Pregunta del lector:
Usted ha recomendado en varios de sus artículos que cuando tengamos problemas con la familia, con amistades o compañeros de trabajo e independientemente de cuáles sean las circunstancias, no nos centremos en buscar un culpable, sino en observar la nuestra. ¿Qué más puede aportar al respecto?
Respuesta de la terapeuta:
Este es uno de los ejercicios que más disfruto recomendar. Suelo analizarlo con la persona, asignarlo de tarea para que continúe la reflexión y luego plantear nuevas alternativas para abordarlo.
Este ejercicio permite que la persona pueda darse cuenta por sí misma sobre su involucramiento en el problema y que, aunque la persona diga que no al inicio, comienza a percatarse de que sí participa activa o pasivamente.
La participación es más fácil de detectar porque la persona pelea, llora, estrella objetos, habla alto, grita, acusa, agrede o culpa.
La respuesta pasiva, generalmente no es tomada en cuenta, sin embargo, podría ser también muy intensa emocionalmente, como por ejemplo sentir rabia interna y no expresarla, distanciarse física o emocionalmente, no responder porque se siente molesta.
Otras reacciones no expresadas verbalmente o de manera muy visible a los demás, son las de orden fisiológico como dormir mal porque se mantiene conectada al problema; dejar de comer, disminución del deseo sexual, silencio prolongado, hiperventilación y palpitaciones, entre otras.
El universo emocional es vasto y con una gama respuestas cognitivas (pensamientos), afectivas, emocionales y fisiológicas, ante las cuales se ha vivido de espaldas y sin considerar el impacto en la salud mental y física.
En el contexto de las relaciones interpersonales hay que observar los acontecimientos en un continuum: estímulo (lo que sucede), lo que se interpreta y cómo se reacciona.
Como especie humana reaccionamos a muchos estímulos y acontecimientos sin darnos cuenta y sin preguntarnos por qué determinada situación me hace reaccionar de alguna forma.
Ahora bien, hay que ser cauto, porque se podría correr el riesgo de querer desentrañar a los demás desde su propia interpretación, no de acuerdo con lo que la otra persona verdaderamente interpreta según sus experiencias internas.
Para cambiar y modificar las respuestas en ese sentido, hay que observar aquellas que son típicas, es decir, las de siempre o las de la gran mayoría de las veces y si se experimentan las mismas emociones y sentimientos.
Hay que aspirar a superarse a sí mismo.