El país debe asegurar aunque sea un pequeño superávit fiscal primario de manera sostenida, para ir reduciendo gradualmente la deuda pública
Por: Mario Méndez
Hace unos días, de manera separada pero casi simultánea, se pronunciaron dos de las voces más elevadas del sector oficial y el sector privado estadounidenses, para alertar al mundo sobre la existencia de un alto riesgo de que se produzca una crisis de deuda en los Estados Unidos.
La voz del sector oficial fue nada más y nada menos que la secretaria del Tesoro, Janet Yellen, quien advirtió que si Washington llegara a declarar el incumplimiento de pagos, se producirán una crisis financiera y una recesión en EE.UU que repercutirán a nivel global porque cundirá el miedo entre los consumidores, que les hará gastar menos. «Sería devastador.
Es un desastre», sentenció.
Mientras que por el sector privado la voz que se hizo escuchar fue la del jefe ejecutivo del banco estadounidense JPMorgan Chase, Jamie Dimon, quien dijo que Estados Unidos se acerca a toda velocidad a un precipicio a medida que la deuda sigue aumentando. «Es un precipicio, estamos viendo un abismo. Está a unos 10 años de distancia», presagió.
El señor Dimon recordó que en 1982 la deuda rondaba el 35% del Producto Interno Bruto (PIB). En la actualidad, la relación supera el 100%, con previsiones de que alcance el 130% en 2035.
A inicios de enero, la Oficina de Presupuesto del Congreso había advertido que la deuda nacional podría duplicarse en las próximas tres décadas. En el mismo escenario, a principios de agosto pasado la calificación de la deuda de EE.UU. había sido rebajada por la agencia de calificación Fitch, situándola de AAA a AA+, un punto por debajo de la calificación más alta.
Sea que ocurra en el tiempo pronosticado por Dimon o que se produzca antes o después, una crisis de la deuda estadounidense parece inevitable, y lo más inteligente que puede hacer un país como la República Dominicana, ubicado en el área de influencia del dólar y que mantiene una relación comercial y financiera de primer orden con EE.UU., es prepararse ante esa eventualidad.
¿Por qué?
Sencillamente porque una crisis de deuda en EE.UU. obligaría al Gobierno de ese país a reducir el gasto público, haría que suba el rendimiento de los bonos del Tesoro como consecuencia del daño en la confianza de los mercados, provocaría un aumento de las tasas de interés bancarias, haciendo más oneroso el cumplimiento del servicio de la deuda dominicana, y causaría una depreciación del dólar.
Además, la situación pudiera golpear al turismo, pues Estados Unidos es el principal mercado de oferta de la República Dominicana, a las exportaciones dominicanas y aunque las remesas han dado muestras de resiliencia, también podrían sufrir en un entorno tan adverso que, a diferencia de lo ocurrido en el período de la pandemia, obligaría a una reducción del gasto público.
Para aligerar el impacto en su economía de una crisis de esa magnitud, la República Dominicana debería transformar su sector fiscal deficitario, frágil y repleto de rigideces, hacia otro si no robusto, por lo menos que asegure un pequeño superávit fiscal primario de manera sostenida, para ir reduciendo gradualmente la deuda pública.
Precisamente, la última misión del FMI que visitó el país sugirió en su informe que la política fiscal debe seguir enfocada en que la deuda entre en una trayectoria firmemente descendente y en el caso del déficit cuasi-fiscal planteó que la reforma debe asegurar la recapitalización del Banco Central, para garantizar la autonomía de la autoridad monetaria.
A pesar de las mejoras logradas en las finanzas públicas, en 2023 se registró un déficit fiscal de 3,1 por ciento, ligeramente menor al presupuestado, de 3,2 por ciento del PIB. En el Presupuesto para el 2024 se proyecta un déficit de 3,2 %.
Estos niveles de precariedad fiscal harían vulnerable al país ante un choque provocado por una eventual crisis de deuda en Estados Unidos, con la agravante de que estamos en un escenario en el que los mercados apuestan para que finalice el endurecimiento de tipos más agresivos de los últimos 40 años, que han provocado el endurecimiento de las condiciones crediticias.
Que los presagios de Yellen y Dimon guíen nuestros pasos hacia un futuro cierto.