Dunia De Windt Producciones presentó en la Sala Ravelo del Teatro Nacional “La Fiesta del Chivo”, obra basada en la novela del escritor Mario Vargas Llosa, adaptada para teatro por Natalio Grueso, bajo la dirección de Manuel Chapuseaux.
“La Fiesta del Chivo” recrea los últimos años de la dictadura de Trujillo, la que padecimos los dominicanos por 31 años. Testigo de aquellos años vividos durante nuestra infancia y adolescencia, y siendo nuestro padre calificado como “desafecto al Gobierno” al ver esta obra nos emocionamos, recordamos aquellos tiempos, identificándonos con esta propuesta donde la realidad supera la ficción. Pero lo esencial es ser objetivos, analizar la obra desde su teatralidad, apreciar las actuaciones y la capacidad del director como orquestador del montaje.
La novela está basada en hechos reales, la adaptación teatral mantiene un ritmo adecuado, narra los últimos días del dictador, desde la vivencia de Urania Cabral, quien abandonó el país siendo una niña, víctima del sátrapa, y regresa décadas después para visitar a su padre moribundo, entonces conocemos su secreto, hasta llegar al final conocido por todos, sin que se pierda la magia.
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Las luces se apagan, comienza la obra, se ilumina el espacio escénico, con pocos elementos, un plano inclinado que termina en una pequeña tarima, sillas, y algún otro detalle; en un lateral aparece la figura de Trujillo el dictador, y sus acólitos, todos con sus caras cubiertas por una máscara, parecen personajes de la comedia del arte, aunque lejos del espíritu carnavalesco, son personajes maquiavélicos.
Trujillo es interpretado por el actor Augusto Feria. La primera escena se convierte en una especie de monólogo, muy apropiado, a la personalidad del dictador, en el que muestra sus ínfulas narcisistas, delirio de grandeza y por otra parte sus paranoias. Todo es poco para él y se proclama, “Benefactor de la Patria”, “Trujillo en la tierra, y Dios en el cielo”, y se regodea recordando sus hazañas…de muerte.
Augusto Feria en una estupenda actuación orgánica, logra los matices de la personalidad del despiadado Tirano, con gestos y modulaciones elocuentes. Junto a Trujillo aparece Johnny Abbes, el siniestro personaje, interpretado por Fausto Rojas con cierto alejamiento.
Joaquín Balaguer, y su máscara, aditamento que lo acompañó literalmente más allá de la Era, aparece tímidamente, Miguel Bucarelly logra la perfecta imagen del sempiterno personaje, y se decanta en la imitación de su voz meliflua.
“Manuel Lorenzo” hace referencia a otro personaje cercano al Jefe, -fácilmente reconocible- que desde el extranjero, sirve de consejero para asesorar al jefe, en su eterna vanidad; Francis Cruz proyecta la banalidad del personaje,
Desprovistos de las máscaras, la obra entra en una fase más realista. Aparece en escena Urania Cabral, especie de narradora que regresa al país tras muchos años de ausencia, para encontrarse con su padre moribundo, el senador Agustín Cabral, apodado “cerebrito” –por algo sería- al que culpa de su desgracia.
Desde un segundo plano, Urania va contando su historia, la misma de tantas jóvenes víctimas de la ignominia del sátrapa, mientras se desarrollan en escena momentos de intenso dramatismo.
El diálogo recriminador con su padre, nos lleva a conocer hasta dónde se podía llegar para satisfacer al Jefe, cuando al parecer se ha perdido su confianza. El personaje de Agustín Cabral es interpretado por Henssy Pichardo, logrando transmitir el carácter de este personaje abominable,
“Urania Cabral” tiene dos intérpretes, de distintas edades, colocadas en dos planos, presente y pasado. Elvira Taveras, es la adulta y narradora, impregna a su personaje gran dramatismo, y por momentos nos conmueve. “Urania, la adolescente” es interpretada por Cindy Galán, que en una pantomima de gestos y movimientos muestra su potencial histriónico, recreando hechos pasados, sin voz, solo se escucha la voz de la narradora.
La inocencia, candidez, el horror y el miedo de la joven se manifiestan cuando es llevada por su padre a un supuesto baile y es recibida por Trujillo, que al acercase a ella la coloca en una silla, toma con una de sus manos el crucifijo y con gran ironía dice los primeros versos del poema “Golgota Rosa” del poeta Fabio Fiallo, “Del pecho de la amada pende un Cristo, joyel de oro de un buril genial”… mientras la otra mano se desliza hacia abajo con pretendidos arrumacos, el pánico se apodera de Urania, el momento es impactante, estéticamente bien logrado.
La escena se oscurece, se escuchan voces, disparos, luego del caos se encienden las luces, los personajes estupefactos contemplan a Trujillo con su camisa cubierta de sangre…el tirano ha muerto, asesinado.
La dirección de Manuel Chapuseaux, con su sello inconfundible, mueve los hilos de la trama, unifica los elementos, acierta al escoger a los actores permitiendo su creatividad, logrando finalmente la excelencia de la puesta en escena. No se pierdan de esta Fiesta, que continúa en la Sala Ravelo del Teatro Nacional.