Cada de 17 de agosto se celebra en todo el mundo el Día Mundial del Peatón, una celebración que se remonta al año 1897, cuando ocurrió el primer incidente de tráfico que dejase una víctima peatonal.
El objetivo de este día es difundir la cultura vial del peatón, promover los espacios adecuados para esta forma de moverse en las ciudades y recordar las obligaciones que implica la movilidad a pie.
Seguramente le ha pasado a muchos de aquellos que son peatones pero también son automovilistas.
Cuando se cumple uno de los roles, automáticamente se verifican las necesidades y los problemas del mismo, y se aprecia cuántas de esas necesidades son responsabilidad del otro y cuántas del sistema.
La convivencia de peatones y conductores de automóviles, pero también de ciclistas y choferes de medios de transporte público, siempre tiene puntos de conflicto, y no siempre todos esos puntos son posibles de resolver.
El mejor ejemplo es el del cruce por una senda peatonal. Cuando el semáforo habilita al peatón a cruzar, al mismo tiempo confluyen en ese cruce de peatones también los automovilistas que doblan desde la calle transversal.
Lo correcto es que los conductores prioricen al individuo de a pie, pero ello no ocurre siempre, precisamente porque ambos quieren pasar antes que la luz roja los obligue a quedarse detenidos.
Y es ahí donde empieza la disputa del más débil contra el más fuerte, los bocinazos de los impacientes que están detenidos en la bocacalle y también los peatones que, viendo la situación, cruzan lentamente, leyendo la pantalla de su teléfono como si no le importaran los demás, porque tiene prioridad el peatón. Es así. Eso sucede a menudo.
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El Observatorio Vial de CECAITRA, la Cámara que nuclea a las empresas productoras de software vial, realizó un sondeo telefónico en hogares de la Ciudad de Buenos Aires y el Gran Buenos Aires, para saber qué opina la gente, tanto como peatón como en el rol de automovilista.
La primera pregunta indagó si las personas respetaba más las normas de tránsito como peatón o como conductor.
Un 35,7% de los encuestados dijo que es más respetuoso como conductor, un 34,8% dijo que lo era como peatón, y un 26,2% indicó que es igual de respetuoso en ambos roles.
Si se analizan las respuestas de acuerdo a las edades, la opción de “soy más respetuoso como conductor” fue elegida por el 44% de los adultos de entre 30 a 49 años, pero el porcentaje bajó al 25,1% en los mayores de 65 años. En cambio, entre quienes eligieron la opción de “respeto más como peatón”, el 43,8% fueron jóvenes menores de 29 años y el 27,3% fueron adultos de entre 30 a 49 años.
Dividiendo la encuesta por género, 3 de cada 10 mujeres dijeron ser más respetuosas cuando conducen y el porcentaje subió a 4 de cada 10 en los hombres.
“Que solo 3 de cada 10 admita tener el mismo grado de respetuosidad siendo conductor o peatón es un dato que debe alarmarnos. Es necesario hacer hincapié en la educación vial desde edad temprana, para que los peatones responsables sean en un futuro conductores responsables”, indicó Facundo Jaime, vocero de CECAITRA.
Además, ese respeto que debe darse en la vida cotidiana tiene su respaldo en la ley, que establece prioridad para los peatones, aunque también les exige que utilicen la senda peatonal para cruzar las calles y avenidas, el sondeo también consultó acerca del respeto a las normas viales.
Aquí, los resultados no deberían sorprender, porque confirman algo que lamentablemente es conocido por todos. Entre los encuestados, 9 de cada 10 respondió que el respeto a las normas es bajo o muy bajo, y solo el 9,6% sostuvo que el respeto es alto o muy alto.
Sin embargo, al momento de referirse a sí mismo y responder “¿Cuánto respeto considera que tiene usted por las normas de tránsito?”, las respuestas variaron completamente. Entonces, 8 de cada 10 personas encuestadas sostuvo que su respeto a las normas viales es alto o muy alto, y solamente el 12,5% admitió que su respeto a las normas era bajo o muy bajo.
El gran problema sigue siendo la formación cultural en educación vial, y estas encuestas solo nos permiten comprobar que, además de reconocer que hay una gran falta el respeto por las leyes de tránsito, muy pocos asumen su propio comportamiento ante esa situación que parece un mal general.