§ 1.Uno de los hechos más dolorosos en la vida de Pedro Henríquez Ureña fue la ruina económica a la que le redujo José Vasconcelos en una operación dolosa de la compra del solar donde el eminente filólogo construiría la casa para su familia en las colonias del Valle/Juárez de México en 1921 y esto decretó su salida para la Argentina.
§ 2. Todavía en carta a Alfonso Reyes fechada en La Plata el 20 de abril de 1925, Henríquez Ureña rememorará con amargura esta estafa de uno de sus mejores amigos durante los años de lucha de la juventud mexicana que enfrentó al porfiriato y culminó en 1910 con el triunfo de la revolución antirreeleccionista liderada por Francisco Madero.
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§ 3. ¿Cómo se produjo la estafa de Vasconcelos? Antes de responder a la pregunta es preciso señalar un hecho singular que revela la ausencia de venganza en contra de Vasconcelos. Al parecer, Pedro no informó nunca a su padrino don Fed, a su padre Francisco o a su hermano Max, con quienes mantenía una fluida correspondencia, sobre la estafa calculada fríamente por el exministro de Educación Pública y fundador de la Universidad Nacional Autónoma de México y valedor del gran filólogo cuando le nombró profesor de la Preparatoria y consejero suyo, lo que ocurrió durante viaje oficial al Brasil. Quizá, pero con duda de mi parte, Pedro comunicó verbalmente a su hermano Max el hecho cuando este estuvo en Buenos Aires como embajador de Trujillo y los dos hermanos se encontraron por segunda vez desde la salida de Max de México a Santiago de Cuba.
§ 4. En este contexto se explica quizá la acogida calurosa con que la sociedad de la Capital y Santiago de los Caballeros recibió a Vasconcelos durante su visita al país en 1927, particularmente en casa de don Fed y Salvador Sturla, donde fue homenajeado con fiestas y banquetes, tal como figura documentado con texto y fotos en el libro Vasconcelos en Santo Domingo, editado por Cándido Gerón (Santo Domingo: Archivo General de la Nación, 2013).Pienso que si Pedro le hubiese informado a su tío Fed acerca de la estafa de Vasconcelos, el recibimiento caluroso en su hogar al autor de La raza cósmica no se hubiese producido.
§ 5. En lo que sigue, glosaré la información que Henríquez Ureña le comunicó a Reyes sobre la estafa. A cuatro años de distancia del engaño, y ya lejos de México, colijo que Henríquez Ureña, hombre de extrema discreción, y Vasconcelos sin cargo público ni poder, no existía ningún motivo para que el gran filólogo se eximiera de hacer leña del árbol caído. Pero sea como fuere, lo cierto es que esta ruina económica, más los problemas sicológicos y de inadaptación de su esposa Isabel Lombardo Toledano causaron que Henríquez Ureña se decidiera a venir en 1931-33 a Santo Domingo a colaborar con la dictadura de Trujillo, incitado por su hermano Max, entregado al régimen y quien era, a la sazón, Superintendente de Enseñanza, equivalente a secretario de Estado, cargo que heredó el gran filólogo cuando Max pasó a ocupar la secretaría de Relaciones Exteriores. La rama de los Henríquez y Carvajal entró al tren gubernativo luego del paso del devastador huracán San Zenón, ocasión que aprovechó el padre de los Henríquez Ureña para venir, desde Santiago de Cuba, a ayudar, en su calidad de médico, a curar enfermos y a salvar vidas. Al parecer, Trujillo también aprovechó la ocasión para granjearse el apoyo de tan vasta e importante familia capitaleña. ¡Y con lo que le gustaban los cargos públicos a Pancho Henríquez, se la pusieron en bandeja de plata! Esos pajaritos en el aire que Max le pintó a Pedro le causaron más disgusto que provecho, pues apenas acumuló dinero para regresar, despavorido con todo y familia, a la Argentina, vía París, lo cual agravó los problemas sicológicos de su esposa, a quien le entró una crisis de nostalgia por su familia y jamás superó esa situación que le impidió adaptarse a su nueva condición y llevar una sana vida social.
