P. Profesor, ¿será cierto que en el seno de la naturaleza, solo la especie humana tiene problemas para deshacerse de sus desechos?
R. Aunque parezca increíble, así es. Nunca en el mar alguien podrá encontrar una ballena protestar porque su casa está sucia, ni a ninguna cigüita incómoda en el bosque porque no encontró quien le limpiara su residencia o algún cangrejo quejarse porque un pececito entró a su guarida y la dejó sucia.
Pero, ¿a qué se debe todo ello, si somos la especie inteligente y racional…? Muy sencillo, en el concierto de formas de vida que existe en el reino natural, solamente la especie humana ignora que el arte regio, la inteligencia suprema y la lógica de la existencia, reside en el “reciclaje”, en hacer útil lo inútil, reducir a cero todo lo que no sirve.
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En otras palabras, la naturaleza no produce desechos, si no productos para una cadena indetenible de procesos que le sirven de soporte a la vida. Cuando un árbol crece, todas las hojas caducas, las ramitas que se secan, las flores que no fecundan, los frutitos que no cuajan, la corteza que se desprende de la piel de los árboles y todo lo que pierde la vida, cae al suelo y allí, hay un ejército infinito de hongos, bacterias, lombrices y microorganismos que se encargan de descomponer todo para liberar los nutrientes que luego los mismos u otros árboles, lo absorban por las raíces, para alimentarse y mantener activa la cadena vital del bosque.
Pero aún más interesante, el desecho de las plantas es el oxígeno, que es el alimento de los animales y el desecho de éstos es el CO2, que es el alimento de las plantas. El día que comprendamos las leyes de la naturaleza y las respetemos, aprenderemos el arte de vivir.