P: ¿Vale la pena o no consumir la tayota como parte de una alimentación saludable?
R: No siempre la voz del pueblo es la voz de Dios (vox dei) sino la voz del diablo (vox diaboli); y es que el “enemigo malo” luce trajes muy vistosos para engañar a la gente e inocular mentiras en el corazón y la mente; mentiras que, al repetirse tanto, se transmiten de generación en generación con apariencia de verdades irrefutables.
Tal cosa sucede con el plátano, el ñame, la tayota y otros alimentos, denigrados por su aspecto, consistencia o sabor, ignorando lo más importante: ¡su valor nutricional! La tayota es un alimento inofensivo, saludable y muy nutritivo, cuyo fruto, tallos, hojas tiernas y las porciones tuberizadas de las raíces pueden consumirse como vegetal, tanto crudas, como hervidas y como ingredientes de numerosos estofados.
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Los tallos con sus zarcillos también se utilizan como platos calientes o en sopas como los espárragos. El fruto es muy versátil y se puede cocinar al vapor, asado, horneado o combinado con camarones, queso, pollo, cerdo, arroz y otros vegetales. Es un hidratante eficaz, bajo en energía (22 calorías por taza), y según la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (CONABIO) de México, la tayota es un alimento rico en compuestos bioactivos o antioxidantes (flavonoides, carotenoides, vitamina C y E), presentes en el fruto, la cáscara y las hojas.
Por su alto contenido de fibras (4 gramos por taza) y antioxidantes, preserva la diversidad de la microbiota intestinal, causa saciedad y controla la obesidad, reduce los niveles de azúcar, colesterol y triglicéridos; disminuye el riesgo de estreñimiento, hemorroides, colitis, cáncer de colon, etc. Sus antioxidantes reducen la inflamación y neutralizan los radicales libres responsables del daño celular asociado al envejecimiento, la diabetes, el cáncer y otras enfermedades crónicas.
También contiene hierro, potasio y ácido fólico, una vitamina antianémica que interviene en la división celular y controla los niveles de homocisteína, disminuyendo el riesgo cardiovascular. “Y ahora, forastero, ¿Cómo te quedó el sombrero?”