Por décadas he tenido que asistir a parejas en conflictos por diversas causas: problemas de comunicación, económicos, infidelidad, maltrato psicoemocional, violencia física, diferencias culturales, celos, problemas por terceras personas, espacios, crianza de los hijos, etc.
En los últimos años, los conflictos han sido por redes sociales: infidelidad virtual, ciberespacio, desapego por redes, por compras compulsivas, individualismo, desafecto y agotamiento emocional en la relación.
La convivencia, las relaciones nutrientes y oxigenantes a través de la cultura de buenos tratos en las relaciones de parejas, han sido dinámicas poco utilizadas en cientos de parejas. Temas como el estrés, la pandemia, la crisis económica, la inmadurez personal, los hábitos tóxicos, las patologías y los antecedentes de familias disfuncionales en el pasado de una pareja, dificultan, también, las relaciones y la convivencia marital sana y funcional.
Ahora, otros temas forman parte de los conflictos y hasta de divorcio en parejas jóvenes. Me refiero a las mascotas: perros y gatos.
La contemporaneidad, la globalización, la transculturación, las nuevas identidades, la sustitución de modelos y necesidades e intereses, han replanteado nuevos estilos de vida de las parejas.
Ahora hay mayor aceptación por convivir con perros y gatos como mascotas y en adopción dentro de una familia.
Pero también, existe una marcada tendencia de parejas jóvenes por criar perros y gatos como hijos, con todas las obligaciones propias de una crianza: alimentación, salud, recreación, cuidado, educación, vacaciones, protección y seguridad para una mascota, incluyendo las parejas que optan por dormir con sus mascotas o compartir habitación y otros espacios de sus vidas.
Dentro de los conflictos y demandas de divorcio en algunas parejas han entrado la manutención de la mascota, vacaciones, fines de semanas, viajes, seguro médico, autocuidado o impedimento de verlo; conflictos propios de la vida que se dan con los hijos e hijas.
El papa Francisco hace unos días se refirió a jóvenes que optan por no tener hijos, pero prefieren tener un gato o perro. En muchos hogares en Europa las mascotas superan a los hijos.
A las mascotas antes se les tenía como parte de la socialización emocional o de protección o acompañamiento de la familia. Para los niños es bueno criar y cuidar una mascota. La parte del apego, la responsabilidad, las emociones positivas, la crianza saludable y la afectividad, es evidente que, las mascotas favorecen y ayudan en la salud mental.
Lo que se está planteando a nivel psicológico es si deben las parejas jóvenes sustituir, adoptar o valorizar desde su vida existencial una mascota por un hijo o hija. El tema es no consensuado debido a que se está hablando desde la individualidad, los derechos, la prioridad, o la opción que tiene cada adulto en hacer su vida de forma responsable y consciente, sin dañarse ni dañar a otros.
A veces los conflictos se dan porque una de las parejas no acepta dormir o compartir la habitación con la mascota, o pagar hoteles de mascota, paseadores, masajistas o gastos que considera no prioritarios.
Los psicoterapeutas de parejas debemos de aprender los cambios y las nuevas necesidades de sociedades y de personas que han cambiado sus necesidades, hábitos, estilos de vida, costumbres y sistema de creencias, en las sociedades posmodernas.
La psicología y la psiquiatría han tenido que ir adaptando sus enfoques, sus planteamientos y mentalidades para convivir con nuevas sintomatologías o nuevas adaptaciones en términos antropológicos,