§ 6. Cuando Vasconcelos murió en Ciudad México el 30 de junio de 1959, a los 77 años, hubo panegíricos laudatorios a raudales y, al contrario, algunos intelectuales que le conocieron, trabajaron con él o formaron parte de las luchas de la juventud azteca para liberarte de la dictadura de Porfirio Díaz y sus científicos positivistas de derecha, fueron más cautos en sus elogios, pero de los panegiristas, Jesús Guisa y Acevedo, de la Academia Mexicana de la Lengua, dijo que «pese a sus deficiencias, para nosotros los mexicanos es la conciencia de México.» (Gerón, op. cit. 177). Para Salvador Azuela, que se define amigo de Vasconcelos, este era, pese a ser la conciencia de México, una persona caprichosa, arbitraria y airada, de vida borrascosa: «… este hombre extraordinario se ha incorporado al patrimonio espiritual de la nación.» (Gerón, 174, 175). Para Antonio Castro Leal, del Colegio de México, fue un «hombre genial, rebelde y contradictorio» y “profeta de México” (Gerón, 164). Para Jaime Torres Bodet, quien fuera luego secretario de Educación Pública, pero quien habló en nombre del presidente de México, Adolfo López Mateos, Vasconcelos fue «ardiente, impetuoso y apasionado», aunque «no es la hora esta para intentar una apreciación detallada de los méritos de su obra.» (Gerón, 162). Según Rafael Corrales Ayala Jr., del Instituto Mexicano de Cultura, la «vida personal, en ciertas horas, no se ajustó, como él mismo lo dijo, a la ejemplaridad…» (Gerón, 181) y en Santo Domingo, fue recibido apoteósicamente en 1927 por intelectuales como Rafael Estrella Ureña, Federico Henríquez y Carvajal y otros, así como el club Unión de la Capital, la Casa de España, el Ayuntamiento capitalino y el Teatro Colón de Santiago. El periódico La Opinión le contrató como articulista. Pero en su segunda visita al país en 1954 [1948], se convirtió lastimosamente en un plumífero a sueldo de la dictadura de Trujillo al recibir un pago de 25.000 dólares por escribir el prólogo al libro Meditaciones morales, de la seudoescritora María Martínez de Trujillo, esposa del dictador. Aunque no da cifra, José Almoina escribió en Una satrapía en el Caribe. Historia puntual de la mala vida del déspota Rafael Leónidas lo siguiente: «Mas donde culmina su actuación como escritora, es en el libro Meditaciones morales,con prólogo pagado de José Vasconcelos y artículo como el de González Blanco, también sin duda recompensado, que en punto a vil adulación ni que se tratara de la Consolación a Helvia de Séneca. Quien conozca la vida de esta nueva María Egipcíaca, tiene con las Meditaciones morales- ¿quién se las escribiría?- risa para todo un año. ¿El diablo harto de carne se metió a fraile! María Martínez ahíta de parrandearla, se las echa de moralizadora.» (Santo Domingo: Cole, 1999, 19 [1949]. Finalmente, luego de afirmar que Gonzalo de la Parra, periodista a sueldo de Trujillo, recibió más de 100.000 dólares del dictador, señala que el eterno enemigo y discriminador de Henríquez Ureña en México, Félix Palavicini, también en la plantilla del dictador, fue nombrado catedrático en la Universidad [de Santo Domingo]. Últimamente fue también José Vasconcelos con buenos resultados pecuniarios.» (op. cit., 226).]
