Jueves 3 de junio nuestra Iglesia celebra la fiesta del Corpus Christi. Es decir, de la Eucaristía, Cuerpo y Sangre de Jesús. Sacramento instituido por Él en la Última Cena. Misterio y centro de nuestra fe, por el que se hace nuevamente presente la victoria y triunfo de la muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.
Esta fiesta se realiza con el propósito de realzar esta gran bendición celestial sobre todo para proclamar que Jesús vive y está entre nosotros, y de forma especial, escondido en un pedazo de pan y atraer a aquéllos que aún no creen para que tengan vida en abundancia.
Es oportuno recordar el milagro eucarístico dado en Bolsena, que impulsó a la celebración de esta gran fiesta.
Se produjo en 1264: Un sacerdote que celebraba la Santa Misa tuvo dudas de que la Consagración fuera algo real. Al momento de partir la Sagrada Forma, vio salir de ella sangre de la que se fue empapando enseguida el corporal.
La venerada reliquia fue llevada en procesión a Orvieto el 19 junio de 1264. Hoy se conservan los corporales donde se apoya el cáliz y la patena durante la Misa en Orvieto, y también se puede ver la piedra del altar en Bolsena manchada de sangre.
El Papa de aquél entonces, Urbano IV, movido por el prodigio, y a petición de varios obispos, hace que se extienda la fiesta del Corpus Christi a toda la Iglesia por medio de la bula «Transiturus» del 8 septiembre del mismo año.
En nuestro país, como en el resto del mundo, en las distintas diócesis será celebrada con medidas cautelares a causa de la pandemia del coronavirus, e incluso se podrá seguir de forma virtual en muchas celebraciones.
Sin embargo, recomiendo ampliamente acudir a sus parroquias y recibir el divino sacramento para que alimente nuestras almas, tal vez cansadas y agobiadas por tantas vicisitudes que hemos tenido que atravesar en este difícil tiempo de prueba y pedirle misericordia al que todo lo puede.
Para terminar una breve reflexión: Por qué si creemos que Dios se hizo hombre en Jesús, no podemos también creer que quiso quedarse como alimento con nosotros en un pedazo de pan ¿Acaso no es el que todo lo puede?