Caamaño, prosa de guardia; Taveras, prosa civil; y Bosch, literaria y de guerra social

Caamaño, prosa de guardia; Taveras, prosa civil; y Bosch, literaria y de guerra social

§ 1. Cuando se pronuncia el apellido Caamaño en la República Dominicana, todo el mundo sabe que nos referimos al coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó. Para los demás casos, siempre se especifica el nombre: Fausto, Claudio, Álvaro, etc. Desgracia: cuentan que el hombre encargado de llevar a Caamaño desde Londres hasta La Habana sin dejar rastro era un doble agente de Cuba y los Estados Unidos. Y tanto que se cuidó Caamaño, según su Correspondencia (1967-1973, (Santo Domingo: Archivo General de la Nación, 2023) de que no se supiera su paradero hasta que él no lo revelara.

§ 2. El hermetismo de la correspondencia que Caamaño envió desde Cuba a sus enlaces en Europa y República Dominicana es de un secretismo tipo la sociedad La Trinitaria, es decir, propio de una conspiración bien urdida, que no deja huella ni oral ni escrita en palabras de Pedro Troncoso Sánchez. Pero queda por determinar si los servicios secretos de ambos países lograron apoderarse de algunas de las cartas e instrucciones de Caamaño a sus enlaces europeos y dominicanos y si conocieron los planes políticos del líder de la revolución de abril de 1965 de venir a dirigir una guerra de guerrillas al país para acabar con el régimen “oligárquico e imperialista” de Balaguer e instaurar un régimen comunista a semejanza del de la Cuba de Fidel Castro.

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§ 3. En mi libro Memorias contra el olvido relato una conversación con Bosch en uno de esos minutos de descanso cuando corregía en su antedespacho las obras completas que se propuso publicar para antes de las elecciones de 1990 el comité que celebró su octogésimo aniversario. Le pregunté a Bosch, para hurgar en su pensamiento político fuera de los discursos protocolares o artículos de política coyuntural, que si a su criterio había alguna diferencia entre una dictadura de derechas y otra de izquierdas. La respuesta fue que no había ninguna diferencia. Naturalmente, como yo sabía, por su libro Cuba, la isla fascinante, por el tiempo vivido en aquella isla, por las relaciones de matrimoniales con una dama cubana y por su antillanismo hostosiano, la gran devoción que Bosch, martiano, le profesaba a Cuba, no quise hacer la comparación entre la dictadura de Trujillo, de derechas, y la de Fidel Castro, comunista o dictadura del proletariado, de izquierdas. Pero en aquella conversación, antes de que cada cual volviera a sus asuntos, le planteé el problema de la razón de Estado propia a cualquier régimen político, y su respuesta fue que, aunque era imposible que un Estado funcionara sin ella, el mejor gobierno sería aquel que la aplicara con nobleza. Aquella metáfora política nos llevó al planteamiento de que, en virtud de dicha razón de Estado, todo Estado es, por definición, instrumentalista. Y enseguida, para terminar la conversación, le planteé, que a partir de sus libros Composición social dominicana y La pequeña burguesía en la historia dominicana el discurso sobre la historia de nuestro país queda despojada de los mitos con los cuales había sido escrita por los historiadores tradicionales. En esos dos libros, los sujetos que participaron en las luchas políticas han sido analizados a partir de una ética de las acciones y los intereses de clases de los protagonistas. Y en virtud de esas luchas por imponer o lograr el triunfo de esos intereses, ¿por qué los dominicanos seguían creyendo en los falsos héroes de que está llena nuestra historiografía? La respuesta fue sencilla, como fue siempre el discurso de Bosch: los mitos son necesarios porque le aportan una cohesión interna a la sociedad en graves momentos de crisis y el político que no tome en cuenta esos mitos y los falsos héroes en los que cree la gente común, y la no tan común, corre el riego de no entender la cultura y al pueblo que la sustenta.