§ 7. En la carta de marras, Henríquez Ureña le dice a Reyes en Epistolario íntimo, t. III, 285 (Santo Domingo: UNPHU, 1983): «… tu carta me revela que entendiste a México perfectamente. Lo comprendiste exactamente como yo: yo dudaba de mi interpretación porque no encontraba quien la compartiera. Pero es que osculos habent… No faltarán quienes se figuren que yo juzgo a Pepe [apodo familiar de Vasconcelos, DC] con pasión. No niego la pasión, pero afirmo la exactitud del juicio. Debo confiarte que Pepe me ha hecho víctima de un fraude escandaloso, sin otro fin que el de hacerme daño, no me explico por qué. Las gentes (sic) creen que estamos distanciados a causa de Vicente [Lombardo Toledano, cuñado de Pedro, DC], yen realidad su acción canallesca hacia Vicente fue la ocasión de mi ruptura; pero la verdad -la verdad que he venido comprendiendo tarde, atando cabo con cabo- es que él me tenía una inquina, difícil de explicar, desde antes. Hasta llego a creer que Vicente fue víctima, no de la ojeriza que llegó a inspirarle, o no solamente digo de esa ojeriza, ¡sino de la que tuvo contra mí! ¿La causa? Ya te digo que no lo sé: a lo sumo serán unas discusiones que tuve con él durante el viaje a la América del Sur; ya había llegado a creerse sagrado, y debo haberlo herido en su vanidad. Sé que Julio Torri llevó a México [el chisme, DC]que yo había sido demasiado imprudente con el Señor Ministro, y que [Carlos] Pellicer declaraba igual cosa. Ello (sic) es que, a poco de llegar, Pepe, faltando al compromiso en que me puso, no quiso que se continuara la edificación en mi terreno. Fíjate: en 1921, yo había comenzado a adquirir un terreno y había hecho contrato para hacerme construir una casa en la Colonia del Valle; Pepe me dijo que entrara con él en otro negocio de construcciones, y que DEJARA EL OTRO; no pudiendo suspender del todo aquella operación, la reduje solo al terreno y deshice todo el contrato relativo a la casa.»
¿Cuál fue el desenlace del fraude de Vasconcelos contra Pedro?
Él lo narra como sigue: «Desde entonces, todos mis fondos los destiné a la nueva operación: compramos dos terrenos paralelos en la COLONIA JUÁREZ, proyectamos una calle privada, convinimos en que él y yo pondríamos dinero, pero él el doble o el triple que yo, y que los ingenieros pondrían su trabajo; después las construcciones se venderían, y se repartirían proporcionalmente las ganancias. Comenzamos a dar dinero, y con DINERO DE LOS DOS se hizo la casa de él; entonces durante nuestra ausencia en el Brasil -se comenzó la casa mía-. Al llegar, de pronto decidió que no se siguiera y se peleó con los ingenieros porque HABÍAN METIDO DINERO DE ÉL en mi terreno. Yo creí, naturalmente, que eso era un subterfugio con ellos, porque a mí me decía que quería deshacerse de ellos; pero a ellos les decía lo contrario: yo al principio no lo quería creer, pero al fin tuve que convencerme. Creerás que teníamos redactado ya un contrato y que, antes de salir para la América del Sur él se inventó pretextos para que no se firmara, y en la intimidad me decía: «No les firmamos nada, porque es mejor no comprometerse. Aunque yo veía en eso un intento de fraude, y opinaba lo contrario, pensaba de todos modos que no habría probablemente motivo para pelearnos con los ingenieros. Después, aquel fraude premeditado le sirvió, no solo contra ellos, a quienes no ha pagado nada, sino contra mí. Consecuencia: todo mi dinero se estancó en una empresa absurda, no he tenido con qué continuar la casa, y la miseria en México es tal que no he hallado quien quiera cargar con la casa y los terrenos aun sin pagarme nada, para terminarla: es decir, quiero venderlo todo, a pagar cuando les dé la gana y nadie quiere. Entre tanto, los impuestos -de que logré exención algún tiempo- acabarán por devorarme el valor de todo.» (op. cit., 285-86).
Moraleja: Pedro se graduó de abogado en México y no supo aplicar la maña que usó Vasconcelos contra él, que sí era abogado malicioso y tenía el poder para arruinar al filólogo. Como buen sefardí, el victimato le acompañó y se creyó merecedor del castigo ancestral que condenó a los judíos a errar por el mundo: «A veces -mi noción del cumplimiento de las leyes naturales se me vuelve noción moral y hasta religiosa-, creo que lo ocurrido es el castigo que merezco por no haber rechazado, o abandonado, desde antes, la amistad de hombre tan impuro y cruel.» (op. cit., 286).
¿Qué dicen los mexicanos de la conducta de su héroe Vasconcelos? Sea usted el jurado.