Evoco a Georges Sylvain, poeta, diplomático y activo luchador contra la invasión norteamericana de 1915.
Georges Sylvain nació en Puerto Plata, el 2 de abril de 1866 y murió en 1925, en Puerto Príncipe. Es el padre de una pléyade de intelectuales, poetas, médicas, ginecólogas, antropólogas. Su hija primogénita Suzanne Sylvain, fue la primera antropóloga haitiana.
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¿Crik? ¡Crac! …¿empiezo a contar?
En un apartado sobre las costumbres domésticas de la élite mulata, las capas medias o el campesinado, el autor norteamericano relata ese comienzo de los cuentos ese pedir permiso para empezar a narrar a un pueblo.
Me sentí casi como si, ante un interlocutor cualquiera, blanco, negro, mulato, o indio, yo preguntara si podía empezar a contar.
El domingo después de enviar la historia de vida a la prensa digital imprimí una copia y me fui a recostar con todos los libros que tengo de Haití.
Paso eso que conté en el inicio. Tengo en discos toda la música de Martha Jean Claude así que me fui a Yotube y puse en repetición sin fin Chocoune.
Pensé lo que iba a escribir para el próximo domingo y dejé vagar la memoria, escuché la música preciosa de ese merengue lento con versos de Oswald Durand, leí unos Cuadernos del Caribe donde está la traducción de ese poema y busqué en mi biblioteca haitiana, escritoras de ese país.
Sólo tengo a Edwige Danticat y a Susy Castor. Por curiosidad indagué en la red sobre literatura femenina haitiana y salió un mundo de escritoras geniales, incisivas que fueron silenciadas de mala manera por sus maridos, hermanos, padres, o amantes.
“Muchas noches yo veía unas ancianas inclinadas sobre mi cama. – Esa de ahí- decía mi madre es Marie. Es la única que queda. Mamá tenía que presentar muchas porque todas habían muerto antes que yo naciera.
Estaba mi abuela Eveline, a quien los soldados dominicanos mataron en el río Masacre, o mi abuela Defile, que murió en la cárcel, con la cabeza rapada, porque Dios le había dado alas, mi abuela Lili, que se suicidó en su vejez porque su marido había saltado de un globo y el hijo en su vejez, la había abandonado para irse a Miami”.
Por curiosidad y con muy mala intención el lunes fui al Centro del libro Cuesta y por pendenciera en voz alta y para que todos me oyeran le pregunté a la encargada donde estaba el apartado de literatura femenina haitiana.
La cara, el gesto, la nariz arrugada con asco ante el imposible de una literatura de mujeres haitianas.
Lo que dijo la empleada de la librería reprodujo la misma sordera, el mismo racismo, la misma discriminación a la que someten al pueblo haitiano, no importa si venden naranjas en un cruce de caminos, si trabaja en la construcción, limpia las casas de la clase media dominicana o escribe cuentos como la joven haitiana.
En Santo Domingo, en la librería o en la carta del viejo escritor suena el mismo estribillo decimonónico, el mismo colonialismo del funcionario que dice que fue sólo Trujillo y sus guardias los genocidas de 20.000 almas haitianas.
La vendedora, con un gesto despectivo dijo: ¿Literatura femenina haitiana? No. Lo que sí hay es literatura dominicana hablando de ellos.
¿Crik? ¡Crac! …¿empiezo a contar? Por pendenciera volví al internet y copié la vida, las fotos, los libros y el destino de seis mujeres escritoras haitianas.
Como si fuera una joven escritora haitiana, como si cocinara la sopa de huesos de la madre de Edwige, como si encontrara la divinidad en la limpieza de una estirpe busqué la vida y la muerte de Virginia Samper, Marie Chauvet, Nadine Maglorie, Ida Faubert y Maire Ange Jolicouer.
Saint John Kaus escribió un ensayo magistral sobre las escritoras haitianas titulado “ La poesía femenina de Haiti”, donde resume de manera precisa las voces ocultas y silenciadas de las mujeres haitianas.
“Cuando murió la poeta Marie-Ange Jolicoeur, el 1º de julio de 1976, se encontraron en su biblioteca de Lille, en Francia, algunos títulos de sus colegas publicados en Haití o en otras partes, entre los que estaba el célebre Coeur des îles (Corazón de las islas) de 1939 de Ida Faubert, hija del presidente Salomon. Su propietaria debió darles una particular importancia para querer hojearlos permanentemente en su casa.
Suponemos ahora que Marie-Ange Jolicoeur se volcó sobre las pocas publicaciones de mujeres haitianas de esa época, y que haya querido incluso trastocar el orden de las cosas, es decir compensar esa falta de publicaciones femeninas con obras venideras. La poeta estudiaba filosofía de alto nivel en Francia cuando sucedió la tragedia. Según sabemos ella fue, luego de la reina Anacaona, la segunda poeta “maldita” en la historia de la literatura haitiana.
(…)
Todo sucede en el medio haitiano como si nuestras mujeres no tuvieran derecho a escribir, a expresar tanto su amor como sus múltiples decepciones ante el hombre haitiano. Muchas son las poetas haitianas que fueron “amasadas” en la flor de la edad por un matrimonio de amor o de razón, ya sea en Haití o en el exilio.
Su “derrota”, de hecho, explica la subsistencia del poderío del macho haitiano, y, a ese respecto, el escritor Graf Dürckheim escribió: “Le femenino es con frecuencia condenado, no solamente en el hombre sino también en la mujer, a un destino fantasma.
Su energía encubierta toma entonces un lugar importante entre las fuerzas de sombra de nuestro tiempo, las que bloquean el camino del Ser esencial.
El despertar de la vida iniciática contribuirá probablemente a devolver a lo femenino su lugar en la síntesis integral de la vida.
Para ingresar libremente a la iniciación, hay que soltar las fuerzas de emancipación de lo femenino”.
Y ante el asco total que me produce la repetición de la mentira de setenta y cinco años atrás, de ausencia, de genocidio, de silencio cómplice, de racismo medular y sistemático, de una mentira que por repetida ha permeado y envilecido el alma del pueblo dominicano, por la mentira repetida de los funcionarios orgánicos de los dos países
“Muchas noches yo veía unas ancianas inclinadas sobre mi cama”.
Evoco a Georges Sylvain, poeta y activo luchador anti yankee
…¿empiezo a contar?
Sí. Empiezo a contar las mentiras comunes para Haití que es la única del continente que sí tuvo una rebelión negra triunfante, que sigue pagando por eso, que sí tiene unas escritoras magníficas, serias, profundas, combativas y militantes.
Y entonces pensé en las mentiras de una elite de viejos dinosaurios, y pensé en Edwidge Danticat, y cociné sopa de huesos y limpié la casa para encontrar la divinidad mientras Marta Jean Claude y Celia Cruz cantaban de música de fondo esa vieja canción haitiana que habla de Chocoune y de un poeta preso y de un amor contrariado.
¿Crik? ¡Crac! …¿empiezo a contar?