A José Francisco Peña Gómez le corresponde el mérito de incorporar la participación de las masas a la militancia partidaria porque constituyó el modelo de inserción de sectores excluidos que, segregados y marginados históricamente, asumieron la vinculación con los aparatos partidarios como una acción reivindicativa.
Además, las características del líder irrepetible representaron el retrato perfecto para que los sectores populares entendieran la importancia política de lo que ellos significaban.
Las matemáticas electorales de las franjas populares siempre han tenido que enfrentar la noción discriminatoria de élites políticas con una enorme vocación para colocarle un techo al proceso de desarrollo y participación, fundamentados en que lo “acusan” de no poseer las destrezas y formación intelectual.
Siempre útiles en las manifestaciones, llenar guaguas, ejercer el voto eficientemente, pero restringidos en la retribución del esfuerzo partidario. Aunque parezca ilógico, las jornadas de cuotas y obligatoriedad de la ley, provocaron un mayor equilibrio en la representación capaz de habilitar asientos en los escenarios congresuales, municipales y estructura de dirección organizativa.
Una de las conquistas esenciales de los modelos partidarios responsables se fundamentó en abrir las compuertas de la legitimidad democrática al voto popular. Es decir, la modalidad racional para elegir descansaba en el derecho de que las mayorías y por los niveles de simpatías determinaban el tamaño de sus liderazgos.
Después del ajusticiamiento de Trujillo, la organización clave para que los ciudadanos conocieran el lenguaje de convención por vía del voto popular, directo y secreto: era el PRD.
Cuando el PRM se comprometió a reivindicar los valores democráticos, abandonados en la vieja casa, lo inteligente consistía en ampliar el radio de participación de los ciudadanos que percibían con amargura que los principales partidos comenzaban a inventar métodos tendentes a que, castas de la organización y grupos económicos, decidan por el resto.
Tanto la noción de burlar las masas, hipertrofiar los organismos e imponer desde el poder a los suyos, pretendió contar con el silencio temeroso de los que anhelan un empleo, y en el justo balance, colapsó el PRD y el PLD salió del gobierno.
Desde las alturas del poder no se percibe, pero en la medida que la fuerza desmedida de los que mandan obstruye el derecho a que su militancia se exprese con libertad, al hacerlo, transforman su fuerza brutal y desaprensiva en un acto tiránico.
Miguel Vargas sacó a patadas a sus competidores internos. Nunca imaginó que terminaría en la bancarrota electoral. Danilo Medina creyó que imponiendo a Gonzalo sobre Leonel cristalizaba su intención de gobernar más allá de las limitaciones pautadas por la Constitución.