“Aventuras y desventuras de un joven en la Era de Trujillo”

“Aventuras y desventuras de un joven en la Era de Trujillo”

Libro Aventuras y desventuras de un joven en la era de Trujillo.

Por: Salvador Bretón Holguín
En el marco del 62 aniversario del ajusticiamiento del tirano Rafael L. Trujillo Molina, dictador que gobernó la República Dominicana con manos férreas y sin ningún tipo de escrúpulos, escribo estas cuartillas, a partir de una novela excepcionalmente novedosa por su contenido y forma de expresión de su relato, cuyo autor, el Ing. César Arturo Abreu Fernández, padeció los horrores de esta satrapía. Donde “la vida espiritual (y material) de la Era se convirtió en un gigantesco escenario de abyección“, al decir del escritor profesor Andrés L. Mateo en su exitosa obra “Mito y Cultura en la Era de Trujillo”.

Esta impactante y extraordinaria obra que podemos ubicar en el terreno de las novelas históricas, o mejor dicho, como prefieren algunos estudiosos, conceptualizarla como historia novelada.

Recoge en sus 296 páginas un extenso recorrido por la dramática experiencia vivida por su creador y sus familiares, compañeros de conspiración, lucha y resistencia contra la criminal dictadura trujillista. Editada por Editorial Santuario. Bajo la colección Sociedad La “Progresista, INC” de la ciudad de La Vega. Con un exótico diseño de portada del laureado arquitecto Raúl Morilla.

Hablamos de “Aventuras y desventuras de un Joven en la Era de Trujillo”, estructurada en 41 capítulos bien condensados y explícitos, a su vez, oportunamente logrados, que al leerlos nos lleva a experimentar la sensación y creencia de que estamos observando una cinta cinematográfica de ciencia-ficción (faction), vale decir Fac más Fiction; o sea, el hecho más lo real (J. R. Lantigua). Pero, en este caso concreto, el guion, el libreto y el rodaje se nutren de múltiples hechos reales vividos por su autor.

Sabemos que para convencer al auditorio, desde la antigüedad, se ha recurrido al recurso de la retórica. En la actualidad se privilegia más la narratividad. Y esta aparente disyuntiva nos lleva a pensar en la actividad que encierra el conversar de la retórica, al explicar de los relatos. En esta obra, su creador sabe bien conjugar el verbo conversar con el de explicar pariendo un relato conmovedor y humano; recordándonos una vez más que la condición narrativa es esencialmente antropológica. Es necesario precisar que donde hay hombres, hay narraciones; por tanto, sabemos también que hay lenguaje.

El autor, con mucho coraje y valentía, haciendo gala y uso apropiado de su privilegiada memoria, rescata, por las vías descriptivas y analíticas, los inenarrables hechos oprobiosos ocurridos y padecidos en ese funesto lugar conocido como “La 40”. Señalando por sus nombres y apellidos propios a sus verdugos. Conocemos que toda historia tiene un principio y la nuestra tiene muchas vertientes para ser escrita y seguir escribiéndose, o retomarse de nuevo, cada día, apegado a la verdad histórica.

Confieso que he vivido (P. Neruda). Pero también que he leído la historia novelada que nos ocupa en esta ocasión; con mucho interés y con una alta pasión. Ávido de conocer y entender el perfil siniestro de esta singular tiranía. Al leerla con pausas pero sin treguas experimenté una inmensa conmoción, similar a una catarsis; al constatar estos acontecimientos tan reales, tan nuestros, que sucedieron en un periodo de tiempo y espacio muy oscuro de nuestra historia republicana. Esta experiencia me colocó de nuevo en la encrucijada de reflexionar acerca de la dualidad: ficción versus realidad. Hoy sabemos que la ficción total es un mito.

En esta obra constatamos que la triste y cruel realidad superó con creces la ficción y el mito juntos. El autor supo conjugar, particularmente las secuencias de circunstancias y hechos que alimentan esta historia novelada dejando poco espacio a la ficción.

En efecto, afirmamos, junto a J. R. Lantigua que “la novela es histórica, y de que los hechos históricos se moldean para construir la historia novelada”.

El autor de esta novela, haciendo un buen uso del oficio de la palabra escrita, como un mega atleta de las ideas, hurgando en ese momento incierto, para reconstruir una cascada de acontecimientos vividos por él en carne propia. Confirmándose una vez más que la creación literaria, en palabras del poeta José Mármol, “debe ser un acto de humildad, antes que de temeridad o arrogancia”.

Alguien dijo que “el pensamiento es un artefacto de volar así. El autor, Abreu Fernández hizo acopio de sus vivencias y voló desde esa dolorosa, terrible y oscura tragedia represiva que castraba el sano porvenir de la patria. Desde una soledad reflexiva pudo organizar en ideas y conceptos esos lacerantes recuerdos que pueblan su prodigiosa imaginación, consciente de que ella misma, su soledad, en cautiverio, se convertía en una ascendente espira infinita de creatividad.

