Cogiéndolo suave: Palabras afectivas

Cogiéndolo suave: Palabras afectivas

Mario Emilio Pérez

Un amigo de mi hermano Guido tuvo una salida verbal ingeniosa frente a una situación que vivió con un enllave que le pedía prestada con frecuencia una herramienta de trabajo.

   El problema consistía en que generalmente tardaba varios días en devolverle el berbiquí, pese a que afirmaba al solicitarlo que lo haría inmediatamente.

   En numerosas ocasiones el propietario del objeto que se utiliza para abrir agujeros en diferentes superficies de paredes o artículos  tuvo que acudir donde el olvidadizo personaje a buscar la herramienta prestada.

   Por eso decidió no prestarle más el útil artefacto, y la primera negativa se produjo cuando le solicitó la pieza para abrir hoyos en una de las paredes de cemento de su vivienda.

   Fueron tan reiteradas y fastidiosas las súplicas por la negada entrega, que su interlocutor respondió:

   -Trae a mi casa tu pared de concreto, que yo le hago aquí los hoyos.

   Una amiga tiene un primo que contrajo matrimonio con una mujer  rica,  que laboraba en una posición bien remunerada en una empresa familiar

   El pariente era empleado público de salario enano, por lo que renunció sin derecho a pensión, y le hizo la siguiente propuesta a su cónyuge:

-Tú cargarás con los gastos de la casa, y yo haré todas las tareas domésticas, desde limpiar los pisos, hacer las compras en tiendas y supermercados, y fregar los trastes de la cocina, porque estoy cansado de hacer horarios ganando menos que nada.

   Llevaba varios años en esta situación, cuando al preguntarle la prima un día cómo le iba en la vida, afirmó:

   -Muy bien, gracias al Señor.

– Y a la señora- dijo su parienta.

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