En 2019 más de 356.000 personas murieron a causa del calor extremo provocado por el cambio climático, una cifra que en los próximos años irá en aumento si no se realizan esfuerzos «inmediatos, urgentes y coordinados a nivel mundial» para mitigar el calentamiento global y para aumentar la resiliencia al calor extremo y salvar vidas.
Solo si se toman medidas para que el aumento de la temperatura global no supere los 1,5 grados centígrados, tal y como establece el Acuerdo de París (un tratado internacional vinculante suscrito por 196 países en diciembre de 2015), se podrá evitar «la mortalidad sustancial» que provocará el calor en los próximos años.
Esta es la principal recomendación de sendos artículos científicos publicados este jueves en la revista The Lancet, liderados por investigadores de la Universidad de Washington (EE.UU.), y de la Universidad de Sidney (Australia) y en los que han participado científicos de China, Canadá, Reino Unido, Japón, Suiza y Dinamarca.
Ambos artículos llegan solo diez días después de la publicación del último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos para el Cambio Climático (IPDD), un texto demoledor que avanza que el calentamiento global provocará «cambios irreversibles» que durarán milenios y que los autores esbozan en cinco escenarios diferentes, según sea el nivel de emisiones del futuro.
En este contexto, y ante la próxima reunión mundial sobre el cambio climático, la COP26, que se celebra este año en Glasgow (Escocia), los estudios de The Lancet instan a combatir el calor extremo desde dos enfoques estratégicos: con medidas para reducir las emisiones y frenar el aumento de la temperatura, y con medidas para proteger a la población del calor extremo.
«Si no se reducen las emisiones de gases de efecto invernadero y no se elaboran y ponen en marcha planes de acción contra el calor, a muchas personas y comunidades de todo el mundo les espera un futuro muy diferente», advierte la coautora principal de ambos estudios, Kristie L’Ebi, de la Universidad de Washington.
El primer artículo explica que el estrés térmico extremo desborda al organismo que al intentar termorregularse induce enfermedades cardiorrespiratorias, problemas de salud mental, y problemas en el embarazo y el parto.
Los más vulnerables son las personas mayores y los más de 1.000 millones de trabajadores que están expuestos a las condiciones ambientales en todo el mundo y, de los cuales, un tercio ya sufre consecuencias en su salud, lo que supone un claro y creciente problema de salud mundial, advierten los autores.
Según el estudio, entre 1990 y 2019, el número de muertes relacionadas con el frío ha crecido el 31 %, mientras que las muertes causadas por el calor en ese mismo periodo aumentó el 74 %, especialmente en las regiones más cálidas del mundo.
«Los días extremadamente calurosos u olas de calor que antes se daban aproximadamente cada 20 años van en aumento y podrían tener lugar todos los años a finales de este siglo si las actuales emisiones de gases de efecto invernadero continúan. Este aumento de las temperaturas, sumado al aumento de una población cada vez más envejecida, significa que un número aún mayor de personas correrá el riesgo de sufrir los efectos del calor sobre la salud», avisa L’Ebi.
Así, reducir los efectos del calor extremo sobre la salud humana «es una prioridad urgente y debe incluir cambios inmediatos en las infraestructuras, el entorno urbano y el comportamiento individual para prevenir las muertes relacionadas con el calor», afirma el estudio.
Entre las estrategias de refrigeración, los autores proponen medidas individuales como usar ventiladores eléctricos, refrescarse con agua o usar ropa húmeda, y medidas para adaptar los edificios y refrescar los ambientes interiores con paneles en los muros y ventanas aislantes, mejorar la ventilación entre edificios, aumentar los espacios verdes, crear espacios con agua y sombras y reducir la contaminación en las ciudades, entre otras ideas.
«Los efectos que la exposición al calor extremo puede tener en el organismo son un claro y creciente problema de salud mundial. Hay muchas opciones sostenibles y accesibles para reducir los efectos de la exposición al calor y enfriar el cuerpo en lugar de enfriar el aire que nos rodea», propone Ollie Jay, investigador de la Universidad de Sidney y coautor de los estudios.
Finalmente, los estudios aconsejan contar con planes de acción contra el calor, sistemas de alerta temprana y una sólida vigilancia y control con estrategias de refrigeración basadas en recomendaciones científicas que ayuden a las personas a combatir el calor extremo en el futuro.