La noche del viernes 28 de diciembre de 1973, el vocero del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), doctor José Francisco Peña Gómez, dio a conocer en el municipio de Santiago la conformación de una alianza electoral para enfrentar el 16 de mayo en las urnas la maquinaria reeleccionista del presidente Joaquín Balaguer.
El anuncio fue hecho en la residencia de su compañero de partido y excandidato vicepresidencial don Silvestre Antonio Guzmán Fernández (allí presente), situada en la avenida Francia próximo a la calle Del Sol, en la principal ciudad cibaeña, rodeado de los representantes de la nueva entidad multipartidista.
Ellos eran el ingeniero Leonte Bernard Vásquez y el doctor Julio Genaro Campillo Pérez, vicepresidente y secretario general del Partido Quisqueyano Demócrata (PQD); el licenciado Rogelio Asdrúbal Delgado Bogaert y el doctor Lucas Antonio Rojas Villavizar, presidente y secretario general del Partido Revolucionario Social Cristiano (PRSC) y el bachiller Fernando A. Peña, vocero del izquierdista Movimiento Popular Dominicano (MPD).
En ese escenario familiar arrancó el denominado “Acuerdo de Santiago” que había sido ideado y pulido durante las reuniones previas sostenidas entonces por los reconocidos dirigentes perredeístas y socialcristianos Jacobo Majluta Azar, Hatuey De Camps Jiménez, Guido Emilio D’Alessandro Tavárez (Yuyo) y Teófilo José Tabar Manzur (Quico).
Algunos detalles sobre esos encuentros fueron divulgados por el licenciado Quico Tabar en un artículo publicado el 8 de mayo de 2014 en el periódico Hoy, con motivo del cuadragésimo aniversario de esa alianza electoral que precedió al fracturado “Bloque de la Dignidad Nacional”, operado en aquel tiempo bajo la orientación del profesor Juan Bosch, con el impulso de siete organizaciones de izquierda y seis de derecha.
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La constitución del Acuerdo de Santiago reanimó a los simpatizantes y militantes del PRD que estaban afectados por su división interna, la pérdida de sus locales y otros bienes patrimoniales ocupados por exdirigentes que semanas más tarde serían jerarcas y circulistas del nuevo Partido de la Liberación Dominicana (PLD).
Este segundo pacto multipartidista despejó cualquier duda, suspicacia o recelo sobre los objetivos del partido blanco y los métodos de lucha que utilizaría junto a sus aliados para intentar vencer a Balaguer, pues reafirmó su propósito de combatir con firmeza los delitos de corrupción y de persecución política y su apego inalterable a la vía electoral, por ser el medio natural de selección de autoridades democráticas.
Los estrategas de la alianza, con Peña Gómez a la cabeza, se plantearon participar en los comicios de mayo deseando poner fin al control casi absoluto que ejercía el mandatario reeleccionista sobre la Presidencia, el Congreso y la Justicia, aunque estaban conscientes de que era prácticamente imposible lograrlo sin el concurso de otros grupos del litoral oposicionista, sin excluir a los boschistas. Por eso, desde principios del mes de enero de 1974 se dedicaron a fortalecer y ampliar el proyecto aliancista, vinculándolo a sindicatos, asociaciones profesionales y grupos sociales, lo mismo que a personalidades influyentes como el doctor José Selig Hernández, líder de una facción del partido Unión Cívica Nacional (UCN) y al carismático exalcalde capitaleño Jorge Guarionex Lluberes Montás, vicepresidente del Movimiento de Integración Democrática (MIDA).
Búsqueda de una candidatura independiente
Los líderes del Acuerdo de Santiago emplearon un tiempo precioso en la selección del candidato presidencial, preferiblemente extra-partido en sintonía con la corriente perredeísta alentada por el profesor Pablo Rafael Casimiro Castro, exsenador por la provincia de Pedernales, y el destacado comerciante Manuel Fernández Mármol, quienes simpatizaban con el perfil del héroe de la gesta del 30 de mayo, don Luis Amiama Tio, en espera de que por su condición de independiente pudiese conquistar muchos adeptos para aumentar las posibilidades de éxito de la alianza frente a Balaguer.
En ese contexto resonaron los nombres de destacados miembros del empresariado, la Iglesia y la prensa, entre los cuales recordamos a monseñor Hugo Eduardo Polanco Brito, arzobispo coadjutor de la Arquidiócesis de Santo Domingo, y a don Rafael Herrera Cabral, director del periódico matutino “Listín Diario”, uno y otro con perfil de estadista por su idoneidad moral, su experiencia gerencial y su alto grado de formación intelectual.
Ellos tenían excelentes relaciones con dirigentes de partidos políticos de distintas ideologías, con agentes de poder y diversas organizaciones representativas de la sociedad. Además, la opinión pública estaba atenta a su participación pionera y frecuente en la solución de sonados conflictos sociales y políticos que les convirtieron en precursores de la mediación efectiva desarrollada años más tarde por monseñor Agripino Antonio Núñez Collado, rector de la Pontificia Universidad Católica Madre Maestra (PUCAMAYMA).
Sin embargo, de manera reservada ambos rechazaron la oferta de la nominación presidencial, abriendo un abanico de conjeturas en relación a sus deberes indeclinables como conductores de la Iglesia y la prensa escrita, pues se llegó a rumorar que su declinación era la consecuencia de supuestas diferencias ideológicas con los planes estratégicos de la alianza. Ese rumor desdeñaba su lealtad a sus respectivos oficios y no tomaba en cuenta que en el momento en que se esparcía aún no se había nombrado el equipo que confeccionaría la plataforma programática que pudiese precisar la identidad ideológica del Acuerdo de Santiago.