De la memoria y las palabras el poeta Bacilio Belliar, en “Vuelo de la Memoria”, plantea que “la memoria es la fuente de la creación verbal. Sin memoria no sería posible hablar, escribir…”

La memoria es para el escritor materia prima de la imaginación. Bien, la memoria participa como intermediaria entre el pensamiento y la intuición, entre el concepto y la imaginación.

El autor, convencido de que la obra, puesta ya en circulación, pasa a ser un fenómeno social que atraviesa el tamiz del crítico, y de ser un hecho individual pasa a ser un cuerpo colectivo, navegando hacia el territorio no de la psicología, sino de la sociología de la literatura y el arte.

Por tanto, al valorar esta obra no pretendemos ser críticos, o ejercer la crítica literaria como tal, pues lo que más nos interesa es destacar, promover y divulgar su alto contenido educativo, didáctico y concienciador que encierra su contenido, elevando así el conocimiento de nuestra historia nacional y, a su vez, fortalecer la conciencia cívica y ciudadana. A sabiendas que el crítico actúa como un ente mediador de lectura entre la obra creada y el público que posee la Doxa Opinión. Toda acción crítica está sostenida por una teoría, y esta a su vez por una ideología, siendo esto materia exclusiva de la crítica literaria.

Apreciamos que esta narrativa de Abreu Fernández además de ser autobiográfica es esencialmente testimonial, desgarrándose entre la esperanza, lo real, lo lúdico y el compromiso militante por una justa causa política, paradigmática y realista. Conjugando sentimientos y pensamientos, fundiéndose en un mismo crisol, percepción e ideas. Las cuales, combinadas sincrónicamente, estallan en un golpe de visión creativa al ponderar y escribir los hechos históricos acaecidos, colocando en primer plano la preservación y afianzamiento de nuestra memoria histórica.

Este orfebre de la palabra recrea el tema de las dictaduras latinoamericanas y caribeñas y nos lleva no al realismo mágico-maravilloso de García Márquez, Alejo Carpentier, sino a conocer los recovecos y las intríngulis del terror dictatorial. La esencia del servilismo como eje de transmisión de esa poderosa maquinaria represiva que existió y se padeció en esta horrible realidad concreta, históricamente determinada (1930-1961), donde la manipulación, el chantaje, la extorsión y las mentiras, como recursos malévolos y sistemáticos del aparato ideológico nos hacían creer y pensar que todo lo que ocurría en el país era producto de un castigo divino.

Inclusive la existencia de un centro abominable: La 40. Allí los prisioneros políticos eran recibidos en un terrible “Coliseo, no romano sino dominicano”, donde recibían todo tipo de golpes, azotes… luego te pasaban a conocer la infernal “Casita en Canadá” con su diabólica silla eléctrica y otras herramientas y utilerías para los más diversos tipos de tortura, ocasionando dolor físico, degradación moral, vejámenes y muertes.

Esta ergástula del terror, “La 40”, era el centro de gravedad de los atropellos más inverosímiles e infrahumanos, sumergiendo a los opositores de este odioso régimen en la podredumbre, penumbra, angustia e incertidumbre. Donde se perdía, en ocasiones, la esperanza, la fe, la alegría de vivir y hasta la razón.

El narrador, convencido de que no hay imagen sin concepto, retoma la imagen. Hace uso magistral de su imaginación hasta captar los detalles más relevantes para elaborar un discurso narrativo que le permitió vertebrar esta importante, oportuna y excelente obra literaria; con un apropiado ejercicio histórico-conceptual.

Finalmente, este autor logra desmitificar algunos de los mitos-sistemas que fabricó este régimen a través de una permanente y sistemática “jerga, así como un dinámico discurso político para legitimarse”, tales como la paz, el progreso, la independencia financiera, etc., verificándose, en la práctica diaria, un maridaje bien acoplado del accionar de los cuerpos represivos, de inteligencia militar, con la estructura ideológica, jurídico-política y social que afianzó esta espantosa dictadura.

Entre otros aspectos, proponemos y sugerimos a las autoridades correspondientes tomar en consideración el real valor histórico de esta novela testimonial para que se incluya como texto de estudio, de consulta o de referencia en el nivel que ellos estimen más apropiado de la enseñanza educativa nacional, como un soporte vital para fortalecer nuestra endeble y frágil memoria histórica.

Esto sería un alto tributo y homenaje póstumo a todos los héroes y mártires, y a todo el que de una manera u otra hizo posible esa gloriosa hazaña conocida como la Gesta del 30 de Mayo del año 1961.

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