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Un tercer documento, también referido a la descendencia de Nicolás Fernández, es un acto de venta instrumentado en 1912 de 141 pesos y 20 centavos de terreno en Babosico a favor de Rodolfo Pichardo hijo por parte de Julián, Miguel, Félix y Francisco Fernández, residentes en Sabana Iglesia y herederos de Fernando Fernández, y Francisco y María Fernández, residentes en Tavera, La Vega, y herederos de Balbino Fernández, todos representados por Santiago Fernández, residente en Jánico, conforme poder otorgado por ante Daniel Pichardo, alcalde comunal de Jánico en funciones de notario público.
Los vendedores justificaban su propiedad por ser herencia de su padre y abuelo Nicolás Fernández, quien a su vez había adquirido mayor cantidad por herencia de sus padres Nicolás Fernández y Gertrudis Gil.
En efecto, a esta última, como cónyuge supérstite, conforme el acto de inventario y partición de los bienes de su esposo, levantado por el escribano real y público Antonio López el 12 de septiembre de 1816, le correspondió una acción de 353 pesos y 50 centavos de terreno en Babosico.
Conforme el acto de partición, la comunidad de los esposos Fernández Gil la integraban pesos de terreno en Cana, San José de Las Matas; La Ciénega, San José de Las Matas; Macabón, Dajabón; Jobo, La Vega; la montería de La Rosa, Santiago; el paraje de Sabana Iglesia, en el sitio de Babosico; Las Mesetas, Jánico; Babosico, jurisdicción de Jánico y Santiago, y Bao, jurisdicción de Santiago.
La hijuela que correspondió a Gertrudis Gil montaba 2,866 pesos, 4 reales y 4 maravedíes y su composición, fuera de los pesos de terreno mencionados, constituye un recuento inédito de los bienes muebles e inmuebles de una familia rural criolla durante la España Boba, a saber: casas en Sabana Iglesia, Babosico y Santiago, prendas de oro y plata, mesas, un catre de cuero, dos cajas de caoba, un nicho de caoba, un baúl de carga pequeño, 12 silletas, 2 candeleros, 9 platos de losa, 5 canecas vidriadas, 9 botellas de vidrio, un lebrillo grande de caoba, 2 bateítas de lavar oro, 2 pilones, 2 pailitas de hierro y una de cobre, dos almireces, dos hachas grandes y una pequeña, una barra y una coa, dos machetes, un miralbiqui, un formón, un escoplo, un cepillo y una suela, un ingenio y su ramada, una canoa y dos pailas de hierro, dos canoas, un alambique de cobre, pocilga y corral, 8 serones de café, “la mitad del conuco nuevo”, “la parte mayor del platanal viejo”, un cafetal, casa, cocina y corral en Las Mesetas, dos caballos, un mulo, “la mula mansa”, “el burro viejo”, 16 reses, 155 puercos, dos chivas y un pavo macho.
Completaban este cuadro, demostrativo de la variedad ocupacional y la interacción de la propietaria con el medio urbano, “El negrito nombrado Juan [valorado] en ciento y cinquenta [sic] pesos” y “El mulatico Estevan [sic] en ciento y diez”. Nada menos que dos esclavos. La esclavitud, abolida en 1801, fue reestablecida en 1802 y se mantuvo en vigor hasta 1822.
Instituto Dominicano de Genealogía