literarias que, como las artes, cuestionan la herencia y la historia para marcar el presente y el futuro con nuevos lenguajes literarios, suscitando propuestas atrevidas de una semántica que abraza la lengua creole con el francés y viste la frase de musicalidad, ocurrencias verbales que crean nuevas materias textuales.
El público tiene a su alcance 106 obras de 85 artistas de nuestra región Caribe insular, con perspectivas de reflexión de género, raza, identidades, cuerpos, espiritualidad, medio ambiente y memoria que representa el conjunto histórico de la gran diversidad lingüística y social caribeña.
El “Tiempo de todavía” enlaza varias generaciones artísticas que han posicionado la producción visual del Caribe en el mundo con fuerza y discurso propio, libre y autónomo con un discurso universal.
La colección presentada hasta finales de mayo del 2024, permite volver medir la producción artística del Caribe con las matrices propias de cada espacio insular y llevar un ojo retrospectivo con y sobre estos artistas que significan en la historia del arte de nuestra región, características nuevas de identidad visual.
Espléndida y abierta esta colectiva contiene una gran variedad de ámbitos artisticos, fotografías, pinturas, esculturas, instalaciones, grabados y videos, ofreciendo al público, un regalo excepcional de 37 láminas de Huella Múltiple, proyecto que entre 1996 y 2020 reunió a 100 artistas cubanos de varias generaciones.
Esta colección de grabados presente con 37 obras presenta el trabajo revolucionario y experimental de una experiencia colectiva con artistas consagrados y emergentes, ampliando las técnicas y el concepto de impresión con la integración de nuevos medios que incluyen nuevas tecnologías.
Si desde la perspectiva dominicana la exibición permite profundizar y agitar nuestra memoria de artistas cuyos procesos y resultados hemos conocido, también nos abre guiños visuales con artistas menos referenciados en nuestra mira, como el oriundo de Barbados Ras Ishi Butcher, que con la pintura “Predator”, de 1994, nos deja con un sabor a Jean Michel Basquiat, tanto en la composición de rostros y cuerpos compenetrados como en la alegoría de colores sobre todo con el ocre, el negro y el azul malva que nos llevan de la mano al mundo de Basquiat.
En cuanto a la pintura dos maestros, Breleur de la Martinique, y Roche Rabell, de Puerto Rico, el primero trabajando en óleo y el segundo con acrílica nos permiten hacer un trabajo de transversalidad comparatista entre la figuración libre de Roche Rabell y el expresionismo de Breleur, que con tres años de distanciamiento proponen nuevas facturas en la pintura del Caribe Insular.
En una palabra, esta exhibición “El tiempo de todavía”, deja abierta la posibilidad de análisis y estudio con métodos comparatistas de la producción del Caribe Insular medible al arte universal.