El deceso de un ser querido o una mascota pueden sorprender a temprana edad, principalmente a los niños y dejar un interrogante muy grande a la hora de entender qué es lo que pasó.
Desde México y en una entrevista con Infobae, María de la Soledad Escamilla Cejudo -licenciada en psicología, psicoterapeuta Gestalt y master en tanatología explicó que la muerte da cuenta del significado de la vida y, la edad en la que nos enfrentamos a ella, le imprime un tono distinto.
«Generalmente no es el tema preferido a tratar en la sobremesa, nos da miedo hablar sobre ella. Incluso, podemos paralizarnos cuando es el niño quien nos obliga a explicar el significado de la muerte», sostuvo la especialista.
«Si bien la muerte es el hecho que cierra el ciclo del inicio de la vida, es también el evento que nos pone en contacto directo con el sufrimiento inevitable y en la consciencia de nuestra temporalidad humana.
Es quizá el tema al que de un modo u otro se ha puesto atención durante toda la humanidad, ya sea por parte de filósofos, antropólogos, médicos, psicólogos, sociólogos, etcétera. Sabemos que puede llegar de manera imprevista, o bien de algún modo esperado.
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Puede suceder en cualquiera de las etapas del desarrollo humano: niños, jóvenes, adultos, ancianos… Puede sorprender en casa o en un hospital, en la calle, en el centro laboral, en un día de campo, en el auto, en el colectivo… Por la mañana, por la tarde, por la noche… En fin, la posibilidad de encontrarnos con la muerte nos acompaña en el transcurso de toda nuestra vida«, explicó Escamilla Cejudo.
El niño en edad preescolar concibe la muerte como un hecho temporal y reversible. Sin embargo, en edad escolar ya percibe lo irreversible del hecho.
«La ausencia del ser amado y la imposibilidad del reencuentro provoca sentimientos de soledad y desamparo que -de no ser atendido adecuadamente pueden llegar a expresarse a través del sueño con pesadillas, enuresis, baja tolerancia a la frustración en el entorno familiar y escolar, bajo rendimiento escolar, entre otros signos y síntomas.
Ya en la edad preescolar y adolescente, tienen clara consciencia de las particularidades en torno a la muerte, que les permite desarrollar de acuerdo a su madurez- un concepto propio de la existencialidad humana», aseguró Escamilla Cejudo quien, a continuación, brinda diez consejos para hablar de la muerte con los niños:
1. Decir siempre la verdad
La verdad es un valor central en la educación y formación de los hijos, y el tema de la muerte debe tratarse con el cuidado y el lenguaje que cada niño requiere.
Escuchar con atención qué es lo que realmente necesita confirmar de lo que ya sabe; asegurarnos de conservar la confianza depositada en nosotros como una guía en la vida.
Seguramente lo que necesita, más que enterarse del tema, es saber que encuentra consuelo al hablar de su tristeza y que su sentimiento es real y valioso.
2. ¿Qué decir?
Hablar de la vida nos permite hablar de la muerte. El niño conoce y vive las funciones básicas de la respiración, alimentación, sueño, actividades motrices, como el caminar, correr, jugar… cognitivas, como pensar y las funciones emotivas.
Cuando una persona muere todo esto deja de suceder. Podemos ejemplificar con hechos reales, con alguna experiencia de muerte de alguna persona cercana o ajena al núcleo familiar, o con la muerte de alguna mascota e incluso, podemos apoyarnos en algunas historias que nos ofrece la cinematografía, con películas como «Bambi» o «El Rey León». Recordemos que el niño simboliza sus experiencias.
3. El momento oportuno
Debe ser lo más cercano al evento. Hay que estar atentos al momento en que necesita hablar sobre la muerte.
Los niños actúan sus sentimientos: si los vemos aislados, tristes, o quizá especialmente inquietos, irritables; si reciben notas escolares de bajo rendimiento escolar, conductual; si se han vuelto chicos que se enferman muy seguido, etc.
Hay que tener siempre presente que, más que razonamientos, generalmente necesitan sentirse amados y cobijados.
4. El duelo
Los niños participan en el entorno familiar. Naturalmente están abiertos los canales de aprendizaje, el auditivo, visual, táctil y especialmente en momentos de duelo el niño está atento a lo que sucede a su alrededor y a partir de las reacciones que cada uno presente, integrará y aprenderá a elaborar procesos de duelo a lo largo de su vida.
Es por esto, que los adultos que acompañamos y compartimos el duelo con niños, debemos expresarles que también sufrimos, que extrañamos al ser querido, que hacemos lo mejor para vivir estos momentos, que es un tiempo para descubrir recursos personales antes desconocidos y, que poco a poco, recuperaremos la estabilidad.
5. Los rituales
Es cierto que las ceremonias para la despedida del ser amado ofrecen momentos y espacios para compartir nuestro dolor y la participación de los niños dependerá del caso particular.
Explique lo que significa la velación y en donde se llevará a cabo, pregunte al niño si desea asistir o no. Si la respuesta es negativa, acéptelo y si es positiva, asegúrese de que alguna persona significativa estará todo el tiempo junto a él.
Es recomendable, que asista por un corto tiempo. Tengamos en cuenta, que este momento quedará impreso para toda su vida.
6. Objeto transicional
Los niños siempre tienen un objeto de especial interés y cariño que les ofrece seguridad y consuelo. Es un objeto que simbólicamente les asegura la conservación del vínculo con su ser significativo, y les ayuda a manejar la ansiedad que produce la separación. Ofrezca esta posibilidad al niño, que él mismo decida qué objeto desea llevarse de su ser querido.
7. ¿En dónde están los que mueren?
El cuerpo, que ahora se ha convertido en un cadáver o cenizas, están en el panteón o en una urna. Nunca se convierten en estrellitas, o en florecitas especiales para el jardín de dios, tampoco se fueron de viaje… estas respuestas despiertan falsas esperanzas y, con el tiempo, desconfianza.
8. La urna funeraria
Depositar la urna en el lugar que ocupará definitivamente. No es un ornamento ni una pieza que decora la casa.
Para el constructo mental, es difícil procesar que nuestro ser querido se ha reducido a cenizas. Para el niño esto representa mayor complejidad y la posibilidad de desarrollar un proceso de duelo patológico, tanto en el niño como en la familia.
9. Transformar dolor en aprendizaje a través de juego
El mejor medio de expresión para los niños es el juego. A través de éste y su simbolización, le es posible integrar, comprender y resolver conflictos.
El objetivo primordial del proceso de duelo es lograr adaptarnos lo más pronto posible a la ausencia del ser amado, integrando recursos al nuevo entorno familiar.
10. Pedir ayuda profesional
La muerte de un miembro en la familia impacta de diversas y particulares maneras. Naturalmente, echamos a andar recursos para vivir el proceso de duelo.
Sin embargo, en ocasiones el evento nos rebasa. Si es el caso, no dude en solicitar apoyo profesional.