Fue uno de los presidentes más honestos y puros de la República Dominicana. En su gobierno de apenas un año, formó cuerpos de bomberos en las provincias, impulsó la terminación e inauguración del puente Ulises Heureaux que enlazaba la parte oriental de Santo Domingo con la occidental, concluyó el Ferrocarril Central Dominicano, que unía a Santiago con Puerto Plata, y ofreció especial atención a la educación escolar pues una de sus primeras ocupaciones, antes de ser Jefe de Estado, fue la de maestro.
José Bordas Valdés apenas se menciona a pesar de que estuvo entre los vivos hasta 1968 y lo conocieron diferentes generaciones. Ha recibido como homenaje la designación con su nombre del salón de sesiones de la Alcaldía Municipal de Los Alcarrizos.
Pero lo que se llama “Avenida” José Bordas Valdés es un caminito que alguna vez estuvo asfaltado.
Del soldado, militar, educador, gobernante, senador de la República, gobernador de varias provincias y decidido defensor de la soberanía nacional tanto en 1916 como en 1965, hablan con emoción y orgullo sus biznietos José Nicolás, Freddy y Américo Alejandro Bordas, de las generaciones más antiguas de esa familia. Se refieren indistintamente al ilustre ancestro como el general, el presidente, “el viejo” o “Papelo”.
José Nicolás expresa que su antepasado tenía “un valor que rayaba en la temeridad y una hidalguía fuera de serie. No maltrataba ni mataba ningún prisionero. Era cortés, amable, decente”.
Bordas Valdés no fue ajeno a los constantes alzamientos armados de principios del siglo pasado. Tomó parte en múltiples operaciones militares. “Su arrojo, valentía y coraje bélico le ganaron fama y buen nombre como guerrero y estratega militar. No mandaba a otros, sino que, dando el ejemplo, fue siempre el primero en el frente de batalla”, escribió Américo Alejandro.
Dirigió combates en Monte Cristy, Dajabón, Paso de la Madre, Juan Calvo, Lago Suela y Atolladero, en la Línea Noroeste; Cucurucho y San Francisco, en Moca; “los sitios” de la capital, Santiago y Puerto Plata… Alcanzó el rango de general.
Expresan que “nunca presumió de sus victorias, combatió con dignidad sin transgredir las normas del honor, del respeto y de la consideración. En él la prepotencia y la soberbia no tuvieron cabida”.
El padre de Américo Alejandro le contaba que no parecía un hombre de armas. “En la intimidad del hogar jamás pudimos observar en él la menor alteración o una palabra descompuesta. Frente a todas las adversidades, la serenidad de su palabra y su actitud mesurada eran siempre nuestro mejor aliento”.
El presidente. Américo Alejandro, médico y catedrático de dos universidades, describe el ascenso al poder de su ancestro. “Siendo senador, tras una crisis política que culminó con la renuncia de monseñor Adolfo Alejandro Nouel como presidente de la República, por alegadas presiones que contra su gobierno ejercían partidarios de Desiderio Arias y de Horacio Vásquez, Bordas Valdés fue electo Presidente Constitucional el 14 de abril de 1913, cuando contaba 38 años de edad”.
Su mandato, agrega, se desenvolvió entre frecuentes convulsiones políticas y levantamientos guerrilleros, “pero él estuvo siempre dirigido a lograr la pacificación del país, a mejorar la maltrecha economía, a la formación de maestros, la construcción de escuelas y la creación y el fortalecimiento de cuerpos de bomberos…”.
La situación descrita “no logró que pudiera llevar a cabo su proyecto de gobierno y tuvo que presentar renuncia al cargo el 27 de agosto de 1914”.
Afirma que se apartó “de una vez y por siempre de toda actividad política. Se retiró a un pequeño predio que poseía cerca de Los Alcarrizos donde se dedicó a labores agrícolas, a la crianza de aves de corral y a enseñar, como maestro de vocación”.
Hay quienes han escrito que Bordas Valdés “dio indicios de su interés en mantenerse en el poder”, lo que desmienten sus biznietos. “Llegar a la Presidencia fue algo que no aspiró nunca. Alcanzó esa posición por una votación de consenso de diputados y senadores y lo eligieron, pero por segunda vez porque la primera dijo que no. Lo eligieron por aclamación”, expresa José Nicolás, mercadólogo y profesor universitario.
Freddy, recaudador de impuestos, destaca el “profundo respeto” de su bisabuelo a los derechos humanos “y sobre todo la honestidad acrisolada con los valores del presupuesto nacional”.
“Ni mató, ni robó”, ni se enriqueció con el erario, afirman. “Murió viviendo de una pensión de 200 pesos que le puso Trujillo, quien quiso atraerlo a su gabinete y él se negó, alegando enfermedad.
Le ofreció la legación diplomática en París, para que lo atendiera el doctor Marión y le contestó: “Agradezco, pero sería exponer la imagen de su gobierno, dirán que usted ha nombrado a un hombre enfermo”.
José nació en Santiago el seis de agosto de 1874, hijo de Francisco Antonio Bordas y Bernardina Valdés, de familia acomodada. Desde pequeño mostró preocupación por el atraso económico, social y cultural del país.
Al concluir sus estudios secundarios ingresó como maestro en el Liceo Yaque, dedicando al magisterio sus años juveniles.
Integrado a la milicia, fue comandante de armas en Mao y Dajabón.
En 1904 ocupó el cargo de gobernador de Santiago y posteriormente de San Pedro de Macorís, Puerto Plata, Monte Cristy y San Francisco de Macorís. En 1910 fue senador de la República.
De elevada estatura, bien parecido, fornido, esbelto, admiraba a Lilís por su valor y a Napoleón por sus estrategias, narran los biznietos.
Estuvo casado con Rita Dolores Borrell. Fue el padre de José Rafael, Adela Mercedes Bordas Oemler, hija de la isleña Emilia Oemler y Antonio Otilio (Titico), cuya madre se llamaba Isabel. El vástago era opuesto al régimen de Trujillo. Murió ahorcado.
El expresidente falleció el 12 de julio de 1968, a los 93 años. Atribuía su longevidad a que nunca endulzó con azúcar sino con miel, no comía pan, nunca tomaba agua del refrigerador, sino de tinaja y empleaba poca sal en sus alimentos
Tras su muerte, ocurrida en la calle “Santiago Rodríguez”, donde residía junto a su nieto el doctor Fernando Bordas, el gobierno de Balaguer decretó tres días de duelo oficial. Se le rindieron honores correspondientes a un Jefe de Estado.
La calle
Para los descendientes de Bordas Valdés, esa “avenida” “es una injusticia histórica”. “El general Bordas Valdés amerita ser recordado por una vía céntrica en un área urbana de Santo Domingo”, consideraron.
Freddy declaró que “es de gran importancia que las generaciones actuales conozcan ejemplos de hombres como él, como son los de la honestidad y la valentía”.
En alguna época lejana, cuando aún no se habían dividido los municipios, la calle se la asignó el Ayuntamiento del Distrito Nacional, según informó una empleada de la alcaldía de Los Alcarrizos.