El derrocamiento de las dictaduras en el Caribe de Rojas Pinilla (Colombia, 1957), Pérez Jiménez (Venezuela, 1958) y Fulgencio Batista (Cuba, 1959), hicieron presagiar al disperso y dividido exilio antitrujillista que el dictador dominicano sería el próximo en la lista. Tras el triunfo de la Revolución cubana, el comandante Fidel Castro se comprometió con la causa dominicana a los fines de prestar todo tipo de ayuda que contribuyera a derrocar a Trujillo, quien mantenía un férreo control sobre el país. El exilio dominicano ya había tenido con anterioridad dos intentos para poner fin a la tiranía: las frustradas expediciones de Cayo Confites (1947) y Luperón (1949).
Procedentes desde distintas latitudes (Venezuela, Puerto Rico, Estados Unidos y Centroamérica) e integrados en diferentes organizaciones políticas (tales como la Unión Patriótica Dominicana, el Partido Socialista Popular, entre otros), una serie de militantes de la causa anti-trujilllista, jóvenes en su mayoría, muchos de ellos estudiantes universitarios y destacados profesionales ya establecidos, enfrentando riesgos extraordinarios y con la única esperanza puesta en liberar al pueblo dominicano, se reunieron en La Habana el 29 de marzo de 1959, y constituyeron el Movimiento de Liberación Dominicana (MLD) y su brazo armado, el Ejército de Liberación Dominicana (ELD). Al poco tiempo, en el campamento de “Mil Cumbres”, ubicado cerca de la población Diego Núñez, en la provincia cubana de Pinar del Río, comenzó la preparación militar de unos 260 combatientes, los cuales fueron entrenados por veteranos cubanos del Ejército Rebelde, fogueados en la lucha guerrillera de la Sierra Maestra contra Batista.
Puede leer: Esclavos en Puerto Plata durante la España Boba
Es así como el 14 de junio de 1959, la República Dominicana se vio sacudida por la llegada de la expedición aérea que ingresó por Constanza, bajo el mando de Enrique Jiménez Moya, comandante general de la expedición, y el comandante Delio Gómez Ochoa, segundo al mando. Según relata el historiador Emilio Cordero Michel, “ya desde el mes de abril, Trujillo conocía todos los planes, los nombres de los que se entrenaban y hasta tenía algunas fotografías tomadas en Mil Cumbres”. Ciertamente, la infiltración de los agentes al servicio de Trujillo fue una de las causas que contribuyó al fracaso militar, especialmente en los 2 desembarcos marítimos de Maimón y Estero Hondo, dirigidos respectivamente por el Dr. José Horacio Rodríguez Vázquez y Rafael Campos Navarro, quienes alcanzaron las costas puertoplateñas los días 19 y 20 de junio, es decir, casi una semana de retraso a la fecha que tenían previsto.
El ejército del régimen de Trujillo respondió con ferocidad el desafío. Tal como se refleja en el balance elaborado por el Dr. Cordero Michel, de los “198 expedicionarios que llegaron el 14 y el 20 de junio, menos de la tercera parte (29%) murieron en acciones de guerra; menos de la quinta parte (16%) fueron apresados estando heridos y rematados en el lugar; un poco más de la décima parte (15%) fueron apresados ilesos y fusilados en el lugar de la rendición; casi la mitad (40%) llegaron ilesos a la Base Aérea de San Isidro, luego de ser apresados, y un poco más de la tercera parte (36%) sufrieron las peores torturas. Aquellos que resistieron, eran finalmente masacrados en el CEFA ante pelotones de ejecución. Quedaron solamente 6 con vida, equivalentes al 3% del total de los expedicionarios”. Un dato importante que merece ser resaltado es el carácter internacionalista que tuvo la gesta: de los 198 integrantes, había 151 dominicanos, 22 cubanos, 13 venezolanos, 5 puertorriqueños, 2 españoles, 2 estadounidenses, 1 guatemalteco y 2 no identificados.
Ciertamente, a pesar de la derrota militar, las expediciones repercutieron de manera significativa en el plano moral pues contribuyeron, destaca Cordero Michel, en el “inicio del derrumbe definitivo de la tiranía y el incremento de la lucha interna con la formación de un amplio movimiento oposicionista que culminó con el ajusticiamiento de Trujillo”. Esta misma apreciación la sostiene Porfirio Rodríguez Iriarte en la presentación del libro Constanza, Maimón y Estero Hondo; Testimonio e investigación sobre los acontecimientos del arquitecto Anselmo Brache Batista (el gran historiador de la gesta), en el que, analizando el impacto político, subraya la siembra del germen de la resistencia, pues según nos dice, este acto de sacrificio sirvió como “fuente de inspiración para que la juventud más sensible y consciente de esa época se motivara a luchar contra Trujillo. De ahí que, en enero de 1960, a escasos meses del fracaso de los expedicionarios de junio de 1959, se constituyera un movimiento clandestino para luchar contra el tirano”.
Desde esa perspectiva, la impronta que tuvo “la raza inmortal”, como se le conoce a la generación anti-trujillista del 1959, nos lleva de manera directa a la conformación del Movimiento Revolucionario 14 de Junio, el cual se funda en la clandestinidad a principios de 1960, tomando toda su inspiración del ejemplo heroico sentado por las expediciones del Ejército de Liberación Dominicano. El 1J4 se convertiría en el mayor esfuerzo de alcance nacional de unidad antitrujillista en los 31 años de dictadura. En ese sentido, la sangre y el ejemplo de los Jiménez Moya, Ventura Simó, Puigsubirá Miniño, Mota Ricart, Sintjago Flores, Cordero Michel, Mejía-Ricart, Julio Raúl Durán y tantos otros, motivó a toda una generación de dominicanos a luchar por la libertad y la justicia, tal como veremos en la próxima entrega de esta serie. Ahí abordaremos el surgimiento del movimiento clandestino desde sus primeros contactos y esfuerzos hasta constituirse formalmente en la legendaria reunión en Valverde Mao, el 10 de enero de 1960.
Dr. Amaurys Pérez, Sociólogo e historiador UASD/PUCMM