Fue a principios de marzo que comenzó su labor la comisión técnica orientada por el arquitecto Leopoldo Espaillat Nanita y por el doctor José Rafael Molina Ureña, inspirada en las ideas nacionalistas y democráticas del partido blanco y en los principios consagrados en la Carta Magna que normó la vida democrática de la nación durante el Gobierno de Bosch. Y fue en el mes de abril que fueron especificados los objetivos de la alianza para crear un verdadero Estado de derecho.
Dicho programa consignaba la libertad de los presos políticos y el regreso de los exiliados; la profesionalización de las Fuerzas Armadas y la Policía; el respeto riguroso a las libertades públicas y la lucha contra el alto costo de la vida. También, la nacionalización -mediante negociación y compra- de las empresas multinacionales Falconbridge Dominicana, Alcoa Exploration y Gulf and Western, propietaria de grandes extensiones de tierra y del poderoso emporio azucarero Central Romana en la región Este; así como la rescisión de los contratos de arrendamiento del hotel Jaragua, Cementos Nacionales y la Compañía Dominicana de Teléfonos.
Asimismo, la revisión de las concesiones favorables a empresas que explotaban yacimientos mineros y petrolíferos, como la Rosario Mining Company en la mina de oro de Pueblo Viejo, Cotuí; y la elaboración de un proyecto de ley tendente a crear los controles necesarios sobre la inversión extranjera, fijando las normas sobre las áreas económicas donde se permitiría su accionar.
La selección de Guzmán
Al descartarse la opción de una figura independiente para encabezar la boleta presidencial del Acuerdo de Santiago, sus dirigentes se declararon en sesión permanente hasta el miércoles 30 de enero de 1974, cuando seleccionaron como precandidato único al reconocido académico mocano y exrector de la UASD, doctor Julio César Castaños Espaillat, quien cinco días más tarde renunciaría a la postulación, para dar paso a la nominación de Antonio Guzmán que fue finalmente aprobada por la convención de delegados del partido blanco celebrada los días 16 y 17 de febrero.
Los asambleístas igualmente aceptaron la selección del general retirado Elías Wessin y Wessin como candidato a la vicepresidencia de la República, producto de la negociación con el PQD y otorgaron amplios poderes al Comité Ejecutivo Nacional para negociar con sus aliados las candidaturas provinciales y municipales a senadores, diputados, síndicos y regidores.
La elección del abanderado del bloque antirreelecionista fue explicada por Peña Gómez en un discurso por el programa radial “Tribuna Democrática”, con las siguientes palabras: “Finalmente, la búsqueda de un hombre que pudiera ser presentado como estandarte viviente de unidad nacional culminó con la reconsideración de su renunciamiento del querido compañero Silvestre Antonio Guzmán, figura venerada por todos los perredeístas”.
El líder político afirmó que después de tanta corrupción, de tanto terror y tantos abusos, el país necesitaba “un gobernante de un corazón bondadoso, de patriotismo probado, de honradez acrisolada, sin malicias politiqueras, sin la arrogancia de los que creen saberlo todo y desdeñan el oportuno consejo, sin pretensiones caudillistas”. Subrayando que por ello la convención nacional lo proclamó como candidato presidencial por aclamación y con una interminable ovación, ya que “nadie interpreta mejor en estos momentos el sentimiento de los perredeístas que el generoso compañero en quien la nación entera reconoce como un arquetipo de patriotismo, seriedad y hombría”.
Resaltó las virtudes morales y la condición de “político avezado” del aspirante presidencial, subrayando que “aunque no haya salido de las universidades, conoce minuciosamente los problemas de su pueblo, sobre todo los problemas que están gravitando más peligrosamente sobre los hogares dominicanos”.
Destacó enseguida que “ha abandonado sus intereses particulares y el sosiego de su familia para dedicarse a servir los intereses del país. Nadie duda de que poca cosa puede ofrecerle el poder que ya él no se haya ganado con su trabajo”.
Peña Gómez se comprometió a luchar con todas sus energías por el triunfo de Guzmán y anunció que en los días subsiguientes lo acompañaría en un recorrido por todo el país y se pondría en contacto con el presidente del MIDA, Francisco Augusto Lora González, en busca de la ampliación de la alianza “a fin de ofrecerle al pueblo una fórmula de unidad total, que acabe con todos los males que ha generado el continuismo balaguerista”.
El secretario general del PRD también anunció la puesta en marcha de una campaña internacional en favor de la libertad de los presos políticos y el regreso de los exiliados, considerando que sería imposible celebrar unos comicios libres estando el candidato vicepresidencial del Acuerdo de Santiago impedido de entrar al país.
El líder máximo del perredeísmo calificó la candidatura de Guzmán como una propuesta unitaria y aglutinante, avalada por su capacidad gerencial, su fortaleza de espíritu y su afán de más de una década en la vida pública como ministro de Agricultura del Gobierno constitucional de 1963, compañero de boleta de Bosch en 1966 y opción presidencial de paz en 1965, ponderada por los líderes constitucionalistas y los representantes del Gobierno de Estados Unidos, McGeorge Bundy, Thomas Clifton Mann, Cyrus Vance y Harry Shlaudemanç, procurando poner fin a la Guerra de Abril.