I.-Llueve en Manhattan
y emerge
la verdadera ciudad.
Fluyen sus contornos
sus ventanas y puertas desbordando
la contienen.
Las miradas son lágrimas
su océano.
II.-
Me ahogo en el alma
digo …el asma
pero nada impide que avance hacia ti
Walt amado
amado Whitman.
III.-
Corremos a/penas
por difusos túneles de niebla
el verde es solo presencia en la memoria
los árboles una proyección de sombras
reflejada en el aire.
Tiene que ser así
para una hija del agua
Ochún que regresa
por los caminos de Oyá
hacia la rocosa vitalidad
de Walt Whitman.
IV.-
Reencuentro en la llorosa dimensión
de los sauces
de este peregrinaje
A José Martí
con su ojo desplazado
de caribeño sin verdes
verde- verde que acarreamos
-maravillosa carga-
a ciudades y puentes
donde el hierro y el cemento ganaron la batalla.
“…A las puertas de la estación
de Nueva York.
millares de hombres, agolpados …
nos impiden el paso.
levántanse por entre la muchedumbre
cubiertos de su cachucha de azul humilde
las cabezas de los policías de la ciudad
que ordenan la turba”.
Los hombres “se perpetúan, amontonados
y jadeantes”.
“La ciudad toda se habla
en voz alta
como si tuviera miedo
de quedarse sola”.
V.-
Tú veías obreros felices
bellos hombres y mujeres
que aún no eran estas
marchitas sombras.
VI.-
Tú veías la victoria del hombre
sobre el vidrio y el metal
donde Martí escuchaba
la resquebrajadura.
VII.-
Tú cantabas a las hermosas columnas
del puente Brooklyn
que victoriosas penetraban al Hudson
con plácidos y a veces violentos
orgasmos de agua dulce.
VIII.-
Cristo de estos lares
Martí escuchaba el grito acumulado
de los obreros que resbalaban y caían
y veía en las columnas
apilados huesos
insomnes calaveras
aplastadas aves
el leve paso de la masa
que cementaba sus orígenes.
IX.-
Un sol triunfante ilumina lo que queda
de tu calle
donde esos obreros felices
y esos cuerpos musculosos
son hoy reminiscencia.
X.-
Un anciano negro
con sombrero y barba larga
está sentado en los escalones
de tu casa
Te saludo en él
¿Sera él ese niño negro
que anunciaría a “los blancos del oro”
“La llegada del reino de la espiga”?
Pero no crece la espiga
entre en el asfalto
en este Camden donde hoy
“una danza de muros agita las praderas”
“ América se anega de máquinas y llanto”
y tú, “bello Walt Whitman”
duermes “a orillas del Hudson”.
XI.-
Detrás
de lo que fue tu patio
están las casas de tu tiempo
dilapidadas y lapidadas
con gruesas planchas de madera y de metal
que tapian
el olor a pastel de manzana
las plegarias que bendecían la mesa
el agua chorreando en las bañeras
las risas y las voces
de la infancia que subía y bajaba
de la vida
las escaleras
la música, la danza
el afán juvenil
los pausados pasos
de la maternidad.
XII.-
Esa no es tu América, Walt
es la de los negros esclavos
hoy bajo el látigo de las adicciones
tus pájaros son ahora de vidrio
que en las oscuras aceras
yace roto, desparramado, esparcido
en rotos arcoiris.
XIII.-
La lluvia permite que ahora
entienda por qué el ingeniero del puente Brooklyn
yacía inerte junto a un ventanal
en las colinas de Nueva Jersey
observando cómo se abría paso
el puente que el gentilicio rechazaba
temiendo a las hordas de Manhattan.
Su mujer lo cruzó desafiante
cargando un gallo rojo
en el regazo…
XIV.-
José Martí supo por qué
pero tu Walt no lo viste
con tu ojo premonitorio de poeta
de una América que hoy suplanta el bosque
al final de tu calle
y amenaza el ventanal
de tu edad anciana
si es que alguna vez
anciano fuiste.
XV.-
Un mulato joven
avanza vacilante
tiene el pelo largo y lacio
y las facciones de indígena.
Suplica en correcto español
por un dólar, le damos dos
y se pone a llorar como un niño huérfano.
XVI.-
Esa es nuestra América Walt
nuestro Machu Picchu desplazado
a lo que queda de tu calle
por donde arrogante asoma
ese otro Manhattan de acero
que es el corazón de Filadelfia.
XVII.-
Es una felicidad
nacer y morir a tiempo
cuando la isla era tuya aún
“¡Oh Manhattan my own, my peerless!”
Y, … “como delante de un cojo”
pasaban volando las hojas de hierba
“la inmensa pasión de la vida,
su pulso y su poder”
callejero caos donde la gente
“interminable, fluyendo, con voces fuertes y pasiones”
eran “mártires hermosos, entrañas de la grandeza,
concierto de la fábrica eterna
grumos de gloria”
Manhattan
donde “la ciudad nueva
era un campo de amor robusto”
y los ojos “carne y oferta de pasión”.
XVIII.-
Es una felicidad nacer
y morir a tiempo
cuando tu calle se llamaba
Mickle Boulevard
Y no Avenida
Martin Luther King.