Por: Dr. Andrés Rafael Reyes Rodríguez, ex ministro de Educación y el Primer Ministro o fundador del Ministerio de Educación Superior Ciencia y Tecnología
Sobre la propuesta de fusión del MINERD con el MESCYT
Después de estudiar la propuesta para fusionar el ministerio de educación con el ministerio de educación superior, me siento comprometido como exsecretario de educación bellas artes y cultos y primer ministro de educación superior, a emitir mi opinión y consideración al respecto, especialmente para consideración del excelentísimo Señor presidente de la República.
Escribo estas líneas porque considero que sería un retroceso unificar esos dos ministerios, que nunca a través de la historia han estado juntos. El MINERD y el MESCYT son como el agua y el aceite porque tienen funciones muy disímiles y aquellas deficiencias que persisten en el nivel preuniversitario podrían traducirse en un desmejoramiento o un retroceso en el nivel superior.
El Ministerio de Educación Superior Ciencia y Tecnología fue fundado en los albores de este siglo debido a una necesidad sentida de alcanzar una mayor calidad de las Instituciones de Educación Superior de la República Dominicana. Debido a la existencia del MESCYT la situación de las universidades ahora dista mucho de lo que eran en aquel entonces cuando había deficiencias en las infraestructuras, personal y adecuación a los mercados nacionales e internacionales.
Considero que la inversión en educación debe ir siempre en aumento debido a que el desarrollo nacional depende de que nuestros recursos humanos estén mejor preparados. En ese sentido no podemos hablar de reducción del gasto de los recursos asignados a la Educación, sino que este debe considerarse una inversión que a medida que se estanca o disminuye, se convierte en una deuda que luego se revierte en desaceleración del crecimiento de nuestra economía.
La educación, en sentido amplio, aporta enormes beneficios para el individuo y para la sociedad en su conjunto, incluso externalidades positivas de todo tipo. Por ello, entre otros aspectos, los países más pujantes proveen y financian agresivamente la educación.
No obstante, dentro del amplio espectro de la educación distinguimos claramente dos etapas. La primera etapa comprende la educación inicial, la primaria y la secundaria. En muchas ocasiones se le denomina la educación obligatoria y como tal, suele estar financiada total o mayoritariamente por los estados. ¿Por qué? Porque es obligatoria y porque entre otros aspectos posee entre sus objetivos el dotar al estudiante de las destrezas básicas para comportarse como un ciudadano en la sociedad. Conocimientos de matemática, lengua, historia, geografía, deporte, formación que supone para el individuo contar con la cultura necesaria para desenvolverse adecuadamente en la vida.
La segunda etapa, que suele denominarse educación superior, engloba el conocimiento superior, la investigación y la transferencia de conocimiento no solo a los estudiantes sino también al sector productivo. Es una etapa donde docencia, ciencia, investigación, transferencia y otras variables, están íntimamente relacionadas y entre otros aspectos, comprende las destrezas más relacionadas con el mundo profesional y con la investigación, innovación y transferencia de conocimiento y tecnología.
Ambas etapas son complementarias pero diferentes, de hecho, es imprescindible superar la primera etapa para poder ingresar en la segunda. En tal sentido, la educación superior no es una etapa más, porque esta etapa comprende la preparación del personal docente, las licenciaturas, las maestrías y los doctorados, y en la parte científica la investigación básica, la aplicada y la transferencia de conocimiento desde la ciencia al sector productivo. Siendo complementarias suponen destrezas distintas y objetivos distintos.
En ocasiones puede ocurrir que ambas etapas, educación preuniversitaria (obligatoria) y universidades (Educación superior) estén bajo un mismo paraguas ministerial. En estos casos, también suele persistir perniciosamente para ambos subsistemas, los problemas cotidianos de la educación obligatoria, más urgentes, pero no necesariamente más importantes que los de la educación superior, y conllevan un esfuerzo prioritario para su resolución inmediata. Ello supone relegar la educación superior (universidades, investigación, innovación, …) a un segundo plano, por lo que los objetivos de largo plazo más relacionados con la actividad productiva son descuidados.
Es tal sentido, la especialización de la educación superior es en sí mismo un subsistema complejo y altamente científico. En la educación superior se incluyen las instituciones que cumplen con la función de educación superior propiamente dicha, las de funciones de creación e incorporación de conocimientos y tecnologías, las de funciones de transferencia de conocimientos y tecnologías, las de promoción y financiamiento de la educación, y las de regulación, control y supervisión.
Por ello, en muchos países, la gran mayoría occidentales, la educación obligatoria depende de un ministerio, y la ciencia con todo lo que supone, y las universidades de otro ministerio, lo que implica una atención inmediata a dos aspectos muy relevantes para la sociedad. En tal sentido la propuesta de fusión de estos dos ministerios complementarios pero antagónicos en funciones, es a todas luces, inoportuna.