P: ¿Cómo se alimentaban nuestros aborígenes y cuál era su estilo de vida?
R: Este sábado 12 de octubre es un día de duelo nacional, y para honrar la memoria de nuestros antepasados, de quienes llevamos un 4% en nuestro genoma, queremos compartir algunas de las huellas indelebles que nos han legado como parte de un estilo de vida saludable.
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Su economía descansaba en la agricultura, cultivando el maíz en fase de luna llena, y al que llamaban “fuente de vida”, la base de su alimentación; lo consumían crudo y tierno, y cuando estaba seco lo asaban, elaborando también diferentes vinos que compartieron con el diabólico Cristóbal Colón. ¿Qué sería del sanjuanero sin el maíz? ¡Nada de chacá, nada de chenchén! Los infantes enclenques sin majarete; y los turistas no disfrutarían del pan o torta de maíz ni tampoco del riquísimo guanimo. Nuestros aborígenes sembraban en sus montones yuca, maní, papa, yautía y batata, utilizando un sistema de riego muy avanzado para la época; y además, con la yuca preparaban el casabe, rico en fibras y minerales, ¡pan nuestro de cada día!
¿Qué decir de las frutas, ricas en fibras, vitaminas, minerales y antioxidantes? Ellos cultivaban jobo, mamey, pitahaya, piña y uva de playa; guayaba, hicaco, mamón, jagua, caimito, anón, guanábana y lechosa o papaya, entre otras frutas. Nuestros aborígenes practicaban el trueque de alimentos con sus vecinos. Eran hábiles cazadores y consumidores de aves, caimanes, iguanas, tortugas y otros animales de piel caliente; pescaban mojarras, anguilas y jureles, fuentes de omega-3 y proteínas de alta calidad nutricional. Usaban hierbas, ajíes y especias aromáticas para condimentar sus alimentos. Los indígenas habitaban en bohíos y caneyes, construidos a orillas del río con cañas muy unidas, amarradas con bejucos y techadas con pencas de palmas. Un estilo de vida envidiable, pues, dormían en hamacas, nadaban y jugaban pelota en el batey, celebraban fiestas o areítos, adoraban a sus dioses, y la muerte no era el fin. ¡Eso es calidad de vida!