Qué determina un día malo? ¿Quién decide que sea su peor día? O ¿Cómo se gerencia para que sea bueno? Un día malo le puede suceder a cualquiera. Posiblemente se describe como malo, cuando se registran una lista de adversidades, circunstancias e imprevistos que desenfocan, descompensan o desregulan emocionalmente a una persona.
Puede que el día malo empiece por problemas dentro de su propia casa, o al llegar al trabajo, con el vehículo, el cobro o un pago pendiente que le pospusieron; o una cita de trabajo cancelada, un accidente, una enfermedad o una muerte de un pariente o amigo cercano.
A veces, pueden ser tres, cinco o todas las anteriores, para sentir que todo está en su contra, que no pega una, que es su día de mala suerte o que le echaron algo para que todo sea negativo; buscando una respuesta hasta simbólica o mágico-religiosa.
Pero hay días cargados, donde no fluye nada, y donde se registra la teoría de la serie: si empiezan las cosas a salir mal, prepárate que viene una racha de ola negativa.
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Los días malos sacan actitudes emocionales negativas: ira, rabia, enojo, irritabilidad, nerviosismo, resentimiento, odio, tristeza, frustración, desesperanza y culpa. Sencillamente, cuando se está viviendo estas emociones, no se deben tomar decisiones, debido a que no se tiene la capacidad para valorar consecuencias, riegos, ni daños de la que piensa hacer.
A veces, el día malo lo elige uno mismo a través de pensamientos rumiantes negativos, distorsionados o limitantes, que los asumen como verdades absolutas o llena su cabeza de inferencias que, desregulan sus emociones y su comportamiento.
Es decir, con la cabeza caliente, irritable, nervioso, ansioso, depresivo e impotente, no se debe confrontar problemas, elegir un conflicto, ni dinamitar sus espacios donde socializa.
Existe un refrán que dice: “al mal tiempo buena cara”. Pero también, la inteligencia emocional enseña a usar el cerebro en circunstancias difíciles para gestionar de forma asertiva un día malo: mantenga la calma, respire varias veces, tome agua, estire el cuerpo, haga silencio prolongado, cuente de 100 hacia abajo, recuerde los momentos agradables que ha vivido, o aléjese del problema por una hora para pensar, posponga la cita; llame a una persona positiva y reflexiva que le escuche y le pueda orientar.
Otras de las soluciones, es aprender a proteger su vulnerabilidad en un día malo; si usted es alcohólico, no beba que va a tener recaída, si es ludópata no vaya al casino que va a jugar de forma compulsiva, si eres mecha corta o tiene descontrol de los impulsos, aléjese de las personas, para no terminar en violencia. Aprender a meditar, hacer yoga, caminar, musicoterapia, biblioterapia, nadar, orar, cantar en el baño, organizar papeles, ver fotos etc. ayudan a relajarse en pleno día malo.
Ahora, ¿quién dijo que era un día malo o de mala suerte? Una persona optimista, con fortaleza emocional, con sana autoestima, asume el control con auto confianza, sabe cómo desarticular o gerenciar un día malo; su cerebro lo enseña a enfocarse en otras cosas, sabe qué hacer, cuando otros no saben qué hacer. Pero también, elija prioridades, aprenda a posponer, identifique la proporcionalidad, y busque la asertividad para convertirlo en un día bueno, oxigenante y positivo. ¡Quién dijo que era un día malo!