Castaños a la Presidencia

Castaños a la Presidencia

En el marco del recién constituido “Acuerdo de Santiago”, el miércoles 30 de enero de 1974 el comité ejecutivo nacional del partido blanco escogió como su precandidato presidencial al jurisconsulto mocano y ex-rector de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), doctor Julio César Castaños Espaillat, con el aval de la dirigencia socialcristiana, la anuencia vacilante del Partido Quisqueyano Demócrata (PQD), quien inicialmente había expuesto su preferencia por una figura extra-partido y el discreto apoyo de la comisión política del Movimiento Popular Dominicano (MPD), que aparentaba estar marginada de los ajetreos por cargos electivos.

Previo a esa preselección, el comité perredeísta tuvo una reunión el día anterior, en la cual el ingeniero José Delio Guzmán Silverio, de 74 años de edad y uno de sus miembros más connotados, hizo saber a sus compañeros que por recomendación de familiares y amigos había desistido de aspirar a la presidencia de la República y apoyaría la nominación del destacado profesor universitario, para que pudiese sumar nuevas organizaciones al Acuerdo de Santiago y potenciar sus perspectivas electorales.

Esa decisión parecía derivarse de la avanzada edad del acaudalado cacique vegano estacionado en la célebre villa de Bonao, aun cuando mostraba mucha vitalidad corporal y durante más de una semana había recorrido palmo a palmo los pueblos del Cibao junto a dirigentes regionales del bloque opositor que lo habían lanzado al ruedo presidencial en la ciudad de Santiago, creyendo que era la opción conveniente para desafiar la segunda reelección consecutiva del doctor Joaquín Balaguer. El viejo roble perredeísta sólo estaba afectado por la fatiga de los años, como probaría un cuatrienio más tarde figurando de nuevo en la primera plana de los diarios nacionales convertido en senador de la República, electo por los votantes de la antigua demarcación territorial de La Vega, que incluía al municipio de Monseñor Nouel.

La idoneidad de la candidatura del doctor Castaños Espaillat la explicó el doctor José Francisco Peña Gómez, secretario general y líder del partido blanco en un discurso pronunciado el 31 de enero de 1974 por el programa radial “Tribuna Democrática”, órgano oficial perredeísta que se transmitía de lunes a viernes por la emisora Radio Comercial, donde aseguró que éste intentaría “darle una respuesta enérgica y con capacidad de victoria al aparato continuista del doctor Balaguer”.

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En su disertación de ese jueves 31, Peña Gómez manifestó que el aspirante presidencial era “un hombre idóneo para que los dominicanos todos, no el PRD solamente, puedan tener un gobernante capaz de humanizar y regenerar la vida dominicana y de rescatar valores tan caros, como el honor y la soberanía nacionales”. También ponderó su biografía de buen ciudadano, su entereza espiritual, su formación cultural y conducta política.

De acuerdo al líder dominicano, en esa coyuntura histórica el país requería de un gobernante que fuese un hombre abierto a las corrientes más progresistas del pensamiento político contemporáneo; capaz de aplicar correctivos para la corrupción administrativa, formular un programa de gobierno que planteara cambios estructurales profundos en la tenencia de la tierra y la nacionalización de las empresas azucareras extranjeras como la Gulf and Western Industries, Inc.

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Lo dicho por Peña Gómez no era simple lisonja para provecho partidario, ya que se correspondía indefectiblemente con la formación ideológica del precandidato acuerdista y la calidad de sus puntos de vista sobre lo que debía ser una gestión gubernamental inspirada en los principios de justicia distributiva, en el respeto a los derechos humanos y la ejecución sin obstáculos de un programa electoral “muy nacionalista, muy avanzado, pero también muy realista”.

La elección de Castaños Espaillat había sido un acierto, por ser “un hombre de gran preparación, muy conocedor del país, honesto” y “muy bien inspirado”, consideró el señor Luis Amiama Tió, participante en la conjura patriótica que decapitó la tiranía trujillista en 1961 y relacionado, por demás, con el desaparecido Bloque de la Dignidad Nacional, articulado por el profesor Juan Bosch antes de abandonar las filas perredeístas.

Otra valoración importante sobre la preparación general del precandidato y su condición de polemista, la hizo el periodista Orlando Martínez Howley en su leída columna “Microscopio”, publicada el 1ro. de febrero de 1974 en el diario El Nacional, al asegurar que con su inteligencia éste sabría defender el compromiso “tan grande que le han puesto en las manos”, por ser “un hombre responsable que en el PRD de Juan Bosch y en este de ahora ha defendido sus puntos de vista”.

El instruido columnista puntualizó que Castaños Espaillat “en términos políticos, es un hombre joven sobre quien no podrán esgrimirse los argumentos levantados frente al ingeniero José Delio Guzmán. Todo el que conoce o ha hablado con el exrector sabe muy bien que es un hombre sencillo, afectuoso, decente. Lo que en este país se le llama «una dama».

