Marino Berigüete saldó recientemente el compromiso último para formalizar su ingreso a la Academia Dominicana de la Lengua, en calidad de miembro correspondiente. Para ello ha presentado el discurso titulado “El arte de la creación verbal”, oportunamente aplicado a la composición de sus textos literarios y que da herramientas para explorar la cosmovisión de este autor y su implicación en el mundo literario donde gravita.
Berigüete ha desarrollado su personalidad, centrada en la relación inquebrantable entre el niño que no tenía con quién hablar, y aprendió, según su propio decir, el principio de Goethe, consistente en mirar y descubrir la creación juntando palabras, mirando desde la ventana el mar, en la búsqueda del significado de las cosas, la oralidad. La práctica de contar historias la aprendió gradualmente, en el camino de la vida, mientras buscaba en medio de su soledad, respuestas a las interrogantes que le dictaba la imaginación.
El lenguaje es el punto focal de este discurso, y él enfatiza en “El despertar del lenguaje”, graficando con palabras ese excelente proceso que es la adquisición de la lengua, fenómeno común del ser humano durante la infancia, pero que en el niño con vocación de escritor este conlleva pasos más trascendentes, y requiere un afinamiento de los sentidos interiores.
Por el contacto con sus padres y hermanos, todo infante adquirirá las palabras que le sirven para expresar sus necesidades: tengo sed, quiero pipí…” El lenguaje, -afirma Berigüete- desde sus orígenes más remotos, ha sido el instrumento primordial mediante el cual el ser humano ha buscado interactuar con el mundo que lo rodea”.
Para el aprendiz de escritor, la adquisición del lenguaje tiene que ir mucho más allá de decir: dame, quiero, mamá, agua, papá, pan, leche, frío o calor. El niño marcado con el sello de la creatividad ve en el sol, en la lluvia, en el río, como en las narraciones orales de los adultos, lo que los demás niños no alcanzan a ver. Así forma su mundo interior único.
Lo que ha expresado Marino en su discurso constituye una auténtica y valiosa experiencia de introspección que sirve para mostrar el mundo interior de este escritor y reconforta enterarse de que sus historias, trabajadas como autor literario, guardan una relación entrañable con su infancia y las circunstancias en las que le tocó vivir esa determinante etapa de su vida. La mirada del niño poseído de vocación literaria lo lleva a vincular unos hechos con otros y a desarrollar la capacidad de atribuirles significado y esto le permite descubrir o establecer símbolos en hechos que resultan comunes y ordinarios para los demás.
“Esta búsqueda incesante de sentido se ha alimentado de nuestra observación directa de la naturaleza y de las experiencias personales. Los cuentos escritos sobre las piedras calizas representan un intento temprano de unir las palabras con el objeto de contar algo, de darle la forma, de ofrecer una explicación al ser humano”, esto escribe el nuevo académico.
Vale apuntar que las creaciones más lúcidas o excitantes de un narrador no son exactamente producto de la fantasía, sino que se han moldeado en las experiencias del autor, en cuya conciencia se han anidado durante años y hasta décadas, a la espera del momento de ser expulsadas o quizá sea mejor decir paridas.
Es muy cierto que el ser humano siempre ha tenido necesidad de mirar su entorno, de observar, de hablar y escribir sobre los seres y las cosas, como obtener respuestas a sus preguntas para interpretar el mundo. Por ejemplo, Berigüete, en la Barahona de su infancia, aprendió que “… la mar ha sido un símbolo vasto de misterios; ha desempeñado siempre un papel fundamental en el despertar del lenguaje; ha sido una fuente inagotable de inspiración y una constante referencia en la escritura. En el contacto con sus aguas saladas experimentaba una conexión profunda con la naturaleza que he sentido necesidad de plasmar en palabras”.
Con este discurso, Marino Berigüete descodifica elementos esenciales de su narrativa, da a conocer experiencias vitales que de alguna manera inciden en sus creaciones, identifica personas reales a las que las circunstancias convirtieron en personajes de ficción y que conminan a novelistas, cuentistas y dramaturgos a llevarlas a sus obras. Y es que resulta difícil para un narrador, a la hora de caracterizar personajes, ignorar los arquetipos que les ofrece la vida, entre los que pueden incluirse sus amigos y familiares e incluso el mismo creador.
El discurso presentado por el novelista se sostiene en dos columnas fundamentales. Una de ellas está formada a partir de recuerdos y experiencias captados por Marino en su niñez, la etapa en la que se forja la constitución psíquica del individuo, la que no puede ser ajena a miedos, accidentes, inducciones familiares o incitaciones de los amigos, así como la fe religiosa, vicios y supersticiones. La otra columna se fundamenta en la teoría del discurso asimilada de las lecturas y de la influencia dejada por los estudios formales.
La disertación revela en el expositor una apreciable valoración de las palabras, sobre todo cuando son conducidas por un creador literario, situación en la que las palabras adquieren dimensión tal que pueden detener la muerte, como ocurre con el cuento que sirve de marco narrativo a la clásica colección Las mil y una noches.
Todo esto conduce a identificar en Marino Berigüete una cosmovisión, acorde con el oficio de escritor y que lo proyecta armónicamente para las nuevas tareas a las que se aboca en el ejercicio de académico de la lengua. Bienvenido sea Marino Berigüete a la Academia Dominicana de la Lengua, nuestro idioma y nuestra literatura se solazan con esta acción.