El bruxismo, o también conocido como rechinamiento de dientes, es un hábito que el niño adquiere, con más frecuencia a partir de los dos años, y que será necesario tratar si no desaparece por sí solo. Se trata de un movimiento anormal de los músculos que trabajan en el proceso de masticación y hace que los dientes rechinen, al juntarlos voluntaria o involuntariamente. Suele desaparecer con el tiempo, pero su origen puede encontrarse en diferentes causas que están relacionadas con la salud emocional, alimenticia o morfológica de los pequeños. Por otro lado, lo más normal es que, de producirse, afecte a niños que ya tengan los maxilares formados.
Una de las causas principales de este hábito es la ansiedad o estrés emocional, cuando tienen un horario de actividades muy apretado, problemas sociales o familiares, un día muy agitado (sea positivo o negativo), baja tolerancia a la frustración, ver violencia en la televisión, temor de dormir solo o a oscuras, etc.; así como la postura al dormir: pueden generar incomodidad que se manifiesta rechinando los dientes.
Las causas psicológicas de este hábito, son todos aquellos trastornos o alteraciones que pueden desencadenar tensión emocional o estrés. Por ejemplo, los casos de hiperactividad o de niños muy activos que durante el día están nerviosos y continuamente haciendo cosas, al llegar la noche la actividad sigue de algún modo apretando y rechinando los dientes.
Lo importante es saber reconocer que un sueño inquieto se expresa por medio de reacciones aisladas o combinadas tales como saltos en la cama, vueltas, gritos, rechinar de dientes, facilidad para despertarse, dificultad para volverse a dormir y somniloquios (hablar dormido). En la primera infancia, obedecen generalmente al malestar físico producido por hambre, sed, la humedad del pañal o sábana, frío, calor y malestares digestivos. Pero en los niños de cualquier otra edad, con patologías orgánicas como dificultades respiratorias, rinitis, prurito, procesos febriles, puede perturbarse la tranquilidad del sueño.
En el caso particular del hábito de apretar y rechinar los dientes mientras duerme, probablemente sea pasajero. Tal vez cuando pase la enfermedad o cuando pasen las situaciones de estrés para el niño, desaparezca. Lo que podemos hacer es observar cuándo hay bruxismo, que normalmente coincide con las situaciones mencionadas. Es primordial intentar mantener con el niño o niña una adecuada higiene del sueño, es decir, que el tiempo previo a ir a la cama sea relajado y tranquilo. Entonces, nada de historias de miedo, juegos movidos o televisión. Antes de dormir las pantallas nos alteran a todos, también a los niños (y además, su visión es más frágil y puede verse perjudicada).
A veces, cuando los niños están alterados queremos razonar con ellos, les aconsejamos o procuramos ver los aspectos positivos. Sin embargo, habremos podido comprobar que no es suficiente con querer a los hijos y poner buena voluntad para que se sientan mejor.
Solemos tratar los dolores emocionales como si fuera algo físico: si el niño tiene hambre le preparamos un sándwich o si le duele la cabeza le damos una aspirina. Buscamos remedios rápidos y eficaces, pero lo físico tiene reglas distintas a lo psicológico, y lo emocional no se resuelve quitándole importancia o ignorándolo. Se requiere que el niño o la niña se sientan comprendidos en su sentir, por lo que necesitamos reconocer y aceptar sus sentimientos.
la autora es Psicóloga Clínica