Cerca de la gente. En la intención de reducir la política a las formas y poco interés por el fondo, la clásica concepción de cercanía con la gente dejó de ser el común denominador de los liderazgos y las estructuras partidarias andan encaminadas bajo la misma orientación. Reducir el mando institucional, edificar reglamentos distantes de las prácticas democráticas, habilitar mecanismos de validación de los aspirantes de exclusivo ejercicio de la cúpula organizacional y etiquetar de desobediencia la disparidad de criterios, representan modalidades que retratan resistencias impropias del siglo 21.
Por años, las pujas que caracterizaron las luchas en la búsqueda de la pluralidad se concentraron en resistir el fantasma autoritario abonado por tres décadas de un partido único. La verdadera tragedia política consiste en la arritmia existente entre los avances de la sociedad y un variopinto de dirigentes, siempre intentando detener el curso de los acontecimientos porque los cambios lo sepultan. Desafortunadamente, la noción de alternabilidad y relevo, no están asociados a los hábitos de la clase partidaria.
Aunque parezca irónico, las herramientas que han hecho de las redes el escenario por excelencia de las jornadas partidarias terminan desconectando la vida pública del roce y proximidad indispensable. Y si bien es cierto, los instrumentos modernos apelan con mayor efectividad a la manipulación, nadie pone en dudas que un producto sin verdadera sustancia termina llenando de insatisfacción a los electores.
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Cuando el derrumbe del muro sedujo a intelectuales creyéndose que concluía la historia, bajo la tesis de Fukuyama, un entusiasmo por los outsiders nubló a una parte importante del continente. De inmediato, la desilusión. No sin antes, la locura por rechazar todo lo relacionado con el “viejo” orden. Y de vuelta está el afán por las ideas, argumentación sustancial y debate que sirve de observación ciudadana para acreditar a los aptos frente a los agraciados a golpe de “sustento” de capitales financieros y cuotas de poder como instrumento de validación indiscutida. Por suerte, los segmentos que ocupan plazas y reaccionan ante los excesos de los gobiernos no depositan su confianza ciegamente en ningún sector político, y así como de manera entusiasta producen los votos de la victoria, con similar energía construyen coaliciones para sacarte del poder.
En el país existe una sed por dirigentes auténticos, cuyo sentido de participación en la arena pública no los nuble y piensen en ser correa de transmisión entre las urgencias de los electores y respuestas efectivas. Volver a la gente y la cercanía representa la apuesta a una esperanza necesaria.