La Dra. Daisy Cocco DeFilippis ha creado una tradición en Hostos Community College que rescata el mandato de don Eugenio: ¡Hay que enseñar América a pensar!
Fundadora del Movimiento Hijas de Camila, aprovechamos el 50 aniversario de su deceso para organizar un panel que se llamó ¡Ser Intelectual Hoy”, donde participaron la profesora Inmaculada Lara Bonilla, el profesor Humberto Ballesteros, Daisy y quien esto escribe.
Un estallido de color y alegría nos recibió al entrar en la Galería de Arte, con una Katrina inmensa, máscaras y esqueletos inaugurando una exposición sobre el Día de los Muertos en México, primer disparo de felicidad.
El otro fue el inicio del panel, con las brillantísimas ponencias del profesor Humberto Ballesteros, quien recibió el Premio Nacional de la Ciudad de Bogotá en el 2020, con su novela: “Como destruir una Ciudad”, recuperando una práctica ancestral de la vida intelectual que se ha venido perdiendo en Dominicana: el arte del diálogo, la aristocrática tradición del debate respetuoso de las ideas, la inmensa alegría de la conversación inteligente.
En su ponencia: “El Escritor como pensador no intelectual: En torno a una idea de Juan Rulfo”, Ballesteros relato que en octubre de 1880 la revista de la Universidad de México publicó la transcripción de una charla que dictó Juan Rulfo ese mismo año en la Escuela de Diseño. El evento se llamaba “El desafío de la creación”, y el extraordinario mexicano habló con usual sencillez de su proceso de escritura, su miedo a la hoja en blanco, su búsqueda paciente de los personajes y el lenguaje adecuados, y en medio de esas reflexiones intercalo unas frases sobre la relación entre el escritor y el intelectual, que cito:
“No es una exposición brillante que les estoy haciendo, sino que les estoy hablando de una forma muy elemental, porque yo le tengo mucho miedo a los intelectuales, por eso trato de evitarlos; cuando veo a un intelectual, le saco la vuelta, y considero que el escritor deber ser el menos intelectual de todos los pensadores”…
Ballesteros concluye que “esa afirmación podría pensarse como una postura anti-intelectual. Pero, ¿no es absurdo que diga algo así el autor de “Nos han dado la tierra”, una feroz crítica al fracaso de la reforma agraria de principios de siglo XX en México; y, “Es que somos muy pobres”, desgarrador retrato de la miseria del campo en medio del abandono estatal? Rulfo, afirma, nunca evita los problemas sociales o políticos; de hecho son centrales en sus cuentos y su única novela. En qué sentido entonces, es el menos intelectual de los pensadores quien retrata con tanta precisión los problemas de su gente, su país y su tiempo?
El intelectual, dice Rulfo, no es simplemente aquel que se dedica al pensamiento. Es alguien que por medio de dicho pensamiento busca influir en los demás. Es escritor de ficción, dice Ballesteros, no se debe a si mismo sino a sus relatos, que son su forma de seguimiento y obediencia a un tipo de escucha.
¿Escucha de qué?
De la verdad, “esa verdad particularmente escurridiza que solo es posible capturar por medio de hermosas mentiras…aunque hoy existe una “triste contaminación de la verdad mentirosa de la literatura por medio de las mentiras verdaderas de la triste e insidiosa vida de los poderosos”.
Y, con esta cita, Ballesteros hace su llamado a los y las intelectuales: “No olvidemos el rol esencial que cumplen quienes se dedican a dejar que la literatura les suceda. Quienes escriben callados, con voces que no son la suya, para que el mundo que sin palabras que lo cifren se desvanece segundo a segundo, exista de verdad y de verdad permanezca. Esos más que intelectuales son pensadores, es decir vehículos de pensamiento”.
Vi sonreir a Camila en el público, y a su modo contradecir al profesor Ballesteros:
“Para instruir a los que ignoran necesitamos la difusión de la cultura, para difundirla necesitamos que la escuela y la catedra y la tribuna, y las exposiciones, y prensa y radio y el teatro y el cine, nos sirvan para fines más ennoblecedores que … corromper definitivamente el gusto literario y artístico. Se impone una campaña de propagación cultural cuidadosamente organizada con criterio de selección”.
“La Mujer y la Cultura”, en Camila Henríquez Ureña. Estudios y conferencias, selección y prólogo de Mirta Aguirre. La Habana: Editorial Letras Cubanas, 1982. Pág. 447-458.
Había comenzado la discusión y una especie de alegría casi olvidada invadió el espacio, era el desafío intelectual, la discusión inteligente, la búsqueda en las posiciones aparentemente contrarias de la verdad. Rulfo con su llamado al silencio y aparente retiro del debate público; y Camila con su llamado a la difusión incesante de la cultura, de la opinión, del debate, del fomento de “la única revolución que no se había realizado antes: La del conocimiento”…
Le tocaba a la delicadísima profesora Bonilla Lara intervenir y lo hizo citando a la filósofa formal y andaluza María Zambrano, con su: “Experiencia poética y los géneros del pensamiento”, donde cita su libro: “Hacia un saber sobre el alma”, y su ensayo “La Guía, una forma de pensamiento”, abogando por una sabiduría, que combina la razón, como orden y dominio, y el conocimiento del pensamiento poético y la expresión sobre el cosmos, la naturaleza y lo inefable, como algo que no podemos dominar o comprender a través de la razón. Zambrano, dice Lara, aboga por un retorno al orden del corazón, que solo la razón no es capaz de comprender.
Y, para demostrar ese tipo de síntesis intelectual-emocional, Bonilla Lara concluyo su ponencia con un poema que se llama Azulejo de la Muerte que nos dejó sin aliento:
“Cuando te pregunten y te apunten con la largura inmensa del rifle erecto, acuérdate de nuestro pan.
Cuando te dejen sentado, con un azulejo y una pared como únicos testigos, acuérdate de las yemas que buscaron el latido de tus manos del aire que anidó en el hueco amoroso de tu abrigo y cuando no puedas respirar,
… recuerda el suelo de la casa, los ojos iluminados de las niñas, …las escaleras, los brazos o el vientre el lecho donde nos concebimos”.
Era mi turno, con “Ser intelectual hoy, una antigua pregunta”, tour de force sobre el pensamiento occidental y sus orígenes, y apelé a Fernando Pessoa y su Desasosiego: “El arte vive en la misma calle que la vida, pero en una habitación diferente. Nos alivia de la vida, pero no de vivir”.
Concluí con la mal llamada “Cuarta Revolución Tecnológica” y su promoción de la banalización del rol de la intelectualidad, el fomento de la despolitización, el individualismo y la falta de empatía o solidaridad con los condenados de la tierra. El fomento de una nebulosa entre el mal y el bien, el mercenarismo, la constante amenaza del militarismo y guerrerismo, la ya casi inevitable destrucción del medio ambiente, la amenaza de extinción del planeta vía la guerra nuclear y la conversión de la verdadera intelectualidad en seres que como afirma Pessoa: “sufren la indiferencia que emana de haber sufrido demasiado”.
Y, con el poderoso poema de Roberto Fernández Retamar: “Felices los normales”, excusándome: Acababa de regresar de Gaza.