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Terminados los temas colombianos, es menester volver a lo poético-político, donde hay que volver cuando todo en un país ha naufragado, como dijo Pedro Henríquez Ureña cuando invocaba la cultura como práctica social que salva a los pueblos y que, si no yerro, lo leí en Antonio Caballero y su Historia de Colombia y sus oligarquías cuando cita a un paisano suyo, Gómez Restrepo, quien dijo lo mismo para su país al copiar al pensador dominicano de la primera independencia literaria de Iberoamérica.
Aunque no me cansaré de reiterar que la falta de conciencia política, conciencia nacional, conciencia de clase y conciencia de ser sujeto es la responsable de que en Iberoamérica no se hayan instaurado Estados nacionales verdaderos como los Estados Unidos, Inglaterra, Alemania o los países nórdicos europeos y, en cambio se hayan consolidado Estados clientelistas y patrimonialistas basados en la corrupción y la impunidad y que, si bien no son Estados esclavistas como lo fueron Esparta, Grecia, Roma, España con sus grandes y el sur de los Estados Unidos con su algodón, son oligarquías iberoamericanas donde solamente faltan los esclavos, pero que ahí están los pueblos explotados que juegan el papel de posición de los antiguos esclavos espartanos, griegos, romanos y sudistas y que tales pueblos, aunque son fuerza de trabajo asalariada, las clases que los gobiernan son oligarquías sin esclavitud, pero subordinadas a los Estados nacionales verdaderos que ocupan hoy la posición de los que dirigieron en el siglo XIX el comercio triangular África-Europa-América.
Podrá llamarles países iberoamericanos dependientes de las antiguas metrópolis esclavistas, porque una amplia fracción de la clase trabajadora es asalariada, pero la inmensa mayoría de esos pueblos explotados usan la moneda y la mercancía como la usaban los Estados esclavistas de Esparta, Atenas y Roma y los sudistas norteamericanos.
En los Estados iberoamericanos las clases que reemplazaron a las oligarquías esclavistas son hoy incuestionablemente dependientes de los Estados Unidos y de los Estados nacionales europeos que en el siglo XIX controlaron el comercio triangular África-Europa-Estados Unidos: es decir, juegan la posición de productoras-vendedoras de mercancías a los Estados nacionales verdaderos y compradoras de los artículos industriales, tecnológicos, alimentarios, culturales, que estas oligarquías necesitan para reproducir el esquema de poder que las sostiene con la subordinación de la fracción burguesa y los pueblos explotados que gobierna.
Es en este contexto y en estas condiciones socio-políticas y económicas e ideológicas donde los escritores iberoamericanos produjeron sus textos literarios en los siglos XIX y XX y continúan produciéndolos en pleno siglo XXI. En el siglo XIX tuvieron valor literario los textos que orientaron la política del sentido a la transformación del ritmo-lenguaje y las ideologías colonialistas hispánicas, eurocéntricas o estadounidenses y tales textos correspondieron a la primera independencia literaria de Iberoamérica inaugurada por Rubén Darío a escala poética y por Bolívar a escala política. Pero la segunda independencia política y literaria en la que nos encontramos en el siglo XXI, no es posible realizarla con las ideas políticas y literarias de los siglos XIX y XX.
Este mundo nuevo político y literario del siglo XXI solamente podrá ser construido si lo que fueron los siglos XIX y XX se transforma con los conceptos de Henri Meschonnic de sujeto y poema, individuo y lo social, ética y política, Estado, poder y sus instancias, discurso e ideologías, ritmo y traducción, lenguaje e historia como una misma y única teoría y, además, con los conceptos que quedan hoy en pie de la lingüística científica que fundara Ferdinand de Saussure a partir de 1916 con la publicación de su libro “Curso de lingüística general”, y que se reducen a cinco: 1) lo radicalmente arbitrario e histórico del signo lingüístico, 2) el sistema, 3) el valor, 4) el funcionamiento y 5) la lengua como pura forma, no sustancia. El resto es cháchara metafísica.