§ 4. Estas opiniones de Bosch, copiadas aquí, aunque no lo parezca, se relacionan con el doble papel jugado por Caamaño en su calidad de líder de la guerra patria anti-imperialista de abril de 1965 y su decisión de comandar una expedición desde Cuba, con solo nueve hombres, para iniciar una guerra de guerrillas e implantar, si triunfaba, un régimen comunista en el país. El Caamaño creyendo en la democracia representativa hasta 1965 se volcará, desde Londres hasta Cuba, en un creyente en el comunismo y en el foquismo como su método de alcanzar el poder. ¿Qué cambio tan brusco llevó a Caamaño a creer, cuando el foquismo había dejado, con la caída del Che Guevara en Bolivia y con el inicio, en Europa, con la primavera de Praga, del fin del socialismo en los países del Este? Y, sobre todo, cuando desde el mismo lugar del poder del socialismo -Cuba- se le aconsejó que ya en nuestro país eran otras las condiciones políticas, económicas, sociales e ideológicas, luego de la recomposición del frente oligárquico en el Caribe y en América Latina. E incluso, desoyendo las voces de los enlaces dominicanos a quienes envió emisarios para buscar apoyo en esos partidos que en 1965 le respaldaron en su guerra contra el invasor yanqui y le aconsejaron no venir al país y aparecer en uno de esos países como Vietnam, para desde ahí, con todo el prestigio de que gozaba en la sociedad dominicana, venir a su tierra para librar el combate por otros medios para acceder al poder. Pero aparte del fin del foquismo, el cambio de condiciones políticas a partir de la desideologización de la sociedad dominicana y la política de contrainsurgencia desplegada por los Estados Unidos y el gobierno de Balaguer para acelerar la industrialización del país, el realce del turismo y una economía cada vez más volcada en los servicios, al parecer ni Caamaño motu proprio ni sus asesores políticos, por lo que se lee en la Correspondencia, en el Diario y en los Documentos de los tres volúmenes publicados por el Archivo General de la Nación, no se advierte en ellos ninguna huella de la lectura de autores de la Escuela de Viena, como Leopold von Mises, quien vaticinó, ya en 1924, en su texto titulado Socialismo la caída de los regímenes comunistas o socialistas en Europa del Este al no existir en él la ley de la oferta y la demanda, en ese tipo de economía planificada; y, sobre todo, al serle inseparable a los regímenes comunistas o socialistas la existencia vital del partido único, propio de cualquier dictadura, sea de izquierdas o de derechas.

§ 5. En la próxima entrega, analizaré lo que llamo “la prosa de guardia” en Caamaño, la cual es inseparable de una profunda concepción de la solución de los problemas políticos, económicos, sociales, históricos, ideológicos y culturales de su país a través del mesianismo, el redentorismo de la lucha armada en franca obviedad de la frase martiana a Máximo Gómez de que un país no se gobierna como se gobierno un cuartel. Ese mesianismo y ese redentorismo están patentes en toda la correspondencia de Caamaño dirigida a sus enlaces dominicanos en el exterior y el país.

§ 6. Veremos también en la próxima entrega lo que llamo la prosa civil del columnista José Luis Taveras, cuyo artículo “El pan nuestro de cada día”, Diario Libre, 11 de abril de 2024, empalma con la “prosa literaria y de la guerra social” de Juan Bosch cuando ambos confluyen en el mismo punto para nuestro país y -apunto yo- para América Latina toda, que desde la primera independencia realizada por Bolívar y los demás libertadores hasta los poetas del modernismo con Darío y los demás intelectuales que fueron su teoría literaria, se vislumbra para nuestro hemisferio iberoamericano una segunda independencia, por realizarse, con líderes que no sean ni mesiánicos ni redentores acompañados por los venideros poetas e intelectuales del partido del ritmo y cuyo tiempo es imposible de precisar, pero será bastante largo, tan largo como la frontera del año 2476. (CONTINUARÁ).