Cosas Añejas. Recorrido histórico, genealógico y prosopográfico (14 de 15)
XI. Tomás Ramírez, el héroe de Palo Hincado (continuación)
Es de suponer que otros combates y otras glorias esperaban a Ramírez. Pero la muerte se lo llevó de forma artera a mediados de 1820.
Fue ultimado a puñaladas por el zapatero Lucas Coronado, en medio de una frenética carrera para asilarse en la Catedral luego de haber herido de muerte a Francisco Rodríguez y a Juan Román, mientras el pueblo, volcado en las calles, festejaba la nueva jura de la Constitución de 1812 (UTRERA, Fray Cipriano de Noticias históricas de Santo Domingo Vol. IV. Editora Taller. Santo Domingo, 1979, p. 68).
Las exequias de Ramírez fueron celebradas a 10 de julio de 1820 y sus restos depositados en la Catedral Primada por el canónigo Francisco González Carrasco (AHASD. Catedral… Óbitos. L. X, fol. 68). Del matador, solo sabemos que tenía alrededor de 25 años de edad y vivía en las cercanías de la calle de Plateros (actual Arzobispo Meriño).
No caben dudas de que Ramírez estaba dotado de un talento extraordinario para la estrategia. Tanto que Henríquez Ureña pone en boca del prócer Núñez de Cáceres una frase lastimosa y sentida, que refleja la idea de algo que pudo ser y no fue: “En Tomás cifraba yo mis mejores esperanzas para el triunfo de la causa nacional.” (HENRÍQUEZ UREÑA. Ob. cit. P. 72).
La viuda, entretanto, dispuso de sus bienes y abandonó el país en 1824, junto a la mayor de sus hermanas.
XII. Mr. Smith, el cónsul
John Somers Smith, natural de Pennsylvania (protagonista del capítulo intitulado Entre dos miedos), había servido como cónsul norteamericano en Málaga (1850-1861) y Cádiz (1861-1862), España, antes de ser designado agente comercial en Santo Domingo, el 14 de mayo de 1866, en la etapa de plena efervescencia de la Doctrina Monroe.
Fue enviado a la isla con la peliaguda misión de conseguir el arrendamiento de las minas de carbón de Samaná y de los cayos Levantado y Carenero. Instrucciones aparte, lo único que consiguió fue firmar, el 5 de octubre de 1867, un “Tratado de paz, amistad, comercio, navegación y extradición” entre la República Dominicana y los Estados Unidos de Norteamérica (KEIM, Randolph. San Domingo. Claxton, Remsen and Haffelfinger. Philadelphia, 1870).
Este “viejecito de elevada talla, de faz coloradota y arrugada, poblado lo que le quedaba de cráneo cubierto, de largos cabellos blancos; risueño, amable, conversador y algo cariñoso con la botella” (PENSON. Ob. cit., pág. 176), llegó al país acompañado de su hijo Jaime “bonachón…cara redonda, ojitos vivos, pelo entrerrubio, nariz roja, bajo de talle y regordete” (Ibídem), quien llegó a intervenir activamente en los asuntos dominicanos durante la misión de su padre.
Ambos vivían “en los altos de una casa grande, calle de Las Mercedes, cerca de la capilla de Los Remedios, a la izquierda viniendo de ella, o sea del Este.” (Ibídem) Acabaron afincados en Nueva York y el hijo falleció allí, a causa de un accidente marítimo, cerca de 1871.
Instituto Dominicano de Genealogía