Pregunta del lector: Mi esposa y yo teníamos una relación de amistad cercana y buena con otra pareja. No sabemos qué pasó con ellos, pues de repente cambiaron su forma de relacionarse con nosotros. Intentamos conversar para entender por qué se distanciaron. Los esfuerzos no dieron resultado. ¿Cree que debemos comunicarnos nuevamente?
Respuesta de la terapeuta: La amistad sólida y de confianza no se quebranta con facilidad, aunque pasen por momentos de tensión.
La confianza implica un pacto en el que los amigos se sobreponen a las situaciones en las que difieren. Comprenden que existen momentos en los que pueden manifestarse contradicciones serias con algunas ideas o creencias, pero reconocen que la amistad no depende de éstas.
Por encima de estas diferencias, valoran lo que han ganado y los aportes que los han enriquecido. Destacan el apoyo recibido en momentos críticos y lo ofrecido incondicionalmente como gesto de amistad. Consideran que la solidaridad debe prevalecer por encima de las circunstancias.
Ahora bien, para preservar la relación y estrechar los lazos afectivos que los vinculan, ambas parejas están llamadas a mantener el mismo grado de compromiso y lealtad.
Si aparecen tensiones muy fuertes y sostenidas por un largo tiempo, es probable que se agriete la relación si la otra pareja no es flexible para comprender el proceso.
Cuando ocurre un distanciamiento que evidencie que no existe la posibilidad de conciliación y se han hecho innumerables esfuerzos para conocer las posibles razones del comportamiento de ellos, es preferible no insistir.
Perseverar podría resultar molesto para ellos, porque en su íntima convicción estarían claros respecto a las razones del distanciamiento. Si les explicaran, ustedes no comprenderían el porqué de sus justificaciones, además, no les parecería que no son válidas. La situación podría estar en un punto de no retorno.
Lo valioso en este momento es considerar la oportunidad de aprendizaje.
Sugiero que se concentren en ustedes y observen qué tipo de relación establecieron con ellos, cómo se involucraron y de qué manera les abrieron la puerta de la casa. Además, reconocer los aportes significativos mutuos.
Recuerden con agrado la amistad y los buenos momentos compartidos. Agradezcan espiritualmente el tiempo que disfrutaron acompañándose con alegría y complicidad. Resultará más gratificante recordarlos que continuar cuestionándose.