Cayuco (Genaro Reyes) ha tallado su prestigio a pura dedicación, a puro deseo y a puro sentimiento. Se define como un artista multidisciplinario y no académico, apreciación que ha sido rebatida por Marianne de Tolentino, experimentada crítica de arte, quien considera que la creación de Cayuco es muy académica y auténtica, además de que representa lo universal en lo local.
Por el origen, su destino pudo ser la agricultura, como sus ancestros, o echarse a la mar para la pesca o el cabotaje, pero optó por ser artista, particularmente escultor. Comenzó como artesano, trabajando la madera, pero su obra trasciende la artesanía, supera lo utilitario y la decoración.
Resultan muy visibles los cuatro soportes en los que se sostiene la obra “cayuquiana”, tomados por el artista de su propio entorno: cacao, embarcaciones, peces y migración. La presencia del cacao, la mazorca como el árbol, resulta una tendencia infaltable en la escultura de Cayuco. Él vio a su padre y al padre de su padre cultivar el preciado grano del que se produce el chocolate. Ayudar a su padre en las tareas agrícolas fue quizá su primera escuela; de ahí que su contacto con el cacao le ha venido de haberlo tocado con sus manos y haber transitado bajo las sombras del cacaotal.
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Su nombre artístico se lo arrojó la mar, pero también la carpintería. El cayuco es una embarcación artesanal, rudimentaria, hecha con un tronco de jabillo, movida a remo, indudable reminiscencia de las canoas de los taínos.
Con la exposición titulada “Cayuco: el fin último de las cosas”, la cual permaneció en el Centro Cultural Banreservas del 17 de mayo al 17 de julio de 2023, ha removido críticos y espectadores. La muestra representa una selección de su obra, en la que ha predominado la madera tallada y la reutilización de elementos de todo tipo que han caído a la mano del artista, quien infunde vida a tiestos y desechos. Además de recrear su entorno, con las imágenes del cacao, la tierra, las yolas, el mar y el tráfico de personas afanosas de sueños materiales, incluye elementos de la religiosidad popular.
Este creador ha trazado una carrera de dimensión universal a partir de lo visto en su pueblo porque ha obedecido el mandato de sus vínculos entrañables. Creció a la orilla de la mar y además de la educación básica pasó por un taller de ebanistería. De ahí su pasión por la madera, y que haya desarrollado un infrecuente potencial para apreciar en esa materia expresiones que no todos pueden ver.
Si bien su entorno fue su escuela, Cayuco superó el peligro del aldeanismo, hizo de su obra una expresión propia del Caribe y ha sido considerado como alguien que faltaba en la cultura dominicana. Su arte es entrañablemente dominicano. Y está claro que ningún artista, cual que sea su forma de expresión, producirá un arte auténtico si ignorara sus vínculos con el ambiente del que procede. Solo se alcanza lo universal si se parte de lo suyo, de lo local.
Pese a la reiterada información de que no tuvo formación académica para su profesionalización, Cayuco ha estado en contacto con maestros de la escultura y con estudiosos de la cultura dominicana. En cuanto a maestros de la plástica, admite haber aprendido con algunas líneas de Silvano Lora y de Gaspar Mario Cruz, pero al mismo tiempo menciona a Cristino de la Cruz Linares, un pescador que se convirtió en artesano de quien observó, en la playa de Miches, su forma de trabajar la madera. En Cayuco, la tradición suplió el título académico.
Fue miembro de una iglesia evangélica durante su niñez y, paradójicamente, su religiosidad mira hacia el santoral católico. Ha llamado mucho la atención de críticos y de coleccionistas la obra “El nacimiento en yola”. Será difícil que a otro artista se le ocurra similar empuje creativo, pues para ello es indispensable llevar la yola en el alma y encontrar el sentido trascendente que incluye la religiosidad de nuestro pueblo. Cayuco ha procesado también elementos religiosos de carácter universal para recrear obras originales.
Por ejemplo, la clásica imagen de San Miguel Arcángel sometiendo al orden a Satanás lo ha motivado a crear -si quieren recrear- una obra única, a su estilo.
Es bueno decir que en Miches se abrió desde la década del sesenta, tiempos en que nacía Cayuco, una corriente migratoria hacia Puerto Rico, usando la yola como medio de transporte. En principio, los viajeros adquirían su embarcación y, con todo y motor, la hundían cuando arribaban a la costa puertorriqueña. Después, la actividad se convirtió en negocio y los capitanes de yolas regresaban a sus hogares tras dejar los pasajeros en su destino. De este modo, Miches se convirtió en un pasadero para emigrantes procedentes de todo el país.
Este fenómeno social y económico, impulsador de las remesas, entró por inducción natural en la conciencia de Cayuco (Genaro Reyes), quien habría de aparecer como artesano en los años ochenta para evolucionar y crecer hasta la estatura del artista que hoy conocemos. La migración es el cuarto eje sobre el que gira su obra.
En definitiva, la amplia colección de obras escultóricas de Cayuco testimonia que este singular creador produce, a partir de materiales, elementos y situaciones locales, un arte con dimensión universal.