¿Cómo se llama la obra?

¿Cómo se llama la obra?

Orlando Jorge Villegas

Pasado el proceso electoral del 15 de mayo, la lucha interna en el Partido de la Liberación Dominciana (PLD) entre las tendencias danilistas y leonelistas, ha estado al rojo vivo luego de que Franklin Almeyda, un defensor de Leonel Fernández, expresará que la victoria de Danilo Medina no fue celebrada por el pueblo ni por su propio partido, ya que se encontraba en “pies de barro”. Esta frase naturalmente no cayó bien entre los jinetes del danilismo, que de inmediato salieron a responderle. José Ramón Peralta, Roberto Rodríguez Marchena, y Henry Molina, tres altos funcionarios de esta administración, le pidieron a Almeyda que aterrice a la realidad y que no fomenté la división en el PLD.

Los dimes y diretes continuaron, pues el ex Ministro de Interior y Policía les advirtió que los leonelistas no estaban dispuestos a aguantar toda la humillación a la que fueron expuestos en estos cuatro años, entre las que estuvieron las acusaciones de Quirino contra Leonel, y la reelección de Danilo, que provocó que una serie de legisladores de la tendencia del ex presidente, en cuestión de días, cambiaran de “firmes” a “firmé”.

Recordemos que esta guerra entre dos tendencias peledeístas vuelve a ser resucitada por los cuestionamientos a ciertos dirigentes, que han sido acusados de traicionar al partido en las pasadas elecciones conspirando contra algunos candidatos, específicamente allegados a Leonel Fernández.

Ante esta panorámica, muchos podrían asombrarse de que los peledeístas estén dirimiendo sus conflictos públicamente. Durante años el PLD fue reconocido por ser un partido disciplinado, donde sus luchas internas no salían de la puerta del salón donde se reúne el Comité Político. Pero eso no es así. Decía Jean Jacques Rousseau que “los temores, las sospechas, la frialdad, la reserva, el odio, la traición, se esconden frecuentemente bajo ese velo uniforme y pérfido de la cortesía”.

En el proceso de reforma de la Constitución para permitir la reelección de Danilo Medina, vimos una serie de personajes que traicionaron los propósitos de Leonel Fernández, algunos de ellos incluso le prometieron en FUNGLODE que no votarían por la modificación constitucional. Después de esto, hemos visto un Leonel solitario, abandonado por muchos de los que durante años le fueron leales, e incluso algunos de los cuales le deben agradecer el haber sido funcionarios.

En política, como en la vida, siempre existirán los traidores. Pero un verdadero líder debe construir su lealtad hacia él en base a ideales, al carisma, y una visión social. El problema en el PLD es que los liderazgos posteriores al profesor Juan Bosch se construyeron en base al clientelismo. Por eso, Leonel Fernández, tres veces presidente del país, fue traicionado por muchos de su sequito. Esos traidores del leonelismo se movieron hacia donde se reparte el pastel.

Danilo Medina también experimentó el abandono político cuando el Estado lo venció en el 2008. En ese momento la alta dirigencia peledeísta disfrutaba el poder de las manos de Leonel. El mismo profesor Juan Bosch, en el año 1990, acusó de traidores a varios miembros del Comité Político, que lo dejaron plantado cuando los llamó a ocupar el Palacio Nacional para enfrentar el fraude de Balaguer en las elecciones de ese año. Luego, varios de ellos como el ex vicepresidente Rafael Alburquerque, fueron expulsados del PLD.

En este proceso electoral que recién culminó, el electorado no clientelar envió un mensaje claro: la sociedad quiere que la política sea asumida por una nueva generación que sea la antítesis de las prácticas deshonestas que el establishmentpeledeísta ha sustentando en el poder y dentro del partido. Un ejemplo de estas prácticas es la traición. Este elemento ha podido beneficiar coyunturalmente a algunos líderes del PLD, pero a largo plazo es una bomba de tiempo, que está a punto de explotar.

El PLD está siendo víctima de su propio sistema. Por eso la obra se llama “PLD siendo PLD”.