“Hasta ahora nada han pedido en mi nombre; pidan y recibirán, para que su alegría sea completa”. Juan 16:24.
En la vida, todos tenemos una historia que contar y más aún, cuando la gratitud nos mueve a llevar fe y esperanza aquellos que lo necesitan.
No puedo negar que al escribir estas primeras líneas me embarga un sentimiento especial, y digo primeras, porque el resto le toca a la protagonista de esta historia, mi querida amiga. Más, quiero manifestar que mi regocijo ha ido en aumento, al ver lo que en principio era un anhelo, convertirse es una hermosa realidad, una mujer de fe siendo madre por segunda vez.
Testimonio de Anyi Lizardo:
Después de tener a mi hija Ella Victoria, he sentido una plenitud tan grande que le he llamado a ella “Fuente de amor”, pues literalmente es conectarse al amor en cada mirada y en cada abrazo.
Un día, analizando la magnitud de la bendición que hemos recibido, entendí porqué su nacimiento había tenido tanta resistencia, y la respuesta fue clara: porque mientras esperaba mi fe era probada.
El Señor fue moldeándome a través del proceso, el cual se basó en varios años de espera. Luego, a pocos días de recibir la noticia de que estaba embarazada, me enfrenté a una “pérdida”, que, según los médicos y los estudios indicados, era un hecho que mi bebé ya no existía. Sin embargo, 15 días después, todo dio un giro, la alegría me fue de vuelta; mi bebé siempre estuvo ahí, desarrollándose satisfactoriamente. Sí, la que según la ciencia dejó de existir, es esa hermosa niña que ves hoy en mis brazos.
Entendí que, a mayor oposición mayor será la bendición. Lo que Dios entregaba a nuestras vidas por medio de ella, no se limitaba en agrandar nuestra familia, el propósito de Dios era mayor, y eso incluía traer a nuestro hogar renovación, transformación y un sin fin de bendiciones.
Por eso, hoy quiero decirte, que sin importar qué tan nublado veas el panorama no pierdas la fe, porque la espera valdrá la pena. Dónde llega Cristo hay VICTORIA.
A ti mujer, que sientes que tu milagro aún no llega sigue orando, sigue clamando. Asegúrate de identificar qué quiere Dios de ti para entregarte esa bendición y hazlo, porque no te arrepentirás.
¡Pruébame dice el Señor!
Dios te bendiga.