En los últimos meses se ha renovado el interés legítimo de modificaciones al Código Tributario, unas veces para tomar medidas fiscales, otras para simplificarlo y otras para facilitar la formalidad de los más débiles y emprendedores.
No obstante, en el contexto actual luce muy difícil que algunas de estas iniciativas vayan a prosperar, pues se le teme como el diablo a la cruz tocar dicho instrumento legal.
Debemos advertir que si esta actitud es mantenida, constituiría un gran problema para el país, de consecuencias impensables, cuyo costo en la economía nacional conllevará a males imponderables y perjuicios mucho mayores que los que ocasionarían o estén ya aconteciendo por la aprensión de corregir ahora lo que se evidenció desde que asumió el poder el nuevo Gobierno.
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Recordamos que cuando se planteó la reforma fiscal con el mínimo de gravamen al consumo y con una mayor carga a las riquezas, se produjo un ataque feroz en contra del intento, con una notoria maledicencia demostrativa de hacer daño más que a defender los intereses de los menos favorecidos por la fortuna, pero dicho intento fue desestimado.
Después se intentó modificar el Código Tributario para simplificarlo, ya que ha habido quejas justificadas que indican las dificultades que tienen muchos contribuyentes para cumplir con sus obligaciones contributivas, pero la oposición señalada se ha manifestado con las mismas durezas que ha creado un ambiente de resistencia que impiden su realización.
La tercera intención de modificación tendente a facilitar el desenvolvimiento de los emprendedores, pero hay quienes se oponen a esta intención y desaprovechan corregir los males, para lo que todavía hay tiempo.