Las barcazas tenían Haití como destino. Desgraciadamente, el interés de reformular los precios del mercado de la varilla y cemento, encontraron en Turquía las posibilidades de desmontar un monopolio y sus beneficiarios.
Y al llegar el magnicidio, en ruta y bajo la responsabilidad de suplir el déficit energético, las habilidades y conexiones de poder en ambos lados de la isla decidieron encontrarle una solución práctica. Ya aquí, las barcazas se aproximaron por Boca Chica, pero protestas e inconformidades crearon las condiciones para un destino estratégico: Los Negros, Azua.
Sin los requisitos cubiertos e inspirados en la idea de una licitación impugnada y luego revertida, desde la Superintendencia de Electricidad se allanó el ca mino para que los ciudadanos del remoto paraje del sur del país observaran que, además del clinker, fuel oil y gas, se establecieran las barcazas en su jurisdicción. Así comenzó un pulso con dos aristas claramente definidas: los que no quieren ese elemento nuevo en el sector y los que al amparo del poder y sus contribuciones económicas en tiempos de campaña sienten que es su oportunidad.
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Lo grave es que sigue perdiendo el país. Y si la intención del decreto colocando a la cabeza del gabinete eléctrico a la distinguida vicepresidenta, lo innegable es que en la lógica del poder prevalece la idea asociada al entendimiento de que ellos «son blancos y se entienden».
De paso, una respuesta impopular frente a una normativa que debería colocar en la coordinación al ministro Almonte, pero en Villa Mella no se asimilan los códigos propios de los poderes fácticos del país. Por un lado, el tema explotará porque nada está oculto bajo el sol.
Además, la indiscreción de algunos actores siempre dispuestos a imponer sus pupilos en la Superintendencia, y sus inmensas contribuciones a los aspirantes que, ganado el poder, pretenden recompensas exageradas y posiblemente materia de escarnio.
Esperemos a ver, ojalá la apuesta oficial camine de cerca con el interés nacional. Con la esperanza de que, en Los Negros de Azua, los pescadores sigan representando el 90 por ciento de la actividad productiva, y aquella histórica marginalidad sea digna de mejor suerte. ¡Realmente, hay quienes son insaciables!