P. Profesor, ¿Valle Nuevo será tema para abordar por un nuevo Ministro del Ambiente?
R. Desde luego que sí, pues esa ha sido la espinita en el zapato de los cinco últimos ministros del ambiente que ha tenido el país y ninguno ha dado pie con bola. Es digno de alabar que por allí comenzó el ingeniero Ángel Estévez, igual que el doctor Domínguez Brito, ambos con estilos diametralmente distintos.
Pero lo mismo hizo el doctor Orlando Jorge Mera, le siguió, el doctor Miguel Ceara Hatton y por último, está al frente el doctor Armando Paíno Henríquez. Un ingeniero y cuatro doctores y ninguno ha podido dar con la enfermedad, aunque ahora, es de justicia esperar al maestro tiempo, que siempre tiene la última palabra.
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Resulta incomprensible creer que la enfermedad está en la sábana. Todas las dolencias de Valle Nuevo siempre han tenido la misma causa, pues la yaga, la lepra o el cáncer, lo origina quienes viven dentro. Profesor, ¿pero la gente no puede vivir dentro de un parque nacional?
Claro que sí, pero cuando los habitantes son parte del bien a conservar, como las tribus, las etnias o culturas aborígenes que saben convivir con la naturaleza. Eso es común y aceptado universalmente por todas agencias, gobiernos y autoridades de todo el mundo; pero no es el caso de Valle Nuevo.
Mientras no se comprenda que este, el segundo parque nacional más grande de la República Dominicana en tierra firme, una sombrilla hídrica, cuyas aguas y bienaventuranzas, alcanzan a beneficiar a siete de cada diez dominicanos, que alimenta los dos acueductos más grandes del país (Valdesia-Santo Domingo y Cibao Central), más las 15 presas de agua de mayor importancia para sustentar la soberanía alimentaria y generar electricidad, energía verde, estaremos amagando y no dar.