Por: Edgar Valenzuela
El general Juan Domingo Perón voló con destino a España el 25 de enero de 1960, el mismo día que los obispos firmaron la Carta Pastoral en la Nunciatura. La prensa internacional atribuyó su cambio de refugio a la tensa situación política existente en la República Dominicana (El Caribe, 29 de enero de 1960).
Antes de partir agradeció a Trujillo su hospitalidad y le aconsejó renunciar al poder e irse a vivir al extranjero. Olía el peligro. (Euclídes Gutiérrez Félix). El descontento en el país era creciente después de las torturas y asesinatos de los jóvenes que iniciaron el desembarco el 14 de junio de 1959, con el patrocinio de Fidel Castro y Rómulo Betancourt. A los que no castigaron con descargas eléctricas los lanzaban desde aviones en pleno vuelo. La matanza convenció a los vivos de la necesidad de organizarse para liberar al pueblo de la dictadura.
El sacerdote Daniel Cruz Inoa, fogoso orador mocano, párroco en Santiago, invitó a otros sacerdotes, jóvenes universitarios y seminaristas a luchar por su liberación a través de Acción Clero Cultural (ACC). Un grupo que integrado por Rafael -Fafa- Taveras, Pachico González, Hipólito Medina, Vinicio y Juan Disla, entre otros, se fusionó con el movimiento impulsado por Minerva Mirabal y Manolo Tavárez. (Monseñor Ramón Benito de la Rosa y Carpio).
El intenso trabajo del padre Daniel Cruz Inoa pronto lo convirtió en uno de los más destacados del “ala católica” del 14 de Junio (1J4), anota Roberto Cassá.
Mientras el general Perón volaba hacia una tierra más segura, el jefe del Servicio de Inteligencia Militar (SIM), coronel Johnny Abbes, dirigía una redada nacional contra los militantes del Movimiento 14 de junio, acusado de organizar un atentado contra Trujillo en la Feria Ganadera el 21 de enero de 1960.
En la redada fueron apresados los seminaristas del 1J4, Luis Ramón Peña González (Papilín) y Mariano Cepeda García, luego asesinados.
El coronel Abbes entregó los nombres a la agencia UPI de varios sacerdotes del Seminario Santo Tomás de Aquino, que sacaban tiempo para el adiestramiento y la fabricación de bombas, liderados por el jesuita Antonio César Fabré de la Guardia. Labor que este extendió al Colegio Salesiano San Juan Bosco con la colaboración de otros sacerdotes españoles. (El Caribe, 30 de enero de 1960).
El Nuncio Papal Lino Zanini, protestó inmediatamente por la publicación, que consideró calumniosa. (Lino Zanini: diplomático y agente de cambio, de José Luis Sáez, SJ.) Nadie imaginaba entonces que el propio embajador del Vaticano, Lino Zanini, había alentado al obispo de Higüey, Juan Félix Pepén, a redactar la Carta Pastoral donde se le enrostrarían a Trujillo los sufrimientos de las familias dominicanas por las torturas a los opositores.
Fray Vicente Rubio, escritor y vibrante orador de la Orden de los Dominicos, finalmente fue la pluma que redactó la denuncia.
Para sorpresa de todos, el 31 de enero de 1960 la Iglesia Católica se divorció públicamente de la represión de la dictadura de Trujillo con la lectura de la Carta Pastoral que provocó tanto impacto que los ecos de las disputas posteriores se prolongan todavía hasta nuestros días.
Trepados en los púlpitos de las parroquias del país, los sacerdotes recordaron a Trujillo que todos los seres humanos tienen derecho a la vida, a la buena fama, a la emigración, a la libertad de conciencia, a la familia, al trabajo, a la libre asociación.
El párrafo final de la Pastoral se distingue por su alto grado de elocuencia.
“Hemos prometido especiales plegarias para obtener de Dios, que ninguno de los familiares de la Autoridad experimente jamás, en su existencia, los sufrimientos que afligen ahora a los corazones de tantos padres de familia, de tantos hijos, de tantas madres y de tantas esposas dominicanas”.
Lauro Capdevila apunta: «En el contexto de las detenciones masivas de enero, la carta pastoral se transforma en un verdadero libro de reivindicaciones. Producto de una estrategia de disuasión llevada hasta sus límites extremos, la carta pastoral marca una verdadera ruptura de facto entre la Iglesia y el régimen, contribuyendo poderosamente a la descomposición de la dictadura».
Joaquín Balaguer dice que la primera reacción de Trujillo fue pasarle la mano a la Crin del León. “Con la Iglesia no se pelea”, le atribuye en La palabra encadenada. Pero una cosa advirtió Trujillo y otra su esposa María Martínez. Al leer las alusiones a los familiares de la más alta Autoridad del país, le disparó la queja de que los curas habían salido a defender a quienes lo querían fuñir. (Manuel de Jesús Javier García, Mis veinte años en el Palacio Nacional).
La Carta Pastoral hirió a Trujillo en la madre. Y el efecto de la herida fue como el golpe que recibe el gallo de afiladas espuelas en una gallera: ¡Un golpe de bolsón! Llamado así porque el sorpresivo espuelazo recibido por el gallo que aparentemente va ganando es tan demoledor que lo deja fuera de combate.
Desde un principio Trujillo se las ingenió para conseguir que la Iglesia Católica fuera uno de los pilares de su sistema de Gobierno. Luego de casi 30 años de cercanía ese pilar comenzó a distanciarse.
Y la administración Eisenhower, molesta por el caso Galíndez, apoyó la denuncia alentada por el embajador del Vaticano.
Los abanderados del trujillismo necesitaban desahogarse. El 3 de febrero de 1960, montaron un mitin en el parque de La Vega, frente la Catedral, donde insultaron a los firmantes de la Carta Pastoral y reclamaron cárcel para los sacerdotes. (José Luis Sáez, La sumisión bien pagada). El mitin de La Vega fue replicado con variantes en todo el país, pidiendo el repudio, la expulsión o la muerte de los sacerdotes ahora en rebeldía. Proceder que se combinó con una campaña anticlerical avasallante por la radio, los periódicos y la televisión diseñada para manchar su reputación. Con el atentado al presidente Betancourt el 24 de junio, Trujillo provocó que los países de la OEA lo condenaran al destierro. El crimen de las hermanas Mirabal, el 25 de noviembre, terminó de desacreditarlo.
Al fracasar un nuevo intento de declarar a Trujillo “Benefactor de la Iglesia Católica”, el 12 de abril de 1961 Santiago Lamela Geler en el editorial de Radio Caribe arengó a las turbas del SIM con la décima “Mueran los curas traidores”, para que atacaran las residencias de los obispos Tomás F. Reilly, de San Juan de la Maguana, y Francisco Panal, de La Vega, el 18 de abril. Reilly fue herido en una pierna y Panal pudo ser linchado si los veganos no las enfrentan con una lluvia de piedras. En la radio se oyó al locutor decir:
“A los curas infernales
es bueno hacerles saber
que aquí no podrán vencer
con bombas ni pastorales,
porque los hombres leales
son del Jefe defensores
y serán los vencedores
bajo cualquier situación
pues Trujillo no es Perón
¡Mueran los curas traidores!”
El conflicto incluyó la idea de anular el Concordato y sólo perdió fuerza a partir del 30 de mayo. Más detalles en Disputas de Trujillo con la Iglesia Católica, libro de la colección del Archivo General de la Nación, (AGN).