Este es el programa político y literario a seguir por parte de los políticos profesionales que crearán Estados nacionales verdaderos, los intelectuales que crean un arte de pensar nuevo y los poetas y escritores que crean con sus textos ritmos-sentidos nuevos para una cultura-sociedad que ha comenzado a formarse y que en Iberoamérica tiene por delante cuatro siglos y medio para ver su realización.
Los intelectuales y los escritores tienen una tarea enorme por delante. Tarea similar al portento de la Ilustración que creó un Estado nuevo, un concepto nuevo (el de individuo, inseparable del Estado burgués) y una declaración universal de los derechos humanos que todavía no tiene aplicación planetaria.
Debemos explicarles con lujo de detalles a nuestros países iberoamericanos por qué nuestras oligarquías no pudieron pasar a ser burguesas; hay que explicar hasta la saciedad las condiciones para que un sistema social, político, cultural y económico sea capitalista; hay que explicar lo que es un Estado clientelista y patrimonialista y cómo esta forma de Estado es inseparable de la corrupción, la impunidad y la violencia terrorista; hay que explicar, porque es nuestro vecino más cercano, la razón por la cual los Estados Unidos devinieron en un imperio tan fuerte como lo fueron en su día Grecia, Roma, España, Inglaterra, Francia; por qué las colonias inglesas de Norteamérica tenían ventajas en el comercio triangular África-Europa-América y cómo las oligarquías coloniales americanas fueron las beneficiarias, como intermediarias, entre los esclavos que producían y las burguesías europeas y cómo, a pesar de estas ventajas, las oligarquías esclavistas del sur de los Estados Unidos e Iberoamérica no podían sostenerse en la era industrial (=los productos que producían eran más caros que los producidos por las máquinas).
Aun así, produciendo más caro que las máquinas, ¿cómo lograron las oligarquías iberoamericanas sobrevivir hasta hoy, ser hegemónicas, subordinarse a la fracción burguesa y a las clases trabajadores y crear pueblos inmensos explotados brutalmente?
Para la explicación taxativa de esta supervivencia de las oligarquías iberoamericanas deberá explicarse que esos pueblos compuestos por millones de personas sumidas en la miseria (burgueses, pequeños burgueses con o sin medios de producción, obreros, campesinos, intelectuales, escritores, feministas, marginados, desempleados crónicos, LGTBi, etc. etc.) sufrieron, desde la época colonial, una distorsión síquica y sicológica que les hundió en el anonadamiento, en la depresión extrema que pervirtieron los hábitos mentales que la población heredó de las oligarquías que se alzaron con el poder después de la primera independencia política hecha en contra de España. Hábitos mentales y sicológicos que hoy persisten en demasía, porque el poder oligárquico y sus intelectuales ancilares se han ocupado de inculcar esas distorsiones a las clases subalternas a través de escuelas, universidades, iglesias, radio televisión, periódicos, literatura del signo, artes populares. Verbigracia, una de ellas: para el Estado oligárquico dominicano el trabajo es tarea de esclavos, no de hombres libres.
De ahí el éxito de un merengue oligárquico como “El negrito del batey”, con letras de Héctor J. Díaz e interpretaciones de Joseíto Mateo y Alberto Beltrán. Este merengue reproduce la ideología de la oligarquía realista española para la que el trabajo era un enemigo, ella se lo dejaba al esclavo hispanoamericano y a los pueblos explotados de España por las 54 familias ducales que dominaron a aquella nación peninsular desde el siglo XVI hasta el siglo XIX y, hoy, por un tour de force de Franco, han logrado sobrevivir como monarquía constitucional. Así son las oligarquías: las de Esparta, Atenas, Persia, España, Iberoamérica, lograron sobrevivir allí donde no se produjo una Revolución francesa.