Aunque el anuncio del Gobierno sobre visitas del presidente a candidatos opositores puede no haberse ceñido a rigores protocolares, las intenciones presidenciales no deben ser obstaculizadas por partidos opositores.
Dichas visitas fueron obviamente reacción de cortesía para reciprocar caballerosidad de candidatos opositores reconociendo prontamente triunfo de Abinader, algo que no se había escenificado en nuestra política vernácula, reforzando distensión y eliminación de escarceos iniciados por pronta difusión de resultados electorales.
El gesto presidencial generó una segunda sensación que estábamos superando primitivismo político, luego de la primera causada por llamadas opositoras. Parecía que avanzaríamos hacia política civilizada. Pero renuencias partidarias frenaron esta creencia.
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PLD se alborotó rechazando visita en sus locales. Desconocemos quién fijó lugar, pero pudo haberse trasladado menos traumáticamente.
Volver a tensionar lo distensionado no se compadece con el respeto que merecen ciudadanos para subsanarle stress que generan elecciones.
Como el PLD se apresta renovarse, conviene recordarle dos frases de nuestra experiencia. Bosch acusó a Caonabo Javier (década 70) de “caer en pendiente enjabonada” por asistir, en representación del partido socialcristiano, al Desayuno de Oración Nacional celebrado anualmente en Washington D.C. con presidente norteamericano, insinuándole difícil recuperación por resbalar así.
Casi simultáneamente, en organismos direccionales del partido socialcristiano, retumbaba la advertencia del Ing. Alberto Guzmán, doctrinario riguroso y ética visceral, ido muy a destiempo, que en nuestra política “se queman organizaciones no líderes”
Ante estas experiencias, PLD debe ser cuidadoso en asumir actitudes que precipiten su resbalamiento en la pendiente enjabonada de su autodestrucción.
FP tampoco debe poner cortapisas a visita, ahora que Fernández emergió como líder opositor revistiéndolo de responsabilidad. En democracia una buena oposición es necesaria para gobernar bien. Ambos líderes caracterizan decencia y han proclamado propiciar consenso, y hasta unidad nacional. Una conversación no compromete, pero abre camino a consenso y unidad.
No conviene que Gobierno reaccione airadamente al confrontar desaires partidarios. Más bien debería, hasta la saciedad, tender ramos de olivo para que prime convivencia conducente al consenso viabilizador de las reformas necesarias sin provocar reacciones adversas.