De conformidad con las estimaciones señaladas, el reputado jurista y catedrático de la UASD parecía ser el candidato ideal para derrotar a Balaguer en las urnas, ya que poseía calidades humanas y cívicas muy similares a las de don Rafael Herrera Cabral, el director y editorialista del rotativo matutino Listín Diario que a principios de enero de 1974 había rehusado ser la figura extra-partido aglutinadora acordada por los líderes del Acuerdo de Santiago en su primera reunión celebrada el 28 de diciembre de 1973.

Sin embargo, pese a tener el respaldo ferviente de Peña Gómez y una acogida casi unánime de la dirección perredeísta, el proyecto presidencial de Castaños Espaillat corría el riesgo de desplomarse en la convención nacional, pautada para los días 15 y 16 de febrero de 1974, producto del debate soterrado sobre su conveniencia, fomentado en el seno de los comités municipales y zonales en todo el territorio nacional, por el director del Departamento Nacional de Organización del PRD, profesor Pablo Rafael Casimiro Castro. Este era partidario de la postulación de un extra-partido como Luis Amiama Tió, que tuviera el apoyo de otras organizaciones opositoras para asegurar el triunfo electoral.

Dada la elocuencia y poder de persuasión del exsenador por la provincia de Pedernales, sus parciales apostaban al cambio confiados en que podría convencer a los dirigentes escogidos para representar a las bases en ese decisivo evento.

Renuncia de Castaños a la precandidatura

El precandidato presidencial del Acuerdo de Santiago fue orador principal en el mitin efectuado el domingo 3 de febrero de 1974 en el perímetro del parque Duarte de la ciudad de La Romana, un acto sumamente concurrido pero desorganizado, donde sólo hubo orden en su apertura mientras hablaba el presidente del PRD, Secundino Gil Morales, quien formuló ácidas críticas al gobierno de Balaguer y generó mucha algarabía con su denuncia sobre deterioro de la calidad de vida de los trabajadores azucareros de la zona Este.

En esta primera gran concentración de masas de partidos opositores, el cuerpo de orden resultó ineficaz ante la dispersión que se produjo cuando hacía uso de la palabra Castaños Espaillat, surgiendo ahí mismo la duda de que probablemente esa desbandada hubiese sido inducida, al margen del inclemente calor que agobiaba a la multitud. Ello obligó a Castaños Espaillat a recortar su intervención, con la promesa de establecer un régimen de derechos donde no existirían exiliados ni presos políticos y repitiendo una y otra vez la frase: “Esto tiene que cambiar”.

Lo ocurrido en La Romana trastornó tanto el estado de ánimo del precandidato, que en una reunión informal con varios dirigentes de los partidos integrantes del Acuerdo de Santiago, celebrada al día siguiente en la residencia del licenciado Jacobo Majluta Azar, puso en su conocimiento su decisión irrevocable de abandonar la carrera por la nominación presidencial.

Esa misma tarde (lunes 4 de febrero), el periódico El Nacional publicó en primera plana una noticia titulada: “Acusación a Castaños podría inhabilitarlo”, firmada por el conocido periodista Bonaparte Gautreaux Piñeyro, que aseguraba que en 1973 el precandidato había sido afectado por una querella judicial interpuesta por la señora Diana Vilchez, ante el Juzgado de Primera Instancia de Azua, que lo acusaba de violación a la propiedad; y que existía otra demanda en su contra, «en reintegración de posesión ante el juzgado de Paz de la Primera Circunscripción del Distrito Nacional”, que planteaba la posibilidad del retiro de su aspiración presidencial.

La conexión del oficialismo con el escándalo en marcha, en procura de derribar las posibilidades electorales de Castaños Espaillat, fue establecida por el propio periodista que señaló que la veracidad de la litis judicial fue confirmada por el Procurador General de la República.

La intervención del Ministerio Público en este asunto sería el motivo de que Peña Gómez, tras recibir la renuncia de siete párrafos que envió el precandidato al CEN perredeísta, hablara de “los métodos infames empleados por personas inescrupulosas para desacreditar el buen nombre de un ciudadano recto como el profesor Julio César Castaños Espaillat, quien honra con su presencia las filas del perredeísmo y con la proeza de haber salvado la Universidad de Santo Domingo del desastre para provecho de las nuevas generaciones”.

Sin duda que al boicot descrito habría que agregar, como causa de la dimisión de Castaños Espaillat, su lenguaje rigurosamente académico que no entusiasmaba a la gente acostumbrada a escuchar fogosos discursos, así como a su frustración por no haber aglutinado a todos los grupos anti-reeleccionistas.